Juventud
En el verano de 1825 se trasladó a Barcelona con el propósito de mejorar sus habilidades para el trabajo textil. Trabajó en una fábrica de tejidos y estudió dibujo y gramática castellana y francesa en la escuela de la Real Junta de Comercio en La Lonja del Mar. Algunas experiencias humanas y religiosas le hicieron replantearse su vida.
Estando en la playa de la Barceloneta una ola lo arrastró mar adentro. Invocó a la Virgen y pasó a estar de nuevo en la orilla con la ropa seca. Otro día fue a visitar a un amigo, que estaba ausente, y la dueña de la casa intentó seducirle con palabras y gestos. Antonio se escabulló y la mujer, despechada, salió al balcón a decir que él le había insultado. En otra ocasión, se juntó con una persona para echar lotería, pero este se volvió un ludópata que le robó a él y a una señora para invertirlo, y perderlo, en el juego. Finalmente, su amigo fue condenado a dos años de cárcel y él se sintió mal por el hecho de que le pudieran considerar cómplice de aquel sujeto.
Aconsejado por un sacerdote oratoriano, decidió cambiar de vida. Tomó la drástica decisión de hacerse cartujo. Para ello, retomó sus estudios de latín. Primero le dio clases particulares un sacerdote llamado Tomás, que falleció poco después, y tras esto recibió clases en la preceptoría de Francesc de Paula Mas y Artigas.
A raíz de contactos familiares, el obispo de Vich, Pablo de Jesús Corcuera, se enteró de la vocación de Antonio y quiso conocerle. Antonio salió de Barcelona rumbo a Sallent en septiembre de 1829, donde iba a pasar unas semanas con su familia, y luego marchó a Vic, donde él y su padre fueron recibidos por el obispo el 30 de septiembre.
En el verano de 1825 se trasladó a Barcelona con el propósito de mejorar sus habilidades para el trabajo textil. Trabajó en una fábrica de tejidos y estudió dibujo y gramática castellana y francesa en la escuela de la Real Junta de Comercio en La Lonja del Mar. Algunas experiencias humanas y religiosas le hicieron replantearse su vida.
Estando en la playa de la Barceloneta una ola lo arrastró mar adentro. Invocó a la Virgen y pasó a estar de nuevo en la orilla con la ropa seca. Otro día fue a visitar a un amigo, que estaba ausente, y la dueña de la casa intentó seducirle con palabras y gestos. Antonio se escabulló y la mujer, despechada, salió al balcón a decir que él le había insultado. En otra ocasión, se juntó con una persona para echar lotería, pero este se volvió un ludópata que le robó a él y a una señora para invertirlo, y perderlo, en el juego. Finalmente, su amigo fue condenado a dos años de cárcel y él se sintió mal por el hecho de que le pudieran considerar cómplice de aquel sujeto.
Aconsejado por un sacerdote oratoriano, decidió cambiar de vida. Tomó la drástica decisión de hacerse cartujo. Para ello, retomó sus estudios de latín. Primero le dio clases particulares un sacerdote llamado Tomás, que falleció poco después, y tras esto recibió clases en la preceptoría de Francesc de Paula Mas y Artigas.
A raíz de contactos familiares, el obispo de Vich, Pablo de Jesús Corcuera, se enteró de la vocación de Antonio y quiso conocerle. Antonio salió de Barcelona rumbo a Sallent en septiembre de 1829, donde iba a pasar unas semanas con su familia, y luego marchó a Vic, donde él y su padre fueron recibidos por el obispo el 30 de septiembre.