LÉXICO - LAS COSAS Y SUS NOMBRES - LA FRASE - EL REFRÁN - FIESTAS
TEMAS DEL DIA EN EL ALMANAQUE
El Almanaque es un medio abierto a todas las opiniones. La opinión de los artículos es responsabilidad de sus autores
LÉXICO: MEDICINA - EDUCACIÓN - RELIGIÓN - DERECHO-POLÍTICA - AMOR Y SEXO - ECOLOGÍA
LAS COSAS Y SUS NOMBRES: ABORTO
Completando el análisis del grupo filius, felix, fetus, conviene analizar el término aborto, íntimamente relacionado con los anteriores. No en cuanto al nombre, sino en cuanto a la realidad que éste contiene. Ab-ortus es un compuesto del prefijo ab que expresa separación, distancia, extracción, más ortus, participio pasado de orior, ortus sum, que significa nacer, levantarse (el sol), aparecer, y procede del griego ornumi (órnymi) con igual significado (sol oriens et occidens, el sol que sale y se pone; solum in quo ortus es, el suelo en que has nacido). En latín el verbo aborire, del que procede abortus, funciona como contrario de orior, y significa por tanto ponerse, morir, extinguirse, usado como intransitivo; y abortar, malparir, usado como transitivo. Es decir que en la palabra abortus, ab funciona de prefijo negador de ortus, tanto en su forma transitiva como en la intransitiva.
Volviendo a la raíz ori- ort-, derivamos de ella las palabras original (1330), origen (1495), originar (siglo XVII), y oriundo, que aparece en nuestra lengua en el siglo XIX. Del participio presente oriens (que está naciendo), obtenemos la palabra oriente y sus derivados orientarse (encararse hacia el oriente, es decir hacia el lugar por donde sale el sol), orientar, orientación y sus contrarios desorientar (se), desorientación. La forma de supino ort- la desarrollamos solamente en abortar y sus derivados.
Un primer análisis de la estructura de la palabra aborto nos sitúa ante la realidad previa del "orto" (término que se usa en astronomía para designar la aparición del sol o de cualquier otro astro por el horizonte; su opuesto es "ocaso"); es decir que niega explícitamente el "orto", el nacimiento, y por tanto parte de él. Un aborto es para un hablante romano el hecho de destruirse o malograrse un nacimiento. Es, de hecho, una muerte cuando se emplea en sentido biológico. No tiene nada de particular que así sea cuando la reproducción se vive como una necesidad de primerísimo orden. Cualquier frustración de una expectativa de nacimiento, se percibe como un fracaso.
Nuestra civilización, que considera la explosión demográfica su mayor problema, ha intentado positivar todas las ideas y prácticas que conducen a ponerle freno. De ahí que haya empezado por definir en la vida del feto la fase embrionaria, que nada tendría que ver con el hecho de nacer; en cuyo caso lo más conveniente hubiese sido renunciar totalmente a la palabra aborto para denominar la eliminación de un embrión y reservarla exclusivamente para denominar el nacimiento frustrado, que es lo que realmente significa en origen, y que, éste sí, se refiere al feto, con lo que nos hubiésemos ahorrado buena parte de la polémica suscitada en torno al tema. Porque, qué duda cabe, con las palabras que estamos usando, aborto suena a nacimiento fracasado, a muerte. Y no por razones filosóficas ni teológicas, sino por razones puramente léxicas. Moraleja: nunca dominarás nada manteniéndole el nombre que tiene. Para ejercer la dominación, hay que ejercer la denominación.
Buscador temático del Almanaque - EL ALMANAQUE dedica sus afanes a poner a tu alcance UNA PALABRA CADA DÍA. Por Mariano Arnal
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Completando el análisis del grupo filius, felix, fetus, conviene analizar el término aborto, íntimamente relacionado con los anteriores. No en cuanto al nombre, sino en cuanto a la realidad que éste contiene. Ab-ortus es un compuesto del prefijo ab que expresa separación, distancia, extracción, más ortus, participio pasado de orior, ortus sum, que significa nacer, levantarse (el sol), aparecer, y procede del griego ornumi (órnymi) con igual significado (sol oriens et occidens, el sol que sale y se pone; solum in quo ortus es, el suelo en que has nacido). En latín el verbo aborire, del que procede abortus, funciona como contrario de orior, y significa por tanto ponerse, morir, extinguirse, usado como intransitivo; y abortar, malparir, usado como transitivo. Es decir que en la palabra abortus, ab funciona de prefijo negador de ortus, tanto en su forma transitiva como en la intransitiva.
Volviendo a la raíz ori- ort-, derivamos de ella las palabras original (1330), origen (1495), originar (siglo XVII), y oriundo, que aparece en nuestra lengua en el siglo XIX. Del participio presente oriens (que está naciendo), obtenemos la palabra oriente y sus derivados orientarse (encararse hacia el oriente, es decir hacia el lugar por donde sale el sol), orientar, orientación y sus contrarios desorientar (se), desorientación. La forma de supino ort- la desarrollamos solamente en abortar y sus derivados.
Un primer análisis de la estructura de la palabra aborto nos sitúa ante la realidad previa del "orto" (término que se usa en astronomía para designar la aparición del sol o de cualquier otro astro por el horizonte; su opuesto es "ocaso"); es decir que niega explícitamente el "orto", el nacimiento, y por tanto parte de él. Un aborto es para un hablante romano el hecho de destruirse o malograrse un nacimiento. Es, de hecho, una muerte cuando se emplea en sentido biológico. No tiene nada de particular que así sea cuando la reproducción se vive como una necesidad de primerísimo orden. Cualquier frustración de una expectativa de nacimiento, se percibe como un fracaso.
Nuestra civilización, que considera la explosión demográfica su mayor problema, ha intentado positivar todas las ideas y prácticas que conducen a ponerle freno. De ahí que haya empezado por definir en la vida del feto la fase embrionaria, que nada tendría que ver con el hecho de nacer; en cuyo caso lo más conveniente hubiese sido renunciar totalmente a la palabra aborto para denominar la eliminación de un embrión y reservarla exclusivamente para denominar el nacimiento frustrado, que es lo que realmente significa en origen, y que, éste sí, se refiere al feto, con lo que nos hubiésemos ahorrado buena parte de la polémica suscitada en torno al tema. Porque, qué duda cabe, con las palabras que estamos usando, aborto suena a nacimiento fracasado, a muerte. Y no por razones filosóficas ni teológicas, sino por razones puramente léxicas. Moraleja: nunca dominarás nada manteniéndole el nombre que tiene. Para ejercer la dominación, hay que ejercer la denominación.
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