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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Conferencias...

Conferencias

Después de su bautismo Edith quería entrar en la Orden del Carmelo pero su director espiritual, el vicario general de Espira, se lo desaconsejó y le pidió que enseñara alemán e historia en el instituto y en la escuela normal femenina del convento de las dominicas de la Magdalena de Espira, lo cual hizo desde 1922 hasta 1933.​ Era un gran centro de formación de profesores católicos, religiosos y laicos, de Alemania del sur. Edith Stein se sumergió en la enseñanza mientras que trataba de vivir sus días como los religiosos, orando con regularidad y tratando de ser religiosa según el corazón. Quiso ser, según sus palabras: «religiosa según el corazón, incluso si no llevo el velo y no estoy obligada por la clausura ni por los votos».​ Decidió traducir al alemán, en su tiempo libre, las obras de John Henry Newman, anglicano convertido al catolicismo.​ Continuó con su traducción para una editorial interesada en el trabajo de Newman. Stein comentó al respecto que «ponerse en contacto cercano, como el que da la traducción, con un espíritu como el de Newman es maravilloso para mí. Toda su vida ha sido una constante búsqueda de la verdad en la religión».​

Edith siguió su trabajo de traducción animada por su director espiritual, Erich Przywara, con el de traducir por primera vez los escritos de santo Tomás del latín al alemán, incluidas las Quaestiones disputatae de veritate. La Iglesia católica tenía incluida desde 1879 en la encíclica Aeterni Patris, publicada por el papa León XIII el 4 de agosto de 1879, la filosofía de santo Tomás de Aquino como doctrina oficial de su teología y Edith Stein intuyó la idea de «discusión entre la filosofía tradicional católica y la filosofía moderna».​ Este trabajo tuvo una duración de más de ocho años y la condujo a los siguientes escritos: Las cuestiones de santo Tomás de Aquino sobre la verdad, La fenomenología de Husserl y la filosofía de Santo Tomás de Aquino, Ensayo de estudios comparados, Potencia y acto y Ser finito y Ser eterno. El padre Erich Przywara la alentó a confrontar a santo Tomás de Aquino y la filosofía moderna. La propia Edith dijo a propósito de estos estudios: «se me ocurrió después de leer a santo Tomás que era posible poner el conocimiento al servicio de Dios y fue entonces, y solamente entonces, cuando me atreví a reanudar mi trabajo en serio. Parecía que, de hecho, cuanto más una persona se siente atraída hacia Dios, más se tiene que salir de sí misma para ir al mundo llevando el amor divino».​

A partir de 1926 le pidieron que impartiese conferencias. Esto fue el comienzo de una serie de ellas que la llevó a dar más de treinta en toda Alemania. El abad Raphael Walzer de la abadía de Beuron —su director espiritual a partir de 1928— y el padre Przywara la alentaron a responder de manera afirmativa a estas invitaciones. Comenzó a dar conferencias haciendo largos viajes por Alemania y otros países. Muchas de sus enseñanzas versaban sobre el lugar de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, en la formación de los jóvenes y la antropología. Definitivamente tomó una posición contra el nazismo e hizo una llamada acerca de la dignidad de cada ser humano.​

Durante estas conferencias decía que en la educación no se puede lograr todo por la fuerza sino que debe pasar por el respeto de cada individuo y por la gracia. Por lo tanto, advirtió contra la vigilancia a los alumnos y demostró el papel ejemplar del maestro en la educación, más que los medios coercitivos.​

Su director espiritual la animó a seguir con sus trabajos, precisamente por su estatuto de laica, hecho raro en aquella época.​ Edith tomó parte en el diálogo entre católicos y protestantes en el seno de la educación.​ Edith Stein obtuvo una reputación considerable durante una conferencia en 1930 sobre La ética de las profesiones femeninas. Solo una mujer había tomado la palabra en el Congreso y hablaba de puestos de trabajo de las mujeres y rechazaba la misoginia del tiempo diciendo que «ninguna mujer es solamente una mujer, cada una tiene rasgos individuales y disposiciones específicas, como el hombre, por la capacidad de ejercer tal o cual profesión en el mundo artístico, científico o técnico».​​ Las actas de la conferencia se publicaron en numerosos periódicos de la época. Durante una de estas conferencias discutió con Gertrud von Le Fort, su amiga poetisa. En la Position, Gertrud von Le Fort incluso llegó a afirmar —pero de memoria cuarenta años más tarde— que estuvo en contacto con Edith Stein durante los años 1925 y 1926 por medio del padre Przywara. De este encuentro nació la inspiración de la obra La dernière à l'échafaud, en la que Georges Bernanos se inspiró para escribir Diálogos de carmelitas. En 1932 continuó sus conferencias, en las que solicitaba una educación precoz sobre la sexualidad.​

