La tumba del Apóstol
Alrededor del año 813, o 820 según otras fuentes, en tiempos del rey de Asturias Alfonso II el Casto, un ermitaño cristiano llamado Paio (Pelayo) le dijo al obispo gallego Teodomiro, de Iria Flavia (España), que había visto unas luces brillando sobre un monte deshabitado. En el mismo hallaron una tumba, probablemente de origen romano, donde se encontraba un cuerpo decapitado con la cabeza bajo el brazo. El rey ordenó construir una iglesia encima del cementerio, origen de la Catedral de Santiago de Compostela, epíteto que proviene de campus stellae: «campo de las estrellas», debido a las luces que aparecieron sobre el cementerio, o bien de compositum tellus, es decir: «Terreno bien dispuesto».
En el mes de mayo de 1589, Francis Drake amenazó Compostela después de desembarcar en La Coruña. El Arzobispo, Juan de Sanclemente, acordó con el Cabildo de la Catedral ocultar cuanto de importante había en ella. Por ello, los restos fueron depositados en un escondrijo dentro del ábside de la capilla mayor, detrás del altar. Tales restos fueron encontrados a treinta metros de profundidad respecto del suelo en las excavaciones realizadas en la Catedral en 1878 y 1879 por Antonio López Ferreiro. La configuración actual de la cripta bajo el altar procede de las excavaciones realizadas a finales del siglo xix. Los restos fueron depositados en una urna de plata realizada en 1886 por los orfebres Rey Martínez, dentro de un cofre de madera forrado con terciopelo rojo y con tres compartimentos, para Santiago, Atanasio y Teodoro.
En tales excavaciones, se pudo encontrar, entre los restos de un mausoleo romano, una inscripción sepulcral en griego, Athanasios martyr y los restos de tres personas distintas: dos de edad mediana y una en el último tercio de vida, lo que llevó a identificarlos con los tradicionales Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro. No obstante, el papa León XIII nombró una Congregación extraordinaria para el estudio de estos restos. Los documentos enviados a Roma, sin embargo, no le satisficieron, enviando a monseñor Agostino Caprara, promotor de la Fe en el proceso, a Santiago para que examinara sobre el terreno los restos y tomase declaración a quienes intervinieron. Caprara, no obstante, mandó analizar primero el presunto resto de Santiago venerado en Pistoia, tarea que estuvo a cargo del Doctor Chiapelli, quien dictaminó que se trataba de una apófisis mastoidea derecha con restos de sangre coagulada, pieza que habría sido separada a consecuencia de una decapitación.
El 8 de junio de 1884 llega a Santiago, y en el examen se constata que uno de los tres cráneos carece de apófisis mastoidea derecha. La resolución de la Congregación fue publicada el 25 de julio del mismo año, festividad de Santiago. León XIII publicó el 1 de noviembre del mismo año la Bula Deus Omnipotens, donde hacía un repaso a la historia del Santuario y llamaba a emprender nuevas peregrinaciones a Santiago.
Sin embargo, quedaba por constatar la datación cronológica de los restos, lo que llevó a mediados del siglo xx a voces críticas. Así, Claudio Sánchez Albornoz:
... pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Solo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII.
C. Sánchez Albornoz: "En los albores del culto jacobeo", en Compostellanum 16 (1971) pp. 37-71.
Por una parte, se ha documentado arqueológicamente la existencia previa de una necrópolis dolménica y luego de un cementerio utilizado en época romana y sueva. Estos descubrimientos prueban que Compostela era una necrópolis precristiana, pero no resuelven la cuestión respecto a la tumba de Santiago, cuyos restos podrían pertenecer bien al mismo apóstol (el tráfico de reliquias comenzaba a desarrollarse en ese periodo), bien a cualquier otro mártir cristiano. Incluso se ha propuesto que se trata de los restos de Prisciliano. En 1955 se encontró, en las proximidades de la tumba, la cubierta sepulcral de Teodomiro, lo que confirma que quiso enterrarse en el lugar de su propio hallazgo.
