Primeros años
Nació en 1542 en el municipio abulense de Fontiveros, situado en la amplia paramera delimitada por Madrigal de las Altas Torres, Arévalo y Ávila, con el nombre de Juan de Yepes Álvarez.
Tenía dos hermanos mayores llamados Francisco y Luis. El padre murió hacia 1543, después de una enfermedad que duró dos años, lo que dejó a la familia en una difícil situación.
Catalina intentó dejarle su hijo mayor a uno de sus cuñados, el clérigo bachiller Diego de Yepes, sin éxito. Luego consiguió dejárselo a otro cuñado, Juan de Yepes, médico en la villa de Gálvez. Tras esto, regresó a Fontiveros donde poco después murió su hijo Luis, cuando tenía aproximadamente 10 años y Juan seis, quizá por mala alimentación.
Francisco no logró aprender a leer y escribir normalmente en la escuela pero aprendió bien el oficio de tejedor de buratos. Su madre le puso bajo contrato con un maestro de la seda en Arévalo, con quien convivía como aprendiz. Un incidente llevó a Catalina a trasladarse con su hijo Juan también a Arévalo para controlar el carácter despreocupado de su hijo Francisco.
Cuando Francisco tuvo 18 años, su madre le casó con una joven llamada Ana Izquierdo, natural de Muriel de Zapardiel.
En 1551 la madre se trasladó a vivir, con su hijo Francisco y su esposa, a Medina del Campo. En aquel entonces era una ciudad próspera donde, durante tres meses al año, se celebraba una de las ferias comerciales más importantes de Europa.
Juan, gracias a su condición de pobre de solemnidad, pudo asistir como interno18 al Colegio de los Niños de la Doctrina, privilegio que le obligaba a realizar ciertas contraprestaciones, como asistir en el convento, la ayuda a misa y a los oficios, el acompañamiento de entierros y la práctica de pedir limosna. 1 Le daban ropa y alimento y le enseñaron a leer y a escribir. También se procuraba que los niños aprendieran un oficio, por lo que se les enviaba unas horas a trabajar a talleres de distintas clases. Por esto, Juan fue aprendiz de carpintero, de entallador y de impresor. Era poco hábil en los trabajos manuales y no era aceptado en esos talleres, pero sí lo fue en la sacristía de un convento, donde su disposición agradó a las monjas.
En Medina del Campo había un hospital donde se trataba a los pobres de sífilis (enfermedad conocida entonces como "bubas"). Estaba dirigido por Antonio Álvarez de Toledo. Probablemente debido a la recomendación de las monjas, Juan fue aceptado como trabajador de este hospital, en el cual también se dispuso su residencia. Trabajaba con los enfermos y pedía limosnas por las calles para el centro. El director se dio cuenta de que Juan era aficionado a los libros y dispuso su ingreso en un colegio de jesuitas18 que había sido fundado en esta ciudad en 1551 por Pedro Cuadrado.
Juan entró en el colegio de los jesuitas con 17 años, en 1559, y los estudios en este lugar duraban cuatro. Había tres maestros, siendo los mayores de 21 años, y cuarenta alumnos. Se impartía latín, historia y literatura. Se insistía en el aprendizaje de los autores Virgilio, Horacio, Séneca, Cicerón y Tito Livio.
Compaginó sus estudios con su trabajo en el hospital. Su director, Álvarez de Toledo, le ofreció el puesto de capellán del hospital, pero no aceptó ya que prefería la vida monástica.
En 1563 entró en el Convento de Santa Ana de Medina del Campo, de la Orden de los Carmelitas. En 1564 profesó con el nombre de fray Juan de Santo Matía. En su alegría por haber sido admitido en la orden, escribió un poema que se ha perdido.
Su educación no era suficiente como para ordenarse. Por ello, y gracias a sus conocimientos en latín, entró en 1564 en la Universidad de Salamanca, residiendo en el Colegio de San Andrés de los carmelitas. En el colegio solo había nueve estudiantes. Permaneció allí hasta 1567, pasando las vacaciones en Medina del Campo. En Salamanca estudió los cursos trienales de filosofía y letras. Es posible que asistiese a clases de fray Luis de León, pero jamás llegó a tratarse con él personalmente. En aquel entonces, la filosofía en Salamanca seguía una línea escolástica, basándose en Aristóteles y santo Tomás de Aquino, con algo de Platón y de san Agustín de Hipona. En el Colegio de San Andrés se hablaba de John Baconthorpe, un averroísta del siglo XIV, que aunque era de una ortodoxia dudosa, había sido provincial de los carmelitas.
En esta época leyó y asimiló la teología mística de Dionisio Areopagita, así como La consolación de la filosofía de Boecio y un tratado sobre el Cantar de los cantares atribuido a san Gregorio de Nisa.
Cuando no estaba en clase, estaba en la mesa de su habitación estudiando libros. Pasaba parte de la noche en oración. Ayunaba asiduamente, se flagelaba la espalda hasta sangrar y se negaba a participar en las conversaciones frívolas de otros compañeros.
Durante el tercer curso, fue nombrado, por sus destrezas dialécticas, prefecto de estudiantes del Colegio de San Andrés. Corregía con dureza a cualquiera que incumpliese la regla de la orden.
En Salamanca solamente tuvo un amigo, Pedro de Orozco, que había venido con él desde Medina del Campo.