Edith Stein continuó paralelamente sus estudios de filosofía y fue alentada por Martin Heidegger y Raimund Honecker a seguir en la búsqueda del diálogo entre la filosofía tomista y la filosofía fenomenológica.​ En 1931 terminó sus trabajos en Espira e intentó de nuevo obtener la habilitación para enseñar libremente en Breslau y Friburgo, pero no lo consiguió. Edith encontró un puesto en el instituto de ciencias pedagógicas de Münster,​ dirigido a la enseñanza católica, que fue cerrado por el régimen nazi algunos años más tarde. Participó en septiembre de 1932 en una conferencia en Juvisy-sur-Orge, en Francia, organizada por la Sociedad Tomista, donde habló principalmente de la fenomenología.​ Edith continuó los diálogos con sus amigos filósofos, como Hans Lipps, quien le propuso matrimonio en 1932, petición que Edith rehusó porque ya había encontrado «otro camino».​

Edith Stein fue desvinculándose progresivamente de Edmund Husserl, ya que estaba en desacuerdo con él en cuanto al rol de la teología y de la filosofía. Consideraba que la filosofía tenía por objetivo «profundizar en las necesidades y posibilidades del ser», debido a su función de conocimiento.​ La filosofía de Husserl le parecía un callejón sin salida, ya que no proporcionaba acceso a las cuestiones de ética y filosofía de la religión, no permitiendo un «lugar para Dios».​ La teología y la filosofía «no deben competir sino complementarse y enriquecerse mutuamente».​ La teología podía, efectivamente, según Edith, servir de hipótesis permanente al logos. También criticó el hecho de que la filosofía de Husserl omitía siglos de búsqueda cristiana de la verdad teniendo en cuenta solo los filósofos recientes.​ Esta crítica la continuó mediante el análisis de la obra de Martin Heidegger. Aducía la ignorancia de la filosofía medieval en su análisis y ella le reprochó el «retroceder ante el infinito sin que nada de lo finito o lo finito como tal sea palpable».​

Poco después de la toma del poder por los nazis, las leyes alemanas prohibieron que las mujeres enseñasen en las universidades, así como los judíos. Sin embargo, incluso cuando a ella misma le prohibieron la enseñanza en 1933, la Asociación de Maestros Católicos siguió pagándole una beca.​ Edith Stein se opuso activamente al nazismo y percibió el peligro muy pronto. Cuando le prohibieron dar clases debido a la llegada de Adolf Hitler al poder decidió escribir al papa Pío XI para solicitarle una clara postura de la Iglesia en contra de lo que ella llamaba «la idolatría de raza».​ Esto no se llevó a cabo a causa de la muerte de Pío XI, muerte que dejó incompleta la encíclica Humani generis Unitas que condenaba el antisemitismo y que había comenzado en mayo de 1938. Algunos creen que la carta de Edith Stein pudo tener alguna influencia en el origen de esta encíclica.​ La condena del nazismo por la Iglesia católica tuvo lugar a través de la encíclica Mit brennender Sorge del papa Pío XI sobre la situación de la Iglesia en la Alemania nazi, publicada el 14 de marzo de 1937. Dado que Stein no podía hablar en público debido a las leyes antisemitas pidió al abad Walzer de Beuron entrar en el Carmelo.​

Después de una conversación con un religioso, Stein decidió escribir un libro sobre la «humanidad judía» para ordenar sus pensamientos y lo escribió bajo el título La vida de una familia judía, que cuenta la historia de su familia en un intento de destruir el prejuicio antisemita. Este relato autobiográfico se detiene en 1916, poco antes de su conversión. En la fiesta de santa Teresa de Ávila, el 15 de octubre de 1933, finalmente vio cumplido su sueño: Edith entró en el monasterio.