Los tres milagros de Arnulfo de Metz
El primero de los milagros ocurre cuando Arnulfo lanzó su anillo de obispo al río Mosela, atormentado por las guerras y sus pecados, rogándole a Dios que se lo devolviera en caso de absolución. Años más tarde, un pescador llevó un pez a la cocina del obispado, dentro del cual se encontró el anillo. Este se conserva en la catedral de Metz.
El segundo milagro ocurrió cuando decidió renunciar como Obispo. En ese momento, se produjo un incendio en los sótanos del Palacio Real que amenazaba con extenderse a la ciudad de Metz. El amor a su pueblo y su coraje hizo que se pusiese frente al fuego pronunciando la frase «Si Dios quiere que me consuma, estoy en sus manos». El incendio se detuvo de inmediato.
Y el tercer milagro, que lo convertiría en santo patrono de los cerveceros: Tras su fallecimiento, los habitantes de Metz pidieron que su cuerpo fuese trasladado de nuevo a su ciudad para ser enterrado en su iglesia. El camino que llevaría de vuelta a san Arnulfo era demasiado largo, por lo que se decidió parar la procesión ceremonial en la ciudad de Champigneulles, Francia. Los fieles que pretendieron adquirir cervezas en una taberna se encontraron con que sólo quedaba un tarro, que tendrían que repartir entre todos. Pero, para su asombro, el tarro de cerveza nunca se terminaba, por lo que todos y cada uno de ellos pudieron saciar su sed.
El primero de los milagros ocurre cuando Arnulfo lanzó su anillo de obispo al río Mosela, atormentado por las guerras y sus pecados, rogándole a Dios que se lo devolviera en caso de absolución. Años más tarde, un pescador llevó un pez a la cocina del obispado, dentro del cual se encontró el anillo. Este se conserva en la catedral de Metz.
El segundo milagro ocurrió cuando decidió renunciar como Obispo. En ese momento, se produjo un incendio en los sótanos del Palacio Real que amenazaba con extenderse a la ciudad de Metz. El amor a su pueblo y su coraje hizo que se pusiese frente al fuego pronunciando la frase «Si Dios quiere que me consuma, estoy en sus manos». El incendio se detuvo de inmediato.
Y el tercer milagro, que lo convertiría en santo patrono de los cerveceros: Tras su fallecimiento, los habitantes de Metz pidieron que su cuerpo fuese trasladado de nuevo a su ciudad para ser enterrado en su iglesia. El camino que llevaría de vuelta a san Arnulfo era demasiado largo, por lo que se decidió parar la procesión ceremonial en la ciudad de Champigneulles, Francia. Los fieles que pretendieron adquirir cervezas en una taberna se encontraron con que sólo quedaba un tarro, que tendrían que repartir entre todos. Pero, para su asombro, el tarro de cerveza nunca se terminaba, por lo que todos y cada uno de ellos pudieron saciar su sed.