Notas de la espiritualidad de Vianney
Su humildad
Durante casi todo el período de tiempo vivido en Ars, Juan María Vianney experimentó una profunda crisis, derivada en buena medida de considerarse a sí mismo incapaz y no idóneo para el ministerio pastoral. Deseaba retirarse en soledad. Era tan humilde que no se percataba de su propia humildad, y casi se hundía en la preocupación ante la idea de que jamás en la Historia de la Iglesia se había canonizado a un sacerdote parroquial.
Es terrible tener que comparecer ante Dios como sacerdote de una parroquia.
Juan María Vianney
Vianney hacía caso omiso del comportamiento de muchos peregrinos y parroquianos que ya en vida lo consideraron un santo, o de vulgares coleccionistas de reliquias que llegaban a recortar trozos de su sotana mientras él pasaba entre la muchedumbre, o que robaban su breviario o catecismo para tener algo de él.
Y aún en el último año de vida, cuando en la festividad de Corpus Christi, se sintió demasiado débil para transportar la eucaristía en procesión para su adoración, y solo pudo sostener la custodia para bendecir a la gente, lloraba mientras se preguntaba:
No sé si he realizado bien las funciones de mi ministerio.
Juan María Vianney
La humildad, el amor y la fidelidad por su misión en la cotidianidad y simplicidad diarias fueron el esqueleto de su vocación. Y si bien recibió honores, los rechazó sistemáticamente. La cruz de la Legión de Honor que se le otorgara fue vista en público por primera vez cuando se la colocó en su ataúd.
Su humildad
Durante casi todo el período de tiempo vivido en Ars, Juan María Vianney experimentó una profunda crisis, derivada en buena medida de considerarse a sí mismo incapaz y no idóneo para el ministerio pastoral. Deseaba retirarse en soledad. Era tan humilde que no se percataba de su propia humildad, y casi se hundía en la preocupación ante la idea de que jamás en la Historia de la Iglesia se había canonizado a un sacerdote parroquial.
Es terrible tener que comparecer ante Dios como sacerdote de una parroquia.
Juan María Vianney
Vianney hacía caso omiso del comportamiento de muchos peregrinos y parroquianos que ya en vida lo consideraron un santo, o de vulgares coleccionistas de reliquias que llegaban a recortar trozos de su sotana mientras él pasaba entre la muchedumbre, o que robaban su breviario o catecismo para tener algo de él.
Y aún en el último año de vida, cuando en la festividad de Corpus Christi, se sintió demasiado débil para transportar la eucaristía en procesión para su adoración, y solo pudo sostener la custodia para bendecir a la gente, lloraba mientras se preguntaba:
No sé si he realizado bien las funciones de mi ministerio.
Juan María Vianney
La humildad, el amor y la fidelidad por su misión en la cotidianidad y simplicidad diarias fueron el esqueleto de su vocación. Y si bien recibió honores, los rechazó sistemáticamente. La cruz de la Legión de Honor que se le otorgara fue vista en público por primera vez cuando se la colocó en su ataúd.