Luz ahora: 0,13262 €/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Las leyendas de San Narciso....

Las leyendas de San Narciso.

Entre las leyendas que se le atribuyen al Santo, se encuentran:

El milagro de las moscas

San Narciso es conocido por el llamado milagro de las moscas, insectos que, además, constituyen su atributo iconográfico más reconocible.​ En 1285, durante el asedio a Gerona de las tropas de Felipe III de Francia, del sepulcro del santo surgieron una multitud de moscas que atacaron a los soldados franceses que pretendían profanar su tumba y los hicieron huir, salvando a la ciudad del dominio extranjero.

Los teólogos de la Contrarreforma consideraron este episodio una simple leyenda y lo eliminaron de la hagiografía del santo.

En el asedio que en el año 1285 el propio rey francés Felipe III el Atrevido puso en Gerona. Durante uno de los asaltos a la ciudad los franceses ocuparon la Colegiata y algunos de los guerreros profanaron el cuerpo del Santo arrastrándolo y arrojándolo a un estercolero, de donde lo recogió un humilde carpintero gerundense que se lo llevó a casa suya y lo puso en una caja que hizo para mejor guardarlo. Huelga decir cuál sería el asombro del buen menestral cuando vio salir de un agujero de la caja un numeroso enjambre de moscas de todos colores que emprendieron la dirección del campo francés donde con sus punzadas venenosas causaron una tan gran mortandad, que obligaron al resto del ejército a levantar el asedio ante el gran daño que se había producido y del que resultó víctima incluso el propio rey francés (9).

Este milagro parece que se repitió en 1653 cuando la ciudad fue asediada por las tropas del general Pléssis Bellière y del mariscal de Hocquincourt, los gerundenses llevaron el sepulcro del Santo a la muralla, y todo el mundo vio salir enjambres de moscas que atacaban la caballería francesa y mataban a muchas bestias y hombres (10). En 1684, cuando el asedio del mariscal del Bellefonds, los Jurados hicieron extender acta de cómo fue vista en la mano del Santo una mosca verdosa, larguiruda y delgada, con una especie de listas bajo las alas. Y de nuevo en 1710, cuando los Jurados fueron a implorar protección para conjurar el peligro de un nuevo asedio, se animaron al ver cómo algunas moscas distintas de las corrientes habían aparecido en el algodón puesto en la herida de la rodilla; esto les dio confianza y ánimo, y en agradecimiento ordenaron funciones y ceremonias.

Por eso San Narciso se convirtió en el de "las moscas". A lo largo de la historia gerundense le plació manifestarse mediante estos insectos esgrimidos como un arma para dar firmeza a los gerundenses en los momentos críticos y de peligro.

Otra leyenda relacionada con las moscas dice que en 1653 estaba afincado en Valencia un francés de oficio carpintero el cual tenía como soltero un gerundense. A menudo el gabacho bromeaba con su dependiente hablándole de las moscas de San Narciso, y una vez que éste fue a Gerona a visitar a sus familiares, le pidió: "cuando vuelvas tráeme una mosca de las de San Narciso, pues deseo ver alguna, y me haré un recordatorio”. Accedió el gerundense a la impertinencia, y al ser de regreso recordó lo que maliciosamente le había pedido su patrón. Cogió la primera mosca que atrapó, la puso en una caña que tapó con un corcho, y la presentó a su amo. "Tenéis, aquí está la mosca de San Narciso", dijo el gerundense dándole el canuto. El francés le destapó, salió la mosca, fue picado en la mano y cayó como tocado por un rayo.

San Narciso fue nombrado oficialmente Protector y Patrón de Gerona en 1387 sustituyendo al que lo había sido hasta entonces, Sant Feliu. Cumplía sobradamente sus obligaciones de Patrón y Protector (11), probando que era celoso de su cargo, más por eso quería que su fiesta fuera religiosa y fielmente guardada por sus patrocinados y protegidos, y no permitía ninguna infracción. Era tradición que un panadero establecido en el Mercadal quiso trabajar la noche de su festividad, y vio cómo la pasta se le volvía de un rojo sangriento, y que no retomaba su color normal hasta que invocó al Santo prometiendo desagravarlo. Amades precisa que este flaquero tenía su establecimiento entre plaza del Mercadal y la del Molí. Y no sólo en la ciudad, sino también en el obispado, como lo pone de manifiesto otro hecho acaecido un 29 de octubre en la villa de Perelada, en la que un molinero que quiso moler en tal día vio cómo el trigo se convertía en sarradina; cuando se comprobaron las muelas y el trigo hubo el convencimiento de que "aquello" no podía ser otra cosa que la manifestación del Santo que se empeñaba en no querer que se trabajara en su día y eso hizo que el obispo de Gerona decretara que en lo sucesivo la fiesta fuera observada en toda la diócesis.