En 1988, dos académicos de la Real Academia de la Historia, el filólogo Isidoro Millán González-Pardo y el arqueólogo Antonio Blanco Freijeiro, afirman haber hallado la inscripción martyr y una referencia a Atanasio en una piedra datada a finales del s. I o principios del s. II, lo cual, sostienen, confirma indirectamente la presencia en el lugar de los restos del Apóstol.
Estudios arqueológicos muestran que en el actual santuario Compostela existió, desde el siglo I, un pequeño (no más de una hectárea) asentamiento hispanorromano junto al cual hubo un cementerio, algunas de cuyas lápidas han sido halladas y leídas. Entre ellas se encuentra la de una familia, llamada Modesta. Una de ellas, en mármol, fue encontrada en la antigua cripta y corresponde a una dama del siglo II, llamada Atia Modesta.
Un estudio desarrollado por Enrique Alarcón, profesor de Filosofía de la Universidad de Navarra, publicado el 24 de junio de 2011, en el ámbito de la clausura de la «Cátedra Camino de Santiago», ampliado en un estudio de 201311 y reeditado en un volumen en colaboración con Piotr Roszak, se basa en un estudio epigráfico sobre reproducciones fotográficas de las inscripciones mencionadas, por no tener acceso a los originales. El catedrático, cuyos estudios no han sido publicados en revistas de arqueología, considera que evidencian un culto funerario particular a Santiago, al menos ya en el siglo II, en la cripta, parte de un complejo funerario de la dama romana Atia Modesta a quien Alarcón considera cristiana y no pagana como otros estudiosos.
Además, afirma haber hallado la inscripción Ya'akov (Santiago, en hebreo), con simbología propia de la estética sepulcral judeocristiana del s. I., análogas a las halladas en los osarios de Dominus Flevit. Añade que una de las inscripciones contiene referencias a la fiesta judía de Shavu'ot con representación de panes rituales e indica que estos panes dejaron de usarse en torno al 70 con motivo de la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos, lo que posibilitaría ubicar cronológicamente la tumba.
Alrededor del año 813, o 820 según otras fuentes, en tiempos del rey de Asturias Alfonso II el Casto, un ermitaño cristiano llamado Paio (Pelayo) le dijo al obispo gallego Teodomiro, de Iria Flavia (España), que había visto unas luces brillando sobre un monte deshabitado. En el mismo hallaron una tumba, probablemente de origen romano, donde se encontraba un cuerpo decapitado con la cabeza bajo el brazo. El rey ordenó construir una iglesia encima del cementerio, origen de la Catedral de Santiago de Compostela, epíteto que proviene de campus stellae: «campo de las estrellas», debido a las luces que aparecieron sobre el cementerio, o bien de compositum tellus, es decir: «Terreno bien dispuesto».
En el mes de mayo de 1589, Francis Drake amenazó Compostela después de desembarcar en La Coruña. El Arzobispo, Juan de Sanclemente, acordó con el Cabildo de la Catedral ocultar cuanto de importante había en ella. Por ello, los restos fueron depositados en un escondrijo dentro del ábside de la capilla mayor, detrás del altar. Tales restos fueron encontrados a treinta metros de profundidad respecto del suelo en las excavaciones realizadas en la Catedral en 1878 y 1879 por Antonio López Ferreiro. La configuración actual de la cripta bajo el altar procede de las excavaciones realizadas a finales del siglo xix. Los restos fueron depositados en una urna de plata realizada en 1886 por los orfebres Rey Martínez, dentro de un cofre de madera forrado con terciopelo rojo y con tres compartimentos, para Santiago, Atanasio y Teodoro.
