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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: En la primera comunidad cristiana...

En la primera comunidad cristiana
Luego de la Pascua de resurrección y de la Ascensión de Jesucristo, el Libro de los Hechos de los Apóstoles registra a Juan, como el segundo apóstol después de Pedro, en espera de Pentecostés junto con otros.

Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático. Y cuando llegaron, subieron a la estancia superior, donde vivían. Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.

Hechos 1:12-14

Mientras que, al momento de la elección de «los Doce», los Evangelios de Mateo y de Lucas citan a Juan el Apóstol en cuarto lugar (Mateo 10:2; Lucas 6:14), y el Evangelio de Marcos lo refiere en tercer lugar (Marcos 3:16-17), posteriormente Lucas lo llega a colocar en su Evangelio en segundo lugar (Lucas 8:5; Lucas 9:28), desplazando en el orden incluso a su hermano mayor, Santiago. Más aún, inmediatamente antes de Pentecostés los Hechos de los Apóstoles lo sitúan también en el segundo lugar después de Pedro (Hechos 1:13). Esto parece poner de manifiesto el reconocimiento que Juan el Apóstol ya había ganado para entonces dentro de la primera comunidad cristiana.​pp. 28-29 y 48​

El trabajo apostólico junto a Simón Pedro parece intensificarse desde entonces, pues Juan aparece acompañándolo en varios pasajes de los Hechos de los Apóstoles. El pasaje que narra la curación del tullido de nacimiento, el discurso de Pedro al pueblo, la comparencia de Pedro y Juan ante el Gran Sanedrín y el asombro del tribunal supremo de Israel ante estos dos Apóstoles constituye uno de los pasajes más emblemáticos del Libro de los Hechos de los Apóstoles (ver: Hechos 3:1-4:22):

Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona. Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo. Este, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna. Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.» Él les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.» Y tomándole de la mano derecha lo levantó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos y de un salto se puso de pie y andaba [...] Todo el pueblo le vio como andaba y alababa a Dios [...]; le reconocían, pues él era el que pedía limosna sentado junto a la puerta Hermosa del Templo, y se quedaron llenos de estupor y asombro por lo que había sucedido. Como él no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, presa de estupor, corrió donde ellos al pórtico de Salomón.

Hechos 3:1-11

Al comparecer al día siguiente, Pedro y Juan muestran tal valentía al declarar ante los jefes, ancianos y escribas, Anás, Caifás y Jonatán, Alejandro y cuantos pertenecen a la estirpe de los sumos sacerdotes, que estos quedan maravillados, sabiendo que se trata de hombres sin instrucción ni cultura.

Entonces se dijeron: «A fin de que esto no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen ya más a nadie en este nombre.»
Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de los que hemos visto y oído.»

Hechos 4:17-20

Algunos autores han analizado la falta de cultura señalada en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles como argumento en contra de la presunta autoría del Evangelio de Juan por parte del Apóstol. ​p. 37

Sin embargo, esa condición de su juventud no pareció ser óbice para una excelente capacidad de comunicación frente al pueblo y al Gran Sanedrín, cuyos miembros quedaron «maravillados».​ Por otra parte, el Evangelio fue escrito no menos de medio siglo después, ya que no se puede pensar en una composición anterior a los últimos años del siglo I. 14​p. 42;

La oración final del pasaje de los Hechos de los Apóstoles, puesta en labios de Pedro y de Juan conjuntamente, contiene una forma de expresión que se reiteraría en los escritos joánicos. Si se compara la frase manifestada por Pedro y Juan con el pasaje de la I Epístola de Juan, puede verse su similitud:

«No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.» (Hechos 4:20)

« (...) lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida (...), lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos...» (I Juan 1:1-3a)

Otra aparición explícita de Juan tiene lugar acompañando a Pedro en el evangelización en Samaría, fechada por la Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén (École Biblique et Archéologique Française de Jérusalem) entre 34 y 45.

Al enterarse los Apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron con ellos para que recibieran el Espíritu Santo.[...] Ellos, después de haber dado testimonio y haber predicado la Palabra del Señor, se volvieron a Jerusalén evangelizando muchos pueblos samaritanos.

Hechos 8:14-15.25

Al yuxtaponer el pasaje de Lucas 9:54 (señalado más arriba), en el que Juan y Santiago ofrecen hacer bajar fuego del cielo para consumir a un pueblo samaritano, con el pasaje de Hechos 8:14-15 (también escrito por Lucas), en el que Juan proclama la Buena Noticia a los samaritanos, Alan Culpepper sugiere que Lucas estaría indicando un cambio marcado en el temperamento de Juan. Según las Escrituras, el apóstol ya no busca hacer bajar fuego sobre los cismáticos samaritanos, sino que ora para que reciban al Espíritu de Dios, tal como lo señala Hechos 8:15.25 p. 48
En apoyo de esta opinión se cuenta con el pasaje propio del Evangelio de Juan, en el que Jesús mantiene un largo diálogo con una mujer samaritana (Juan 4:4-42), una perícopa indiscutiblemente propia de la tradición joánica. Raymond E. Brown reconoce que solo en el Evangelio de Juan se menciona un «ministerio de Jesús en Samaría»,4​p. 419

lo cual habría sido imitado después por el propio apóstol.

Antes de la Pascua de 44 y según los Hechos de los Apóstoles, Herodes Agripa I ordena decapitar a Santiago, hermano de Juan (Hechos 12:1-2). Esa persecución contra los cristianos provoca quizá la dispersión momentánea de los Apóstoles fuera de Palestina, que se sitúa por esa época. No sería improbable que Juan migrara por un tiempo hacia otras localidades, quizá a Asia Menor. Carece de consistencia cronológica la teoría de algunos críticos sobre la muerte de Juan en ese tiempo, ya que Pablo de Tarso lo encuentra nuevamente en Jerusalén,​pp. 48-49

16​ como se detalla en la sección siguiente.