En Roma se alojaron en el hospicio adosado a la Iglesia de Santiago de los Españoles.
Uno de los consejeros del hospicio romano era Pedro Ortiz, que les consiguió una audiencia con el papa Paulo III el 3 de abril en el Castillo de Sant'Angelo. Comieron juntos y hablaron de teología, quedando el papa muy satisfecho. Paulo III les dio su bendición, les concedió verbalmente el permiso para ir a Jerusalén y les entregó 60 ducados para el viaje. Otros cardenales y miembros de la curia hicieron lo mismo que el papa, llegando a juntar san Ignacio y sus compañeros 260 ducados.
El 27 de abril de 1537 les fueron expedidos dos documentos: el permiso para ir a Jerusalén y las dimisorias, firmadas por el cardenal Antonio Pucci, para ser ordenados sacerdotes por cualquier obispo.
San Ignacio y sus compañeros regresaron a Venecia a principios de mayo de 1537 para esperar un barco que partiese en dirección a Tierra Santa, pero aquel año no salió ninguno por la guerra que tenía lugar en el Mediterráneo contra los otomanos.
En Venecia se dedicaron a labores asistenciales. El 31 de mayo, tras participar en la procesión del Corpus Christi, fueron presentados al dux Andrea Gritti.
Vicente Nigusanti, obispo de Arbe, ordenó como religiosos a san Ignacio y a la mayoría de sus compañeros, que aún no eran sacerdotes. El 10 de junio recibieron las órdenes menores, el 15 de junio el subdiaconado y el 24 de junio el sacerdocio.
Mientras esperaban un barco que zarparse en dirección a Tierra Santa decidieron separarse para dar misa y predicar. El 25 de julio san Ignacio, Fabro y Laínez partieron a Vicenza, Javier y Salmerón a Monselice, Codure y Hoces a Treviso, Jayo, Salmerón y Rodrigues a Bassano del Grappa y Bobabilla y Broët a Verona.
San Ignacio, Fabro y Laínez se alojaron en el abandonado Monasterio de San Pedro en Vivarolo, a las afueras de Vicenza. Cuarenta días después fue con ellos Codure. Luego san Ignacio y Fabro fueron a Bassano del Grappa a visitar a Rodrigues, que se encontraba enfermo.
En octubre de 1537 se juntaron san Ignacio y todos sus compañeros en el monasterio abandonado de Vicenza, menos Javier y Rodrigues, que estaban hospitalizados. Entonces decidieron volver a repartirse. Ignacio, Fabro y Laínez fueron a Roma, Codure y Hoces a Padua, Jayo y Rodrigues a Ferrara, Javier y Bobadilla a Bolonia y Broët y Salmerón a Siena.
Previamente, algunos habían difundido el rumor de que san Ignacio había sido perseguido en España y Francia y que habían quemado una imagen suya. El legado Verallo encargó investigar el asunto a su vicario, Gaspar de Dotti. San Ignacio fue absuelto con una sentencia del 17 de octubre de 1537 y fue llamado a Venecia para escucharla. La sentencia calificó como falsas las acusaciones y le calificó como un sacerdote con buena vida y buena doctrina.
A finales de octubre o principios de noviembre de 1537 san Ignacio partió con Fabro y Laínez a Roma.
En el viaje san Ignacio sintió una voz interior. Según Laínez la voz le dijo a san Ignacio "Yo os seré propicio en Roma". Los jesuitas Jerónimo Nadal y Ribadeneneira escribieron que la voz le dijo, simplemente, "Yo os seré propicio". Nadal, en otro escrito, dice que la voz dijo "Yo estaré con vosotros", que es la frase preferida por Pedro Canisio.
Luego san Ignacio se detuvo con Fabro y Laínez en una iglesia, que según la tradición es una capilla de la localidad de La Storta. Entonces él mismo cuenta que tuvo una visión en la que Dios Padre le ponía con Jesucristo. Laínez dijo que Jesús se le había aparecido a san Ignacio con la cruz a cuestas junto a Dios Padre, que Dios Padre le había dicho a Jesús "Yo quiero que tomes a este como servidor tuyo" y que Jesús, posteriormente, le dijo a san Ignacio "Yo quiero que tú nos sirvas".
En Roma se alojaron en unas casas de Quirino Garzoni, en la actual calle de Sebastianello. San Ignacio se dedicó a dar sus ejercicios espirituales mientras sus dos compañeros daban clases en la Universidad de Roma. Entre los ejercitantes de esta etapa estuvieron el médico Íñigo López, el embajador de Siena Lactancio Tolomei y el cardenal Gasparo Contarini.
En la Cuaresma de 1538 san Ignacio le dio ejercicios espirituales al profesor de Sagrada Escritura Pedro Ortiz en la Abadía de Montecasino. 129 Durante este periodo murió el compañero Diego de Hoces y san Ignacio tuvo una visión de él subiendo al Cielo.
Cuando san Ignacio y Ortiz regresaban a Roma desde Montecasino se encontraron con el eldanense Francisco Estrada. Este hizo los ejercicios espirituales en Roma y pasó a ser otro compañero. En Roma, se les unió también el sacerdote jienense Lorenzo García.
