Juventud
El contador mayor de la Hacienda de Castilla, el hidalgo Juan Velázquez de Cuéllar, le pidió al señor de Loyola que mandase a Arévalo a uno de sus hijos para tenerlo en su casa como propio. María de Velasco, mujer del contador mayor de Castilla, era pariente de la madre de san Ignacio y es posible que existiese una estrecha amistad entre ambas familias antes de esta petición.
Se desconoce la fecha del traslado de san Ignacio a Arévalo. El historiador jesuita Fidel Fita dice que ocurrió en 1496 pero Cándido de Dalmases lo atrasa hasta entre 1504 y 1507.
Juan Velázquez de Cuéllar fue contador mayor desde 1495 y miembro del Consejo Real desde 1497. Su casa estaba en Arévalo pero estaba obligado a seguir a la Corte itinerante de los Reyes Católicos.
Juan Velázquez fue albacea testamentario de los reyes Isabel y Fernando. Cuando Isabel la Católica murió en 1504 numerosos objetos que habían pertenecido a la soberana pasaron por la casa del contador mayor en Arévalo y fueron vendidos. Entre estos objetos había libros religiosos, algunos de los cuales fueron adquiridos por María de Velasco. De este modo, san Ignacio pudo haber tenido acceso a libros que pertenecieron a Isabel.
Fernando el Católico se casó en segundas nupcias con Germana de Foix. María de Velasco sirvió a Germana y eran íntimas amigas.
Según Ribadeneira, san Ignacio era muy buen escribano y perfeccionó su letra en Arévalo. Según Juan Alfonso de Polanco, en este tiempo san Ignacio escribió un poema al apóstol san Pedro.
También entabló amistad con Alonso de Montalvo, un paje del contador mayor que llegaría a ser un noble muy rico.
Sobre su personalidad en estos tiempos, el mismo san Ignacio dijo que hasta los 26 años fue «dado a las vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas con un grande y vano deseo de ganar honra».
Él, su hermano Pero y algunos otros miembros del clan familiar fueron acusados de cometer actos de violencia contra el clero de la parroquia de Azpeitia, con el que tenían discrepancias, el Carnaval de 1515. El crimen habría tenido lugar "de noche, con propósito deliberado, a traición y con una emboscada". Hubo un proceso penal, del que se conservan algunos documentos, y finalmente salió liberado.
Fernando el Católico estuvo con Juan Velázquez en Segovia, Burgos, Valladolid, Tordesillas, Medina del Campo, Madrid y Toledo. El historiador jesuita Luis Fernández Martín dice que en 1508 Fernando el Católico estuvo con este contador mayor en Córdoba y Sevilla. Hay documentación que demuestra que Fernando estuvo con sus contadores mayores de nuevo en Sevilla en 1511. Es muy posible que san Ignacio acompañase a Juan Velázquez en estos viajes.
Fernando el Católico murió en enero de 1516, lo que trajo la ruina de Juan Velázquez. Carlos I dispuso que se diesen a Germana de Foix las villas de Arévalo, Madrigal de las Altas Torres, Olmedo y Santa María la Real de Nieva. Las dos primeras localidades habían sido confiadas a Juan Velázquez previamente y se dispuso que este las tuviera en nombre de Germana y que se le diesen honores a esta. Esto no suponía un perjuicio económico para Juan Velázquez, pero él se negó y puso Arévalo en pie de guerra. Según Prudencio de Sandoval, esto duró entre noviembre de 1516 y marzo de 1517. Juan Velázquez, que arrastraba una deuda de 16 millones de maravedís y que había perdido en la lucha a su primogénito Gutierre, fue en junio de 1517 a Madrid a ver al cardenal Cisneros y murió en esta ciudad el 12 de agosto de ese año.
María de Velasco le dio a san Ignacio 500 escudos y dos caballos para que fuese a Pamplona a ofrecerse a servir al duque de Nájera, Antonio Manrique de Lara, que desde mayo de 1516 era virrey de Navarra. El virrey le nombró gentilhombre.
