Etapa final
Llegó a Roma el 2 de abril de 1869 para participar en el 50 aniversario de la ordenación sacerdotal del papa. Se hospedó con los frailes mercedarios. El superior general de los mercedarios era Josep Reig, que había sido miembro de la Congregación de Misioneros en sus primeros años y luego, en Roma, había actuado como primer procurador de la misma para la aprobación del instituto y sus constituciones.
El día 11 de abril Claret acudió a la misa en la Basílica de San Pedro por los 50 años del sacerdocio del papa. El 24 de abril fue recibido en audiencia por el sumo pontífice.
En julio de 1869 el santo declaró que estaba siendo muy consultado por los que preparaban el Concilio Vaticano I. Durante el concilio, con quienes más se relacionaba era con los obispos españoles, a cuyas reuniones asistía los jueves por la mañana en el Palacio Gabrielli. Acudió a todas las sesiones generales, las de las votaciones finales, presididas por el papa, y a casi todas las congregaciones generales. Intervino el 31 de mayo de 1870, hablando sobre la importancia de la definición de una verdad como dogma y en apoyo de la infalibilidad papal.
Interrumpido el concilio en julio de 1870, Claret se trasladó, ya muy enfermo, a la residencia que sus misioneros habían establecido en Prades (Pirineos Orientales).
A pesar de que Claret no se estaba metiendo en política, el cónsul español en Perpiñán, anticlerical conocido, se apresuró a escribir al embajador de España en París, el radical Salustiano Olózaga, adversario del santo, pidiéndole que se capturase a Claret. Alguien en Perpiñán alertó al superior de la congregación, Josep Xifré. Se tuvo una reunión, presidida por el obispo Ramadié, para evitar su arresto y se decidió acompañar a Claret a la abadía cisterciense de Fontfroide, cercana a Narbona, el 6 de agosto. Allí falleció el 24 de octubre de 1870 a las 9 menos cuarto de la mañana. Aquella noche hubo una aurora boreal en los cielos del sur de Francia.
El cuerpo fue embalsamado y enterrado en el cementerio de los monjes. El 13 de junio de 1897 sus restos fueron trasladados a la Casa Madre de los Misioneros Claretianos en Vich. En 1910 se inauguró en su localidad natal un monumento en su honor.
Llegó a Roma el 2 de abril de 1869 para participar en el 50 aniversario de la ordenación sacerdotal del papa. Se hospedó con los frailes mercedarios. El superior general de los mercedarios era Josep Reig, que había sido miembro de la Congregación de Misioneros en sus primeros años y luego, en Roma, había actuado como primer procurador de la misma para la aprobación del instituto y sus constituciones.
El día 11 de abril Claret acudió a la misa en la Basílica de San Pedro por los 50 años del sacerdocio del papa. El 24 de abril fue recibido en audiencia por el sumo pontífice.
En julio de 1869 el santo declaró que estaba siendo muy consultado por los que preparaban el Concilio Vaticano I. Durante el concilio, con quienes más se relacionaba era con los obispos españoles, a cuyas reuniones asistía los jueves por la mañana en el Palacio Gabrielli. Acudió a todas las sesiones generales, las de las votaciones finales, presididas por el papa, y a casi todas las congregaciones generales. Intervino el 31 de mayo de 1870, hablando sobre la importancia de la definición de una verdad como dogma y en apoyo de la infalibilidad papal.
Interrumpido el concilio en julio de 1870, Claret se trasladó, ya muy enfermo, a la residencia que sus misioneros habían establecido en Prades (Pirineos Orientales).
A pesar de que Claret no se estaba metiendo en política, el cónsul español en Perpiñán, anticlerical conocido, se apresuró a escribir al embajador de España en París, el radical Salustiano Olózaga, adversario del santo, pidiéndole que se capturase a Claret. Alguien en Perpiñán alertó al superior de la congregación, Josep Xifré. Se tuvo una reunión, presidida por el obispo Ramadié, para evitar su arresto y se decidió acompañar a Claret a la abadía cisterciense de Fontfroide, cercana a Narbona, el 6 de agosto. Allí falleció el 24 de octubre de 1870 a las 9 menos cuarto de la mañana. Aquella noche hubo una aurora boreal en los cielos del sur de Francia.
El cuerpo fue embalsamado y enterrado en el cementerio de los monjes. El 13 de junio de 1897 sus restos fueron trasladados a la Casa Madre de los Misioneros Claretianos en Vich. En 1910 se inauguró en su localidad natal un monumento en su honor.