En tales excavaciones, se pudo encontrar, entre los restos de un mausoleo romano, una inscripción sepulcral en griego, Athanasios martyr y los restos de tres personas distintas: dos de edad mediana y una en el último tercio de vida, lo que llevó a identificarlos con los tradicionales Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro. No obstante, el papa León XIII nombró una Congregación extraordinaria para el estudio de estos restos. Los documentos enviados a Roma, sin embargo, no le satisficieron, enviando a monseñor Agostino Caprara, promotor de la Fe en el proceso, a Santiago para que examinara sobre el terreno los restos y tomase declaración a quienes intervinieron. Caprara, no obstante, mandó analizar primero el presunto resto de Santiago venerado en Pistoia, tarea que estuvo a cargo del Doctor Chiapelli, quien dictaminó que se trataba de una apófisis mastoidea derecha con restos de sangre coagulada, pieza que habría sido separada a consecuencia de una decapitación.
El 8 de junio de 1884 llega a Santiago, y en el examen se constata que uno de los tres cráneos carece de apófisis mastoidea derecha. La resolución de la Congregación fue publicada el 25 de julio del mismo año, festividad de Santiago. León XIII publicó el 1 de noviembre del mismo año la Bula Deus Omnipotens, donde hacía un repaso a la historia del Santuario y llamaba a emprender nuevas peregrinaciones a Santiago.
Sin embargo, quedaba por constatar la datación cronológica de los restos, lo que llevó a mediados del siglo xx a voces críticas. Así, Claudio Sánchez Albornoz:
... pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Solo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII.
C. Sánchez Albornoz: "En los albores del culto jacobeo", en Compostellanum 16 (1971) pp. 37-71.
Por una parte, se ha documentado arqueológicamente la existencia previa de una necrópolis dolménica y luego de un cementerio utilizado en época romana y sueva. Estos descubrimientos prueban que Compostela era una necrópolis precristiana, pero no resuelven la cuestión respecto a la tumba de Santiago, cuyos restos podrían pertenecer bien al mismo apóstol (el tráfico de reliquias comenzaba a desarrollarse en ese periodo), bien a cualquier otro mártir cristiano. Incluso se ha propuesto que se trata de los restos de Prisciliano. En 1955 se encontró, en las proximidades de la tumba, la cubierta sepulcral de Teodomiro, lo que confirma que quiso enterrarse en el lugar de su propio hallazgo.
En 1988, dos académicos de la Real Academia de la Historia, el filólogo Isidoro Millán González-Pardo y el arqueólogo Antonio Blanco Freijeiro, afirman haber hallado la inscripción martyr y una referencia a Atanasio en una piedra datada a finales del s. I o principios del s. II, lo cual, sostienen, confirma indirectamente la presencia en el lugar de los restos del Apóstol.
Estudios arqueológicos muestran que en el actual santuario Compostela existió, desde el siglo I, un pequeño (no más de una hectárea) asentamiento hispanorromano junto al cual hubo un cementerio, algunas de cuyas lápidas han sido halladas y leídas. Entre ellas se encuentra la de una familia, llamada Modesta. Una de ellas, en mármol, fue encontrada en la antigua cripta y corresponde a una dama del siglo II, llamada Atia Modesta.
Un estudio desarrollado por Enrique Alarcón, profesor de Filosofía de la Universidad de Navarra, publicado el 24 de junio de 2011, en el ámbito de la clausura de la «Cátedra Camino de Santiago», ampliado en un estudio de 201311 y reeditado en un volumen en colaboración con Piotr Roszak, se basa en un estudio epigráfico sobre reproducciones fotográficas de las inscripciones mencionadas, por no tener acceso a los originales. El catedrático, cuyos estudios no han sido publicados en revistas de arqueología, considera que evidencian un culto funerario particular a Santiago, al menos ya en el siglo II, en la cripta, parte de un complejo funerario de la dama romana Atia Modesta a quien Alarcón considera cristiana y no pagana como otros estudiosos.
Además, afirma haber hallado la inscripción Ya'akov (Santiago, en hebreo), con simbología propia de la estética sepulcral judeocristiana del s. I., análogas a las halladas en los osarios de Dominus Flevit. Añade que una de las inscripciones contiene referencias a la fiesta judía de Shavu'ot con representación de panes rituales e indica que estos panes dejaron de usarse en torno al 70 con motivo de la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos, lo que posibilitaría ubicar cronológicamente la tumba.