Antonio Manrique de Lara estuvo con Carlos I en las Cortes de Valladolid de 1518. Es posible que san Ignacio le acompañase. En este lugar su hermano, Martín García, señor de Loyola, obtuvo permiso del monarca para instituir un mayorazgo gracias a la intervención del duque de Nájera.
En el contexto de la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520-1522), la villa de Nájera se rebeló contra Antonio Manrique de Lara. El 18 de septiembre de 1520 san Ignacio tomó parte en la expedición que sometió a los rebeldes. Según Juan Alfonso de Polanco algunos de los expedicionarios se dedicaron al saqueo pero san Ignacio no cayó en eso, dando muestras de "de grande y noble ánimo y liberal".
En 1521 algunas villas de Guipúzcoa, entre las que se encontraban Azpeitia y Azcoitia, protestaron contra el nombramiento de Cristóbal de Acuña como corregidor de la provincia argumentando que aquello iba contra sus fueros. Según Juan Alfonso de Polanco, el duque de Nájera se sirvió de san Ignacio para solucionar el conflicto, llegándose a firmar un laudo arbitral el 12 de abril de 1521. Polanco añade que san Ignacio dio muestras "de ser ingenioso y prudente en las cosas del mundo y de saber tratar los ánimos de los hombres, especialmente en saber acordar diferencias o discordias".
En 1512 las tropas castellanas habían conquistado el Reino de Navarra. En 1521 el rey Francisco I de Francia decidió apoyar a Enrique de Albret en sus aspiraciones al trono de Navarra, contando con el apoyo de los navarros agramonteses. El virrey de Navarra se fue a Segovia para pedir los refuerzos necesarios para defender el territorio y dejó a Pedro de Beaumont a cargo de la defensa de Pamplona. Los vecinos y el concejo de Pamplona argumentaron que el mando les correspondía a ellos en ausencia del virrey y decidieron marcharse.
En mayo de 1521 llegaron a Pamplona Martín García de Oñaz y su hermano san Ignacio con un grupo de soldados que habían reunido en Guipúzcoa. Martín García vio el panorama y decidió marcharse con las tropas pero san Ignacio consideró que aquello era huir y decidió ir al castillo de Pamplona para participar en la defensa de la ciudad. El 19 de mayo se encerró en el castillo también su alcaide, Miguel de Herrera. Ese mismo día los diputados de Pamplona juraron en Villava lealtad a Enrique de Albret.
Los franceses conquistaron Pamplona y fueron a tomar el castillo, que entonces estaba en obras. Según el historiador jesuita Joseph Marie Cros entre los atacantes estaban dos hermanos de san Francisco Javier: Miguel y Juan de Jassu. San Ignacio logró evitar que se llegase a una capitulación. En el combate, una bala de culebrina o falconete le rompió una pierna y le lastimó la otra. El jesuita Niccolò Orlandini dice que esto ocurrió el 20 de mayo de 1521, lunes de Pentecostés. La rendición del castillo tuvo lugar el día 23 o 24 de mayo.
Los franceses le practicaron las primeras curas a san Ignacio y los españoles le llevaron en unas andas a la casa de Esteban de Zuasti. Luego, fue trasladado a la casa de Loyola, donde le recibió el matrimonio de Martín García y Magdalena de Araoz.
Según el propio san Ignacio, los huesos fueron colocados mal en la primera cura y hubo que operarle otra vez. Su salud empeoró y, el 28 de junio, los médicos dijeron que si no mejoraba antes de la medianoche iba a morir. Esa misma noche, víspera de la festividad de San Pedro y San Pablo, empezó a encontrarse mejor.
Los huesos se fueron soldando pero en una de las piernas un hueso quedó montado sobre el otro, haciendo que fuese más corta y con un bulto. Por esto, decidió someterse a una nueva operación más dolorosa que la anterior.
San Ignacio dijo que le trataron médicos y cirujanos, en plural, y se conoce el nombre de un cirujano que le trató: Martín de Iztiola, de Azpeitia.
