Poesía
Su obra poética está compuesta por tres poemas considerados mayores: Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva; y un conjunto de poemas habitualmente calificados como menores: cinco glosas, diez romances (nueve de ellos pueden contarse como una sola composición) y dos cantares. La difusión de su obra fue manuscrita, y aún no se han dilucidado todos los problemas textuales que conllevan. En prosa escribió cuatro comentarios a sus poemas mayores: Subida del Monte Carmelo y Noche oscura para el primero de estos poemas, y otros tratados homónimos sobre el Cántico espiritual y Llama de amor viva.
Las poesías atribuibles sin lugar a duda a san Juan de la Cruz son las recogidas en el códice de Sanlúcar o manuscrito S, ya que este fue supervisado por el mismo san Juan. El repertorio de sus poemas, según dicha fuente, se restringe a diez composiciones (los tres poemas mayores citados y otras siete composiciones), siempre y cuando los romances que comprenden los textos titulados In principio erat Verbum, que son un total de nueve, sean considerados una única obra. La autenticidad del resto de su obra poética no ha podido aún ser dilucidada por la crítica. Por tradición se acepta generalmente que también son suyos los poemas Sin arrimo y con arrimo y Por toda la hermosura, y las letrillas Del Verbo divino y Olvido de lo criado. Las siete glosas y poemas «menores» cuya autoría no está discutida son los siguientes: (se citan por el primer verso):
● Entréme donde no supe
● Glosa al Vivo sin vivir en mí
● Tras de un amoroso lance
● Un pastorcico solo está penado
● Que bien sé yo la fonte
● En el principio moraba
● In principio erat Verbum (nueve romances cuyos primeros versos son: «En aquel amor inmenso», «Una esposa que te ame», «Hágase, pues, dijo el Padre», «Con esta buena esperanza», «En aquellos y otros ruegos», «Ya que el tiempo era llegado», «Entonces llamó un arcángel», «Ya que era llegado el tiempo» y «Encima de las corrientes»)
La poesía de Juan de la Cruz guarda ciertas semejanzas con la pintura de Leonardo da Vinci (1452-1519). Ambos poseen obra escasa, pero influyente; los dos comunican palabras e imágenes conmovedoras, aunque su sentido último se nos escape, envueltas en misterio y dotadas de un erotismo equívoco y latente. Tanto en las pinturas de Leonardo como en los versos de Juan de la Cruz los motivos religiosos llegan a parecer una excusa para sugerir lo inexpresable: nunca se usan de forma convencional, y, aunque beben de tradiciones anteriores, aportan visiones originales, profundamente personales.
Su obra poética está compuesta por tres poemas considerados mayores: Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva; y un conjunto de poemas habitualmente calificados como menores: cinco glosas, diez romances (nueve de ellos pueden contarse como una sola composición) y dos cantares. La difusión de su obra fue manuscrita, y aún no se han dilucidado todos los problemas textuales que conllevan. En prosa escribió cuatro comentarios a sus poemas mayores: Subida del Monte Carmelo y Noche oscura para el primero de estos poemas, y otros tratados homónimos sobre el Cántico espiritual y Llama de amor viva.
Las poesías atribuibles sin lugar a duda a san Juan de la Cruz son las recogidas en el códice de Sanlúcar o manuscrito S, ya que este fue supervisado por el mismo san Juan. El repertorio de sus poemas, según dicha fuente, se restringe a diez composiciones (los tres poemas mayores citados y otras siete composiciones), siempre y cuando los romances que comprenden los textos titulados In principio erat Verbum, que son un total de nueve, sean considerados una única obra. La autenticidad del resto de su obra poética no ha podido aún ser dilucidada por la crítica. Por tradición se acepta generalmente que también son suyos los poemas Sin arrimo y con arrimo y Por toda la hermosura, y las letrillas Del Verbo divino y Olvido de lo criado. Las siete glosas y poemas «menores» cuya autoría no está discutida son los siguientes: (se citan por el primer verso):
● Entréme donde no supe
● Glosa al Vivo sin vivir en mí
● Tras de un amoroso lance
● Un pastorcico solo está penado
● Que bien sé yo la fonte
● En el principio moraba
● In principio erat Verbum (nueve romances cuyos primeros versos son: «En aquel amor inmenso», «Una esposa que te ame», «Hágase, pues, dijo el Padre», «Con esta buena esperanza», «En aquellos y otros ruegos», «Ya que el tiempo era llegado», «Entonces llamó un arcángel», «Ya que era llegado el tiempo» y «Encima de las corrientes»)
La poesía de Juan de la Cruz guarda ciertas semejanzas con la pintura de Leonardo da Vinci (1452-1519). Ambos poseen obra escasa, pero influyente; los dos comunican palabras e imágenes conmovedoras, aunque su sentido último se nos escape, envueltas en misterio y dotadas de un erotismo equívoco y latente. Tanto en las pinturas de Leonardo como en los versos de Juan de la Cruz los motivos religiosos llegan a parecer una excusa para sugerir lo inexpresable: nunca se usan de forma convencional, y, aunque beben de tradiciones anteriores, aportan visiones originales, profundamente personales.