Escritos
Entre sus obras más conocidas encontramos sus Cartas o Epístolas y sus famosos Comentarios de exégesis bíblica.
Las Cartas o Epistolario son su obra más interesante por la variedad de su temática y la calidad de su estilo. En la actualidad se han identificado 154 escritas por su mano. En ellas discute puntos de erudición, evoca casos de conciencia, reconforta a los afligidos, charla con sus amigos, vitupera los vicios de su época, exhorta a la vida ascética y a la renuncia del mundo o combate contra sus adversarios teológicos. En suma, ofrece una pintura viva no solo de su genio, sino de su época y sus características particulares. Las epístolas más reproducidas y citadas son las de exhortación: la ep. 14 Ad Heliodorum de laude vitae solitariae, una especie de resumen de la teología pastoral vista desde el punto de vista ascético; ep. 53 Ad Paulinum de studio scripturarum (Sobre el estudio de las Escrituras); ep. 58 al mismo: De institutione monachi (Sobre la institución del monacato); ep. 70 Ad Magnum de scriptoribus ecclesiasticis (A Magno sobre los escritores eclesiásticos), y ep. 107, Ad Laetam de institutione filiae (A Leta sobre la institución de la hija) Muchas ofrecen consejos sobre la vida ascética y sobre la educación, y algunas tuvieron una extraordinaria difusión, especialmente la vigésimo segunda, destinada a Eustoquia, sobre la conservación de la virginidad, o la quincuagésimo segunda, sobre la vida de los clérigos. Existe una buena edición bilingüe de las Cartas de San Jerónimo en dos vols. en la «Biblioteca de Autores Cristianos» realizada por Daniel Ruiz Bueno y otra posterior en la misma BAC, también bilingüe y en dos vols., por Juan Bautista Valero (1993 y 1995).
A Jerónimo se debe también la primera historia de la literatura cristiana: los Varones ilustres (De Viris Illustribus), que fue continuada por Genadio de Marsella. Fue escrita en Belén en 392, y su título y estructura se inspiran en Eusebio de Cesarea. Contiene breves noticias biográficas y literarias sobre 135 autores cristianos, desde San Pedro al mismo Jerónimo de Estridón. Para los primeros 78 su fuente principal es Eusebio de Cesarea (Historia ecclesiastica); la segunda parte, que comienza con Arnobio y Lactancio, comprende una buena cantidad de informaciones independientes, particularmente en lo que concierne a los autores occidentales.
En el dominio de la hagiografía, se le deben tres vidas de santos: la Vida de San Pablo Ermitaño, la Vida de San Malco el monje cautivo y la Vida de San Hilario. También es preciso señalar que se aproximan al mismo género numerosas evocaciones que hace de «santas mujeres romanas» que él conocía en su Epistolario.
Obra histórica es su Chronicon o Temporum liber, compuesto hacia 380 en Constantinopla; se trata de una traducción al latín de las tablas cronológicas que componen la segunda parte del Chronicon de Eusebio de Cesarea, al que añade un suplemento que cubre el período de 325 a 379. Pese a los numerosos errores tomados de Eusebio y a algunos que añade él, se trata de un valioso trabajo, aunque solo fuera por el impulso que dio a cronistas posteriores, como Próspero de Aquitania, Casiodoro y Víctor de Tunnuna.
Algunas de sus obras de origen apologético son las siguientes:
La Perpetua Virginidad de María, Carta para Pamaquio en contra de Juan de Jerusalén, Diálogo contra los Luciferianos, Contra Joviniano, Contra Vigilancio y Contra Pelagio.
En Contra Joviniano, Jerónimo escribe:
El placer por la carne era desconocido hasta el Diluvio universal; pero desde el Diluvio se nos han embutido las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal… Jesucristo, que apareció cuando se cumplió el tiempo, volvió a unir el final con el principio, de manera que ya no nos está permitido comer más carne (...) Y por eso os digo, si queréis ser perfectos, entonces es conveniente no comer carne.
Adversus Jovinianum 1,18 y 2,6.
La postura de Jerónimo sobre las relaciones físicas entre hombre y mujer es de rechazo total y absoluto. Este tipo de placeres se consideran pecaminosos e ilícitos incluso entre esposa y esposo dentro del matrimonio: «El hombre prudente debe amar a su esposa con fría determinación, no con cálido deseo (…) Nada más inmundo que amar a tu esposa como si fuera tu amante».
