Su discernimiento
Fueron muchos, entre quienes se arrodillaron en el confesonario de Ars, los que aseguraron que Juan María Vianney parecía saber todo de ellos sin conocerlos. Resulta difícil desestimar esto, por el elevado número y variedad de esos testimonios. A modo de ilustración, se toman dos ejemplos citados por su historiador Francis Trochu y reproducidos por Antonio Royo Marín:
Un joven de Lyon [...] se había confesado con el cura de Ars. De repente, Vianney lo detuvo:
— Amigo, no lo has dicho todo.
— Ayúdeme usted, Padre; no puedo recordar todas mis faltas.
— ¿Y aquellos cirios que hurtaste en la sacristía de San Vicente?
Era exacto.
— ¿Cuánto tiempo lleva usted sin confesarse? —preguntó un día Juan María Vianney a un pecador empedernido que le enviaron—.
— ¡Oh!, cuarenta años.
— Cuarenta y cuatro, replicó Vianney.
El hombre sacó un lápiz e hizo una resta en la pared.
— Es mucha verdad —confesó llanamente—.
Parecía que Vianney conocía a quien tuviese delante, y ciertamente no por haber tenido relación anteriormente, o por haber recibido información previa, ni mucho menos por telepatía. Se considera que la única explicación posible del conjunto es que supiese «leer las conciencias», escrutar el interior del ser humano, e incluso enderezar su camino en el discernimiento vocacional y espiritual.
En su artículo " ¿Cómo responde la Iglesia al suicidio?" Shaun McAfee hace referencia a un incidente descrito en el libro Cure of Ars:
[...] una mujer dijo a Vianney que estaba devastada porque su esposo se había suicidado. Quería acercarse al gran sacerdote, pero su fila a menudo duraba horas y ella no podía alcanzarlo. Estaba lista para rendirse y en un momento de visión mística [...] Vianney exclamó a través de la multitud: « ¡Él está salvo!» La mujer se mostró incrédula, así que el santo repitió, enfatizando cada palabra: «Te digo que está salvo. Está en el purgatorio, y debes orar por él. Entre el parapeto del puente y el agua tuvo tiempo de hacer un acto de contrición.»
Fueron muchos, entre quienes se arrodillaron en el confesonario de Ars, los que aseguraron que Juan María Vianney parecía saber todo de ellos sin conocerlos. Resulta difícil desestimar esto, por el elevado número y variedad de esos testimonios. A modo de ilustración, se toman dos ejemplos citados por su historiador Francis Trochu y reproducidos por Antonio Royo Marín:
Un joven de Lyon [...] se había confesado con el cura de Ars. De repente, Vianney lo detuvo:
— Amigo, no lo has dicho todo.
— Ayúdeme usted, Padre; no puedo recordar todas mis faltas.
— ¿Y aquellos cirios que hurtaste en la sacristía de San Vicente?
Era exacto.
— ¿Cuánto tiempo lleva usted sin confesarse? —preguntó un día Juan María Vianney a un pecador empedernido que le enviaron—.
— ¡Oh!, cuarenta años.
— Cuarenta y cuatro, replicó Vianney.
El hombre sacó un lápiz e hizo una resta en la pared.
— Es mucha verdad —confesó llanamente—.
Parecía que Vianney conocía a quien tuviese delante, y ciertamente no por haber tenido relación anteriormente, o por haber recibido información previa, ni mucho menos por telepatía. Se considera que la única explicación posible del conjunto es que supiese «leer las conciencias», escrutar el interior del ser humano, e incluso enderezar su camino en el discernimiento vocacional y espiritual.
En su artículo " ¿Cómo responde la Iglesia al suicidio?" Shaun McAfee hace referencia a un incidente descrito en el libro Cure of Ars:
[...] una mujer dijo a Vianney que estaba devastada porque su esposo se había suicidado. Quería acercarse al gran sacerdote, pero su fila a menudo duraba horas y ella no podía alcanzarlo. Estaba lista para rendirse y en un momento de visión mística [...] Vianney exclamó a través de la multitud: « ¡Él está salvo!» La mujer se mostró incrédula, así que el santo repitió, enfatizando cada palabra: «Te digo que está salvo. Está en el purgatorio, y debes orar por él. Entre el parapeto del puente y el agua tuvo tiempo de hacer un acto de contrición.»