El contador mayor de la Hacienda de Castilla, el hidalgo Juan Velázquez de Cuéllar, le pidió al señor de Loyola que mandase a Arévalo a uno de sus hijos para tenerlo en su casa como propio. María de Velasco, mujer del contador mayor de Castilla, era pariente de la madre de san Ignacio y es posible que existiese una estrecha amistad entre ambas familias antes de esta petición.
Se desconoce la fecha del traslado de san Ignacio a Arévalo. El historiador jesuita Fidel Fita dice que ocurrió en 1496 pero Cándido de Dalmases lo atrasa hasta entre 1504 y 1507.
Juan Velázquez de Cuéllar fue contador mayor desde 1495 y miembro del Consejo Real desde 1497. Su casa estaba en Arévalo pero estaba obligado a seguir a la Corte itinerante de los Reyes Católicos.
Juan Velázquez fue albacea testamentario de los reyes Isabel y Fernando. Cuando Isabel la Católica murió en 1504 numerosos objetos que habían pertenecido a la soberana pasaron por la casa del contador mayor en Arévalo y fueron vendidos. Entre estos objetos había libros religiosos, algunos de los cuales fueron adquiridos por María de Velasco. De este modo, san Ignacio pudo haber tenido acceso a libros que pertenecieron a Isabel.
Fernando el Católico se casó en segundas nupcias con Germana de Foix. María de Velasco sirvió a Germana y eran íntimas amigas.
Según Ribadeneira, san Ignacio era muy buen escribano y perfeccionó su letra en Arévalo. Según Juan Alfonso de Polanco, en este tiempo san Ignacio escribió un poema al apóstol san Pedro.
También entabló amistad con Alonso de Montalvo, un paje del contador mayor que llegaría a ser un noble muy rico.
Sobre su personalidad en estos tiempos, el mismo san Ignacio dijo que hasta los 26 años fue «dado a las vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas con un grande y vano deseo de ganar honra».
Él, su hermano Pero y algunos otros miembros del clan familiar fueron acusados de cometer actos de violencia contra el clero de la parroquia de Azpeitia, con el que tenían discrepancias, el Carnaval de 1515. El crimen habría tenido lugar "de noche, con propósito deliberado, a traición y con una emboscada". Hubo un proceso penal, del que se conservan algunos documentos, y finalmente salió liberado.
Fernando el Católico estuvo con Juan Velázquez en Segovia, Burgos, Valladolid, Tordesillas, Medina del Campo, Madrid y Toledo. El historiador jesuita Luis Fernández Martín dice que en 1508 Fernando el Católico estuvo con este contador mayor en Córdoba y Sevilla. Hay documentación que demuestra que Fernando estuvo con sus contadores mayores de nuevo en Sevilla en 1511. Es muy posible que san Ignacio acompañase a Juan Velázquez en estos viajes.
Fernando el Católico murió en enero de 1516, lo que trajo la ruina de Juan Velázquez. Carlos I dispuso que se diesen a Germana de Foix las villas de Arévalo, Madrigal de las Altas Torres, Olmedo y Santa María la Real de Nieva. Las dos primeras localidades habían sido confiadas a Juan Velázquez previamente y se dispuso que este las tuviera en nombre de Germana y que se le diesen honores a esta. Esto no suponía un perjuicio económico para Juan Velázquez, pero él se negó y puso Arévalo en pie de guerra. Según Prudencio de Sandoval, esto duró entre noviembre de 1516 y marzo de 1517. Juan Velázquez, que arrastraba una deuda de 16 millones de maravedís y que había perdido en la lucha a su primogénito Gutierre, fue en junio de 1517 a Madrid a ver al cardenal Cisneros y murió en esta ciudad el 12 de agosto de ese año.
María de Velasco le dio a san Ignacio 500 escudos y dos caballos para que fuese a Pamplona a ofrecerse a servir al duque de Nájera, Antonio Manrique de Lara, que desde mayo de 1516 era virrey de Navarra. El virrey le nombró gentilhombre.