Entre sus obras más conocidas encontramos sus Cartas o Epístolas y sus famosos Comentarios de exégesis bíblica.
Las Cartas o Epistolario son su obra más interesante por la variedad de su temática y la calidad de su estilo. En la actualidad se han identificado 154 escritas por su mano. En ellas discute puntos de erudición, evoca casos de conciencia, reconforta a los afligidos, charla con sus amigos, vitupera los vicios de su época, exhorta a la vida ascética y a la renuncia del mundo o combate contra sus adversarios teológicos. En suma, ofrece una pintura viva no solo de su genio, sino de su época y sus características particulares. Las epístolas más reproducidas y citadas son las de exhortación: la ep. 14 Ad Heliodorum de laude vitae solitariae, una especie de resumen de la teología pastoral vista desde el punto de vista ascético; ep. 53 Ad Paulinum de studio scripturarum (Sobre el estudio de las Escrituras); ep. 58 al mismo: De institutione monachi (Sobre la institución del monacato); ep. 70 Ad Magnum de scriptoribus ecclesiasticis (A Magno sobre los escritores eclesiásticos), y ep. 107, Ad Laetam de institutione filiae (A Leta sobre la institución de la hija) Muchas ofrecen consejos sobre la vida ascética y sobre la educación, y algunas tuvieron una extraordinaria difusión, especialmente la vigésimo segunda, destinada a Eustoquia, sobre la conservación de la virginidad, o la quincuagésimo segunda, sobre la vida de los clérigos. Existe una buena edición bilingüe de las Cartas de San Jerónimo en dos vols. en la «Biblioteca de Autores Cristianos» realizada por Daniel Ruiz Bueno y otra posterior en la misma BAC, también bilingüe y en dos vols., por Juan Bautista Valero (1993 y 1995).
A Jerónimo se debe también la primera historia de la literatura cristiana: los Varones ilustres (De Viris Illustribus), que fue continuada por Genadio de Marsella. Fue escrita en Belén en 392, y su título y estructura se inspiran en Eusebio de Cesarea. Contiene breves noticias biográficas y literarias sobre 135 autores cristianos, desde San Pedro al mismo Jerónimo de Estridón. Para los primeros 78 su fuente principal es Eusebio de Cesarea (Historia ecclesiastica); la segunda parte, que comienza con Arnobio y Lactancio, comprende una buena cantidad de informaciones independientes, particularmente en lo que concierne a los autores occidentales.
En el dominio de la hagiografía, se le deben tres vidas de santos: la Vida de San Pablo Ermitaño, la Vida de San Malco el monje cautivo y la Vida de San Hilario. También es preciso señalar que se aproximan al mismo género numerosas evocaciones que hace de «santas mujeres romanas» que él conocía en su Epistolario.
Obra histórica es su Chronicon o Temporum liber, compuesto hacia 380 en Constantinopla; se trata de una traducción al latín de las tablas cronológicas que componen la segunda parte del Chronicon de Eusebio de Cesarea, al que añade un suplemento que cubre el período de 325 a 379. Pese a los numerosos errores tomados de Eusebio y a algunos que añade él, se trata de un valioso trabajo, aunque solo fuera por el impulso que dio a cronistas posteriores, como Próspero de Aquitania, Casiodoro y Víctor de Tunnuna.
Algunas de sus obras de origen apologético son las siguientes:
La Perpetua Virginidad de María, Carta para Pamaquio en contra de Juan de Jerusalén, Diálogo contra los Luciferianos, Contra Joviniano, Contra Vigilancio y Contra Pelagio.
En Contra Joviniano, Jerónimo escribe:
El placer por la carne era desconocido hasta el Diluvio universal; pero desde el Diluvio se nos han embutido las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal… Jesucristo, que apareció cuando se cumplió el tiempo, volvió a unir el final con el principio, de manera que ya no nos está permitido comer más carne (...) Y por eso os digo, si queréis ser perfectos, entonces es conveniente no comer carne.
Adversus Jovinianum 1,18 y 2,6.
La postura de Jerónimo sobre las relaciones físicas entre hombre y mujer es de rechazo total y absoluto. Este tipo de placeres se consideran pecaminosos e ilícitos incluso entre esposa y esposo dentro del matrimonio: «El hombre prudente debe amar a su esposa con fría determinación, no con cálido deseo (…) Nada más inmundo que amar a tu esposa como si fuera tu amante».