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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Cargos en su orden...

Cargos en su orden

Juan de la Cruz fue invitado a un capítulo de los descalzos en Almodóvar del Campo. Teresa escribió a Jerónimo de la Madre de Dios pidiéndole que Juan estuviese bien atendido. Juan se desplazó en burro, acompañado por dos criados de Pedro González de Mendoza.​ Finalmente, Jerónimo de la Madre de Dios no asistió a la reunión pero los frailes que sí lo hicieron, al ver a Juan tan demacrado, pusieron a un novicio a cuidarlo.​

El capítulo se celebró el 9 de octubre de 1578 con siete frailes y acordó el establecimiento de una provincia aparte para los descalzos y se nombró provincial a Antonio de Jesús. Esta decisión, como tal, era ilegal y Juan se negó a votar. El proceso legal para establecer una provincia era solicitarlo al rey y al papa.​ Juan, por su parte, fue designado prior del Monasterio de Nuestra Señora del Monte Calvario, cerca de Beas de Segura, en sustitución de fray Pedro de los Ángeles, enviado a Roma por este capítulo para defender la causa de los descalzos.​

En Beas de Segura se detuvo en el convento de las carmelitas descalzas de esta localidad, que había sido fundado por Teresa tres años antes. La priora era Ana de Jesús, la monja más sobresaliente de la reforma.​ Ella se sintió sorprendida por el aspecto de fray Juan y escribió:​

Era como un muerto, solo piel y huesos, tan enjuto y exhausto que apenas podía hablar.

El Monasterio de Nuestra Señor del Monte Calvario se encontraba a dos horas a caballo del núcleo urbano de Beas​ y había unos treinta frailes. Algunos eran antiguos ermitaños de Sierra Morena que se habían unido a la reforma.​

El Monasterio de La Peñuela había sido fundado el 29 de junio de 1573 pero a finales de 1576 la comunidad se trasladó a un paraje conocido como La Corenzuela, donde se fundó el Monasterio de Nuestra Señora del Monte Calvario. El 15 de agosto de 1577 La Peñuela volvió a poblarse de religiosos, a petición de muchos caballeros de Baeza y Linares.​

La sencillez de los frailes del Calvario le debió encantar a Juan de la Cruz, cuyo libro favorito después de la Biblia era Flos Sanctorum, que recogía leyendas de monjes y anacoretas primitivos.​

Ana de Jesús había considerado impropio que Juan de la Cruz dijese que Teresa de Jesús era "muy su hija". Ana escribió a Teresa para hablarle de esto y de lo complicado que era obtener un buen confesor para sus monjas. Teresa le contestó:​

En gracia me ha caído, hija, cuán sin razón se queja, pues tiene allá a mi padre fray Juan de la Cruz, que es un hombre celestial y divino. Pues yo le digo a mi hija que, después que se fue allá, no he hallado en toda Castilla otro como él ni que tanto fervore en el camino del cielo. No creerá la soledad que me causa su falta. Miren que es un gran tesoro el que tienen allá en ese santo, y todas las de esa casa traten y comuniquen con él sus almas y verán qué aprovechadas están, y se hallarán muy adelante en todo lo que es espíritu y perfección; porque le ha dado nuestro Señor para esto particular gracia [...] que estimara yo tener por acá a mi Padre Fr. Juan de la Cruz, que de veras lo es de mi alma, y uno de los que más provecho le hacia el comunicarle. Haganlo con él con toda llaneza, que seguro la pueden tener como conmigo misma, y que les será de grande satisfacción, que es muy espiritual, y de grandes experiencias, y letras. Estas tres cualidades: virtud, experiencia y letras, deseaba la Santa, aunque no fuesen en tanto grado en los Confesores; y si carecen de ellas, teman la dirección de las almas que caminan a la perfección, no suceda que las estorben y detengan, pensando que las guían bien a su corto parecer. Por acá le echan mucho de menos las que estaban hechas a su doctrina. Den gracias a Dios que ha ordenado le tengan ahí tan cerca. Ya le escribo les acuda, y sé de su gran caridad que lo hará en cualquiera necesidad, que se ofrezca

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