Antonio Manrique de Lara estuvo con Carlos I en las Cortes de Valladolid de 1518. Es posible que san Ignacio le acompañase. En este lugar su hermano, Martín García, señor de Loyola, obtuvo permiso del monarca para instituir un mayorazgo gracias a la intervención del duque de Nájera.
En el contexto de la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520-1522), la villa de Nájera se rebeló contra Antonio Manrique de Lara. El 18 de septiembre de 1520 san Ignacio tomó parte en la expedición que sometió a los rebeldes. Según Juan Alfonso de Polanco algunos de los expedicionarios se dedicaron al saqueo pero san Ignacio no cayó en eso, dando muestras de "de grande y noble ánimo y liberal".
En 1521 algunas villas de Guipúzcoa, entre las que se encontraban Azpeitia y Azcoitia, protestaron contra el nombramiento de Cristóbal de Acuña como corregidor de la provincia argumentando que aquello iba contra sus fueros. Según Juan Alfonso de Polanco, el duque de Nájera se sirvió de san Ignacio para solucionar el conflicto, llegándose a firmar un laudo arbitral el 12 de abril de 1521. Polanco añade que san Ignacio dio muestras "de ser ingenioso y prudente en las cosas del mundo y de saber tratar los ánimos de los hombres, especialmente en saber acordar diferencias o discordias".
En 1512 las tropas castellanas habían conquistado el Reino de Navarra. En 1521 el rey Francisco I de Francia decidió apoyar a Enrique de Albret en sus aspiraciones al trono de Navarra, contando con el apoyo de los navarros agramonteses. El virrey de Navarra se fue a Segovia para pedir los refuerzos necesarios para defender el territorio y dejó a Pedro de Beaumont a cargo de la defensa de Pamplona. Los vecinos y el concejo de Pamplona argumentaron que el mando les correspondía a ellos en ausencia del virrey y decidieron marcharse.
En mayo de 1521 llegaron a Pamplona Martín García de Oñaz y su hermano san Ignacio con un grupo de soldados que habían reunido en Guipúzcoa. Martín García vio el panorama y decidió marcharse con las tropas pero san Ignacio consideró que aquello era huir y decidió ir al castillo de Pamplona para participar en la defensa de la ciudad. El 19 de mayo se encerró en el castillo también su alcaide, Miguel de Herrera. Ese mismo día los diputados de Pamplona juraron en Villava lealtad a Enrique de Albret.
Los franceses conquistaron Pamplona y fueron a tomar el castillo, que entonces estaba en obras. Según el historiador jesuita Joseph Marie Cros entre los atacantes estaban dos hermanos de san Francisco Javier: Miguel y Juan de Jassu. San Ignacio logró evitar que se llegase a una capitulación. En el combate, una bala de culebrina o falconete le rompió una pierna y le lastimó la otra. El jesuita Niccolò Orlandini dice que esto ocurrió el 20 de mayo de 1521, lunes de Pentecostés. La rendición del castillo tuvo lugar el día 23 o 24 de mayo.
Los franceses le practicaron las primeras curas a san Ignacio y los españoles le llevaron en unas andas a la casa de Esteban de Zuasti. Luego, fue trasladado a la casa de Loyola, donde le recibió el matrimonio de Martín García y Magdalena de Araoz.
Según el propio san Ignacio, los huesos fueron colocados mal en la primera cura y hubo que operarle otra vez. Su salud empeoró y, el 28 de junio, los médicos dijeron que si no mejoraba antes de la medianoche iba a morir. Esa misma noche, víspera de la festividad de San Pedro y San Pablo, empezó a encontrarse mejor.
Los huesos se fueron soldando pero en una de las piernas un hueso quedó montado sobre el otro, haciendo que fuese más corta y con un bulto. Por esto, decidió someterse a una nueva operación más dolorosa que la anterior.
San Ignacio dijo que le trataron médicos y cirujanos, en plural, y se conoce el nombre de un cirujano que le trató: Martín de Iztiola, de Azpeitia.