Muerte
Seis semanas después de que Juan de la Cruz llegase al Monasterio de La Peñuela tuvo una inflamación en el pie derecho y una fiebre. Otro fraile enfermó a la par. El prior decidió enviarlos a ambos a Baeza para que fuesen vistos por un médico. Juan de la Cruz sabía que en Baeza era muy apreciado y pidió ir a un convento descalzo recién fundado en Úbeda para buscar tranquilidad.
El prior del convento de Úbeda no apreciaba en absoluto a Juan de la Cruz porque había sido amonestado por él cuando era vicario provincial de Andalucía. Le dio la habitación más pequeña y pobre del edificio. Un día en que Juan estaba demasiado enfermo como para acudir al refectorio, lo mandó llamar y le reprendió frente a los otros religiosos.
La fiebre y la inflamación del pie de Juan fueron a peor. Un cirujano le abrió el pie y salió mucho pus. Tras esto, su pierna, que también estaba hinchada, se llenó de llagas. El cirujano le cauterizó las llagas, causándole un gran dolor.
El prior dijo que el convento no podía permitirse los alimentos que eran prescritos a Juan, aunque la mayor parte de su comida se la mandaban sus amigos. El prior también se ponía todos los días al lado de Juan a reñirle y le echaba en cara que, seis años antes, había recibido una reprimenda suya por predicar demasiado en iglesias y pasar demasiado tiempo fuera del convento.
El prior prohibió que Juan fuese visitado por los otros frailes sin su autorización y, finalmente, le privó de la persona que le cuidaba. Los frailes se sorprendieron tanto de la inhumanidad del prior que escribieron al provincial, Antonio de Jesús. El provincial vino desde Granada en noviembre de 1591, reprendió al prior y se quedó unos días asegurándose de que Juan de la Cruz tuviese lo que necesitaba.
Juan empezó a tener tumores por todo su cuerpo, siendo el más doloroso uno en el hombro. Cuando le dijeron que iba a morir pidió que se quemasen las cartas donde era alertado de las acciones de Diego Evangelista para que no tomasen represalias contra los que le avisaron. Luego, mandó llamar al prior y le pidió perdón por las molestias que le había causado. El prior empezó a sentir remordimiento y le pidió perdón por no haberle atendido mejor, diciendo que no podía debido a la pobreza del convento.
Juan recibió la extremaunción. Por la noche, cuando veía próxima la muerte, mandó llamar a los frailes del convento. Estos eran unos catorce o quince, que acudieron con candiles y recitaron el De Profundis y el Miserere. Juan pidió que le leyesen algunos versos del Cantar de los cantares. Dieron las doce del 14 de diciembre de 1591, los frailes salieron de la celda y sus últimas palabras fueron: "Hoy estaré en el cielo diciendo maitines"
Seis semanas después de que Juan de la Cruz llegase al Monasterio de La Peñuela tuvo una inflamación en el pie derecho y una fiebre. Otro fraile enfermó a la par. El prior decidió enviarlos a ambos a Baeza para que fuesen vistos por un médico. Juan de la Cruz sabía que en Baeza era muy apreciado y pidió ir a un convento descalzo recién fundado en Úbeda para buscar tranquilidad.
El prior del convento de Úbeda no apreciaba en absoluto a Juan de la Cruz porque había sido amonestado por él cuando era vicario provincial de Andalucía. Le dio la habitación más pequeña y pobre del edificio. Un día en que Juan estaba demasiado enfermo como para acudir al refectorio, lo mandó llamar y le reprendió frente a los otros religiosos.
La fiebre y la inflamación del pie de Juan fueron a peor. Un cirujano le abrió el pie y salió mucho pus. Tras esto, su pierna, que también estaba hinchada, se llenó de llagas. El cirujano le cauterizó las llagas, causándole un gran dolor.
El prior dijo que el convento no podía permitirse los alimentos que eran prescritos a Juan, aunque la mayor parte de su comida se la mandaban sus amigos. El prior también se ponía todos los días al lado de Juan a reñirle y le echaba en cara que, seis años antes, había recibido una reprimenda suya por predicar demasiado en iglesias y pasar demasiado tiempo fuera del convento.
El prior prohibió que Juan fuese visitado por los otros frailes sin su autorización y, finalmente, le privó de la persona que le cuidaba. Los frailes se sorprendieron tanto de la inhumanidad del prior que escribieron al provincial, Antonio de Jesús. El provincial vino desde Granada en noviembre de 1591, reprendió al prior y se quedó unos días asegurándose de que Juan de la Cruz tuviese lo que necesitaba.
Juan empezó a tener tumores por todo su cuerpo, siendo el más doloroso uno en el hombro. Cuando le dijeron que iba a morir pidió que se quemasen las cartas donde era alertado de las acciones de Diego Evangelista para que no tomasen represalias contra los que le avisaron. Luego, mandó llamar al prior y le pidió perdón por las molestias que le había causado. El prior empezó a sentir remordimiento y le pidió perdón por no haberle atendido mejor, diciendo que no podía debido a la pobreza del convento.
Juan recibió la extremaunción. Por la noche, cuando veía próxima la muerte, mandó llamar a los frailes del convento. Estos eran unos catorce o quince, que acudieron con candiles y recitaron el De Profundis y el Miserere. Juan pidió que le leyesen algunos versos del Cantar de los cantares. Dieron las doce del 14 de diciembre de 1591, los frailes salieron de la celda y sus últimas palabras fueron: "Hoy estaré en el cielo diciendo maitines"