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Desde La Rioja hasta Barcelona el camino pasaba por Tudela, Pedrola, Zaragoza, Lérida, Cervera e Igualada.
En un pueblo cercano a Barcelona, posiblemente Igualada, compró unas esparteñas para los pies y una tela de saco para hacerse una túnica de peregrino. Solo se puso una de las esparteñas, en el pie derecho, ya que la pierna derecha era la que tenía más dañada.
Llegó al Monasterio de Montserrat, de los benedictinos, donde hizo una confesión general de toda su vida con el fraile francés Juan Chanon. El 24 de marzo se quedó solo con la túnica de peregrino y entregó el resto de su ropa a un pobre. Luego llevó a cabo una vigilia ante el altar de la Virgen de Montserrat la noche entre el 24 y el 25 de marzo de 1522.
Decidió dirigirse unos días al Hospital de Santa Lucía de Manresa, a donde llegó el 25 de marzo. San Ignacio dijo que evitó quedarse en la ciudad de Barcelona para no ser reconocido. Es posible que le preocupase encontrarse con la comitiva del papa Adriano VI, entre la cual había funcionarios que le conocían, aunque por entonces este grupo se encontraba todavía en Zaragoza.
Se dio la circunstancia de que por aquel entonces hubo una epidemia de peste en Barcelona y se prohibió entrar a los forasteros. Otro asunto era que para viajar a Jerusalén era preciso que el papa le diese autorización en la Pascua, que ese año caía el 22 de abril, y le era imposible llegar a Roma antes de esa fecha. Estas debieron ser las causas por las que pasó en Manresa once meses.
En Manresa se alojó en el Hospital de Santa Lucía, en el convento de los dominicos (donde fue su confesor Garcelán Perelló) y en casas de bienhechores apellidados Ferrer, Amigant y Canyelles. Se retiraba a rezar a una cueva en la ladera de un monte junto al río Cardener.
Ribadeneira y Polanco cuentan que un sábado, estando san Ignacio en el Hospital de Santa Lucía de Manresa, quedó inconsciente y volvió en sí el siguiente sábado diciendo "Ay, Jesús". El jesuita del siglo XVII Daniello Bartoli dijo que san Ignacio tuvo una visión de la Compañía de Jesús en este episodio, pero esto se desconoce. Este ha sido llamado el Rapto de San Ignacio.
En otra ocasión, él mismo narró que cuando se dirigía a la Iglesia de San Pablo de Manresa tuvo una experiencia mística, diferente de una visión, en la que le sobrevino mucho conocimiento. Este episodio ha sido llamado la Ilustración del Cardener. Después de esto, se puso de rodillas frente a la Cruz del Tort, que había en el camino. Los jesuitas Nicolás Lanicici y Nicolás Orlandini confundieron este hecho con el Rapto de San Ignacio.
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Desde La Rioja hasta Barcelona el camino pasaba por Tudela, Pedrola, Zaragoza, Lérida, Cervera e Igualada.
En un pueblo cercano a Barcelona, posiblemente Igualada, compró unas esparteñas para los pies y una tela de saco para hacerse una túnica de peregrino. Solo se puso una de las esparteñas, en el pie derecho, ya que la pierna derecha era la que tenía más dañada.
Llegó al Monasterio de Montserrat, de los benedictinos, donde hizo una confesión general de toda su vida con el fraile francés Juan Chanon. El 24 de marzo se quedó solo con la túnica de peregrino y entregó el resto de su ropa a un pobre. Luego llevó a cabo una vigilia ante el altar de la Virgen de Montserrat la noche entre el 24 y el 25 de marzo de 1522.
Decidió dirigirse unos días al Hospital de Santa Lucía de Manresa, a donde llegó el 25 de marzo. San Ignacio dijo que evitó quedarse en la ciudad de Barcelona para no ser reconocido. Es posible que le preocupase encontrarse con la comitiva del papa Adriano VI, entre la cual había funcionarios que le conocían, aunque por entonces este grupo se encontraba todavía en Zaragoza.
Se dio la circunstancia de que por aquel entonces hubo una epidemia de peste en Barcelona y se prohibió entrar a los forasteros. Otro asunto era que para viajar a Jerusalén era preciso que el papa le diese autorización en la Pascua, que ese año caía el 22 de abril, y le era imposible llegar a Roma antes de esa fecha. Estas debieron ser las causas por las que pasó en Manresa once meses.
En Manresa se alojó en el Hospital de Santa Lucía, en el convento de los dominicos (donde fue su confesor Garcelán Perelló) y en casas de bienhechores apellidados Ferrer, Amigant y Canyelles. Se retiraba a rezar a una cueva en la ladera de un monte junto al río Cardener.
Ribadeneira y Polanco cuentan que un sábado, estando san Ignacio en el Hospital de Santa Lucía de Manresa, quedó inconsciente y volvió en sí el siguiente sábado diciendo "Ay, Jesús". El jesuita del siglo XVII Daniello Bartoli dijo que san Ignacio tuvo una visión de la Compañía de Jesús en este episodio, pero esto se desconoce. Este ha sido llamado el Rapto de San Ignacio.
En otra ocasión, él mismo narró que cuando se dirigía a la Iglesia de San Pablo de Manresa tuvo una experiencia mística, diferente de una visión, en la que le sobrevino mucho conocimiento. Este episodio ha sido llamado la Ilustración del Cardener. Después de esto, se puso de rodillas frente a la Cruz del Tort, que había en el camino. Los jesuitas Nicolás Lanicici y Nicolás Orlandini confundieron este hecho con el Rapto de San Ignacio.
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