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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Enfrentamiento entre carmelitas, encarcelamientos y...

Enfrentamiento entre carmelitas, encarcelamientos y fuga

En mayo de 1575 el capítulo general de la Orden del Monte Carmelo, que tuvo lugar en Piacenza, decidió suprimir todas las fundaciones de los carmelitas descalzos realizadas sin autorización del superior general, es decir, las de Andalucía. Le quitaron al descalzo Jerónimo de la Madre de Dios su cargo de visitador y nombraron a Jerónimo Tostado visitador general de todos los conventos de España.​ Tras esto, algunos carmelitas descalzos, como Jerónimo de la Madre de Dios, fueron recluidos en Pastrana o en Alcalá de Henares.​

San Juan de la Cruz fue apresado por los calzados y llevado a Medina del Campo en 1575, pero fue liberado a los pocos días por la intervención del nuncio, Nicolò Ormaneto, favorable a los descalzos.

El 29 de agosto de 1577 llegó a Madrid el nuevo nuncio, Filippo Sega, que era partidario de los calzados.​ Los frailes descalzos recibieron órdenes de abandonar sus cargos en favor de los calzados, pero ninguno de ellos obedeció.​

El carmelita descalzo Antonio de Jesús se escondió en el desván del Hospital de Tavera de Toledo, pero terminó siendo apresado, aunque le soltaron poco tiempo después.​

Jerónimo Tostado le ordenó a Juan de la Cruz y a su compañero Germán de San Matías que dejasen sus cargos en el Convento de la Encarnación de Ávila y volviesen a sus casas. Estos replicaron que era imposible porque habían sido nombrados confesores de ese convento por el visitador apostólico, que todavía estaba en su cargo, y no podían marcharse sin su autorización.​

En octubre de 1577 tocó elegir una nueva priora para el Convento de la Encarnación de Ávila. Entre las monjas había dos grupos, las que querían la vuelta de Teresa y las laxas que querían a una calzada. Jerónimo Tostado envió al convento al provincial con instrucciones para que saliese escogida la candidata calzada. Este amenazó con excomulgar a las que votasen por Teresa. A despecho de estas intimidaciones, 55 monjas que estaban guiadas por las exhortaciones de Juan de la Cruz declararon su intención de votar por Teresa y constituyeron mayoría. El provincial mantuvo su posición e increpó y excomulgó a las que votaron por la descalza, al tiempo que requisaba y quemaba sus papeletas de voto. Esto tampoco hizo a esas monjas cambiar de opinión, tras lo cual el provincial dio orden de que no se les dejase asistir a misa, entrar en la capilla ni ver a su confesor o parientes hasta que hubiesen votado por la calzada. Como estas monjas continuaron negándose, el provincial declaró nula la elección, las excomulgó por segunda vez y nombró priora a la monja calzada, que había obtenido menos votos.​

En diciembre de 1577 Juan de la Cruz y Germán de San Matías fueron apresados por los calzados con permiso del nuncio y la colaboración de las autoridades civiles. Teresa se encontraba por entonces en el Convento de San José de Ávila y se enteró rápidamente del arresto de los frailes. Al día siguiente Teresa hizo constar esto ante notario.

Teresa escribió una carta a Felipe II explicándole el bien que había hecho Juan de la Cruz a las monjas de la Encarnación y cómo en Ávila le tenían a él y a ella por santos. Relataba también que los calzados, que no temían a Dios ni a la justicia, se habían apoderado de él y que prefería verlo en manos de moros que de calzados "porque aquéllos tendrían más piedad". Le pidió al rey que ordenase la libertad de Juan.​

Semanas después, Teresa escribió al arzobispo de Évora, hombre muy influyente, repitiendo lo que le había dicho al rey acerca de Juan de la Cruz y añadiendo que era "una torre de fortaleza". En marzo de 1578 escribió al descalzo Jerónimo de la Madre de Dios diciéndole:​

Estoy muy inquieta por fray Juan y temerosa de que presenten más acusaciones en su contra. Dios trata a sus amigos de una manera terrible, pero estos no tienen motivo de queja pues lo mismo hizo con su propio Hijo.

En agosto de 1578 volvió a escribir a Jerónimo de la Madre de Dios para decirle sobre Juan de la Cruz:​

No se qué ventura es que nunca hay quien se acuerde de este santo.

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