Nació en 1542 en el municipio abulense de Fontiveros, situado en la amplia paramera delimitada por Madrigal de las Altas Torres, Arévalo y Ávila, con el nombre de Juan de Yepes Álvarez.
Tenía dos hermanos mayores llamados Francisco y Luis. El padre murió hacia 1543, después de una enfermedad que duró dos años, lo que dejó a la familia en una difícil situación.
Catalina intentó dejarle su hijo mayor a uno de sus cuñados, el clérigo bachiller Diego de Yepes, sin éxito. Luego consiguió dejárselo a otro cuñado, Juan de Yepes, médico en la villa de Gálvez. Tras esto, regresó a Fontiveros donde poco después murió su hijo Luis, cuando tenía aproximadamente 10 años y Juan seis, quizá por mala alimentación.
Francisco no logró aprender a leer y escribir normalmente en la escuela pero aprendió bien el oficio de tejedor de buratos. Su madre le puso bajo contrato con un maestro de la seda en Arévalo, con quien convivía como aprendiz. Un incidente llevó a Catalina a trasladarse con su hijo Juan también a Arévalo para controlar el carácter despreocupado de su hijo Francisco.
Cuando Francisco tuvo 18 años, su madre le casó con una joven llamada Ana Izquierdo, natural de Muriel de Zapardiel.
En 1551 la madre se trasladó a vivir, con su hijo Francisco y su esposa, a Medina del Campo. En aquel entonces era una ciudad próspera donde, durante tres meses al año, se celebraba una de las ferias comerciales más importantes de Europa.
Juan, gracias a su condición de pobre de solemnidad, pudo asistir como interno18 al Colegio de los Niños de la Doctrina, privilegio que le obligaba a realizar ciertas contraprestaciones, como asistir en el convento, la ayuda a misa y a los oficios, el acompañamiento de entierros y la práctica de pedir limosna. 1 Le daban ropa y alimento y le enseñaron a leer y a escribir. También se procuraba que los niños aprendieran un oficio, por lo que se les enviaba unas horas a trabajar a talleres de distintas clases. Por esto, Juan fue aprendiz de carpintero, de entallador y de impresor. Era poco hábil en los trabajos manuales y no era aceptado en esos talleres, pero sí lo fue en la sacristía de un convento, donde su disposición agradó a las monjas.
En Medina del Campo había un hospital donde se trataba a los pobres de sífilis (enfermedad conocida entonces como "bubas"). Estaba dirigido por Antonio Álvarez de Toledo. Probablemente debido a la recomendación de las monjas, Juan fue aceptado como trabajador de este hospital, en el cual también se dispuso su residencia. Trabajaba con los enfermos y pedía limosnas por las calles para el centro. El director se dio cuenta de que Juan era aficionado a los libros y dispuso su ingreso en un colegio de jesuitas18 que había sido fundado en esta ciudad en 1551 por Pedro Cuadrado.
Juan entró en el colegio de los jesuitas con 17 años, en 1559, y los estudios en este lugar duraban cuatro. Había tres maestros, siendo los mayores de 21 años, y cuarenta alumnos. Se impartía latín, historia y literatura. Se insistía en el aprendizaje de los autores Virgilio, Horacio, Séneca, Cicerón y Tito Livio.
Compaginó sus estudios con su trabajo en el hospital. Su director, Álvarez de Toledo, le ofreció el puesto de capellán del hospital, pero no aceptó ya que prefería la vida monástica.
En 1563 entró en el Convento de Santa Ana de Medina del Campo, de la Orden de los Carmelitas. En 1564 profesó con el nombre de fray Juan de Santo Matía. En su alegría por haber sido admitido en la orden, escribió un poema que se ha perdido.
Su educación no era suficiente como para ordenarse. Por ello, y gracias a sus conocimientos en latín, entró en 1564 en la Universidad de Salamanca, residiendo en el Colegio de San Andrés de los carmelitas. En el colegio solo había nueve estudiantes. Permaneció allí hasta 1567, pasando las vacaciones en Medina del Campo. En Salamanca estudió los cursos trienales de filosofía y letras. Es posible que asistiese a clases de fray Luis de León, pero jamás llegó a tratarse con él personalmente. En aquel entonces, la filosofía en Salamanca seguía una línea escolástica, basándose en Aristóteles y santo Tomás de Aquino, con algo de Platón y de san Agustín de Hipona. En el Colegio de San Andrés se hablaba de John Baconthorpe, un averroísta del siglo XIV, que aunque era de una ortodoxia dudosa, había sido provincial de los carmelitas.
En esta época leyó y asimiló la teología mística de Dionisio Areopagita, así como La consolación de la filosofía de Boecio y un tratado sobre el Cantar de los cantares atribuido a san Gregorio de Nisa.
Cuando no estaba en clase, estaba en la mesa de su habitación estudiando libros. Pasaba parte de la noche en oración. Ayunaba asiduamente, se flagelaba la espalda hasta sangrar y se negaba a participar en las conversaciones frívolas de otros compañeros.
Durante el tercer curso, fue nombrado, por sus destrezas dialécticas, prefecto de estudiantes del Colegio de San Andrés. Corregía con dureza a cualquiera que incumpliese la regla de la orden.
En Salamanca solamente tuvo un amigo, Pedro de Orozco, que había venido con él desde Medina del Campo.