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Uno de los consejeros del hospicio romano era Pedro Ortiz, que les consiguió una audiencia con el papa Paulo III el 3 de abril en el Castillo de Sant'Angelo. Comieron juntos y hablaron de teología, quedando el papa muy satisfecho. Paulo III les dio su bendición, les concedió verbalmente el permiso para ir a Jerusalén y les entregó 60 ducados para el viaje. Otros cardenales y miembros de la curia hicieron lo mismo que el papa, llegando a juntar san Ignacio y sus compañeros 260 ducados.
El 27 de abril de 1537 les fueron expedidos dos documentos: el permiso para ir a Jerusalén y las dimisorias, firmadas por el cardenal Antonio Pucci, para ser ordenados sacerdotes por cualquier obispo.
San Ignacio y sus compañeros regresaron a Venecia a principios de mayo de 1537 para esperar un barco que partiese en dirección a Tierra Santa, pero aquel año no salió ninguno por la guerra que tenía lugar en el Mediterráneo contra los otomanos.
En Venecia se dedicaron a labores asistenciales. El 31 de mayo, tras participar en la procesión del Corpus Christi, fueron presentados al dux Andrea Gritti.
Vicente Nigusanti, obispo de Arbe, ordenó como religiosos a san Ignacio y a la mayoría de sus compañeros, que aún no eran sacerdotes. El 10 de junio recibieron las órdenes menores, el 15 de junio el subdiaconado y el 24 de junio el sacerdocio.
Mientras esperaban un barco que zarparse en dirección a Tierra Santa decidieron separarse para dar misa y predicar. El 25 de julio san Ignacio, Fabro y Laínez partieron a Vicenza, Javier y Salmerón a Monselice, Codure y Hoces a Treviso, Jayo, Salmerón y Rodrigues a Bassano del Grappa y Bobabilla y Broët a Verona.
San Ignacio, Fabro y Laínez se alojaron en el abandonado Monasterio de San Pedro en Vivarolo, a las afueras de Vicenza. Cuarenta días después fue con ellos Codure. Luego san Ignacio y Fabro fueron a Bassano del Grappa a visitar a Rodrigues, que se encontraba enfermo.
En octubre de 1537 se juntaron san Ignacio y todos sus compañeros en el monasterio abandonado de Vicenza, menos Javier y Rodrigues, que estaban hospitalizados. Entonces decidieron volver a repartirse. Ignacio, Fabro y Laínez fueron a Roma, Codure y Hoces a Padua, Jayo y Rodrigues a Ferrara, Javier y Bobadilla a Bolonia y Broët y Salmerón a Siena.
Previamente, algunos habían difundido el rumor de que san Ignacio había sido perseguido en España y Francia y que habían quemado una imagen suya. El legado Verallo encargó investigar el asunto a su vicario, Gaspar de Dotti. San Ignacio fue absuelto con una sentencia del 17 de octubre de 1537 y fue llamado a Venecia para escucharla. La sentencia calificó como falsas las acusaciones y le calificó como un sacerdote con buena vida y buena doctrina.
A finales de octubre o principios de noviembre de 1537 san Ignacio partió con Fabro y Laínez a Roma.
En el viaje san Ignacio sintió una voz interior. Según Laínez la voz le dijo a san Ignacio "Yo os seré propicio en Roma". Los jesuitas Jerónimo Nadal y Ribadeneneira escribieron que la voz le dijo, simplemente, "Yo os seré propicio". Nadal, en otro escrito, dice que la voz dijo "Yo estaré con vosotros", que es la frase preferida por Pedro Canisio.
Luego san Ignacio se detuvo con Fabro y Laínez en una iglesia, que según la tradición es una capilla de la localidad de La Storta. Entonces él mismo cuenta que tuvo una visión en la que Dios Padre le ponía con Jesucristo. Laínez dijo que Jesús se le había aparecido a san Ignacio con la cruz a cuestas junto a Dios Padre, que Dios Padre le había dicho a Jesús "Yo quiero que tomes a este como servidor tuyo" y que Jesús, posteriormente, le dijo a san Ignacio "Yo quiero que tú nos sirvas".
En Roma se alojaron en unas casas de Quirino Garzoni, en la actual calle de Sebastianello. San Ignacio se dedicó a dar sus ejercicios espirituales mientras sus dos compañeros daban clases en la Universidad de Roma. Entre los ejercitantes de esta etapa estuvieron el médico Íñigo López, el embajador de Siena Lactancio Tolomei y el cardenal Gasparo Contarini.
En la Cuaresma de 1538 san Ignacio le dio ejercicios espirituales al profesor de Sagrada Escritura Pedro Ortiz en la Abadía de Montecasino. 129 Durante este periodo murió el compañero Diego de Hoces y san Ignacio tuvo una visión de él subiendo al Cielo.
Cuando san Ignacio y Ortiz regresaban a Roma desde Montecasino se encontraron con el eldanense Francisco Estrada. Este hizo los ejercicios espirituales en Roma y pasó a ser otro compañero. En Roma, se les unió también el sacerdote jienense Lorenzo García.
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