Descripción de la Liturgia eucarística
Hipólito de Roma consideró la Eucaristía un sacrificio, concretamente el descrito en el Libro de Malaquías (1:10), y es una fuente valiosa sobre cómo se celebraba la Misa en Roma a finales del siglo II y principios del III. Dice de la consagración:
Los diáconos le presentarán la oblación, y él, imponiendo las manos
sobre ella, junto todo con el presbiterio, dirá, dando gracias:
-El Señor esté con vosotros
Todos dirán:
-Y con tu espíritu
-Elevad vuestros corazones
-Los tenemos en el Señor
-Demos gracias al Señor
-Es digno y justo
Y continuará de la manera siguiente:
Te demos gracias, oh Dios,
por Tu amado Hijo Jesucristo,
que en estos últimos tiempos
nos enviaste como Salvador y Redentor
y ángel de Tu voluntad,
que es Tu Palabra inseparable
por quien todo lo creaste
y que según tu beneplácito
hiciste descender del cielo
al seno de la Virgen
y, una vez concebido,
se encarnó y se manifestó
como Hijo Tuyo,
nacido del Espíritu Santo y de la Virgen.
Él, en cumplimiento de Tu voluntad
y para adquirir para Ti un pueblo santo,
extendió sus manos en el momento de sufrir
para librar del sufrimiento
a cuantos creen en Ti.
Él, cuando se entregó a su pasión voluntaria
para destruir la muerte
y romper las cadenas del diablo,
para aplastar al infierno
o iluminar a los justos,
para cumplir toda ley
y manifestar la resurrección,
tomando pan,
dándote gracias dijo:
Tomad, comed, esto es mi cuerpo
partido por vosotros.
De igual manera tomó el cáliz, diciendo:
Esta es mi sangre derramada por vosotros.
Cuando hagáis esto,
lo haréis en mi memoria.
Al hacer memoria, pues,
de su muerte y resurrección,
te ofrecemos este pan y este cáliz,
dándote gracias
porque nos hiciste dignos
de estar en su presencia y servirte.
Y Te pedimos que envíes tu Espíritu Santo
sobre la oblación de Tu santa Iglesia.
Congregándolos en la unidad,
llena con el Espíritu Santo
a cuantos participan de las cosas santas,
para confirmar su fe en la verdad,
a fin de que te alabemos y glorifiquemos
por Tu Hijo Jesucristo,
por quien Te sea dada la gloria y el honor,
con el Espíritu Santo,
en tu santa Iglesia,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Hipólito de Roma consideró la Eucaristía un sacrificio, concretamente el descrito en el Libro de Malaquías (1:10), y es una fuente valiosa sobre cómo se celebraba la Misa en Roma a finales del siglo II y principios del III. Dice de la consagración:
Los diáconos le presentarán la oblación, y él, imponiendo las manos
sobre ella, junto todo con el presbiterio, dirá, dando gracias:
-El Señor esté con vosotros
Todos dirán:
-Y con tu espíritu
-Elevad vuestros corazones
-Los tenemos en el Señor
-Demos gracias al Señor
-Es digno y justo
Y continuará de la manera siguiente:
Te demos gracias, oh Dios,
por Tu amado Hijo Jesucristo,
que en estos últimos tiempos
nos enviaste como Salvador y Redentor
y ángel de Tu voluntad,
que es Tu Palabra inseparable
por quien todo lo creaste
y que según tu beneplácito
hiciste descender del cielo
al seno de la Virgen
y, una vez concebido,
se encarnó y se manifestó
como Hijo Tuyo,
nacido del Espíritu Santo y de la Virgen.
Él, en cumplimiento de Tu voluntad
y para adquirir para Ti un pueblo santo,
extendió sus manos en el momento de sufrir
para librar del sufrimiento
a cuantos creen en Ti.
Él, cuando se entregó a su pasión voluntaria
para destruir la muerte
y romper las cadenas del diablo,
para aplastar al infierno
o iluminar a los justos,
para cumplir toda ley
y manifestar la resurrección,
tomando pan,
dándote gracias dijo:
Tomad, comed, esto es mi cuerpo
partido por vosotros.
De igual manera tomó el cáliz, diciendo:
Esta es mi sangre derramada por vosotros.
Cuando hagáis esto,
lo haréis en mi memoria.
Al hacer memoria, pues,
de su muerte y resurrección,
te ofrecemos este pan y este cáliz,
dándote gracias
porque nos hiciste dignos
de estar en su presencia y servirte.
Y Te pedimos que envíes tu Espíritu Santo
sobre la oblación de Tu santa Iglesia.
Congregándolos en la unidad,
llena con el Espíritu Santo
a cuantos participan de las cosas santas,
para confirmar su fe en la verdad,
a fin de que te alabemos y glorifiquemos
por Tu Hijo Jesucristo,
por quien Te sea dada la gloria y el honor,
con el Espíritu Santo,
en tu santa Iglesia,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.