El Concilio de Jerusalén y el silencio posterior
Existe la opinión generalizada entre los exégetas acerca de la participación de Juan en las deliberaciones del Concilio de Jerusalén (hacia el año 48 a 50) a las cuales hace referencia la epístola a los Gálatas.pp. 48-49
En esta última, Pablo de Tarso refiere literalmente:
[...] y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos.
Epístola de Pablo de Tarso a los Gálatas 2:9
Los Hechos de los Apóstoles no proporcionan información posterior alguna acerca de Juan el Apóstol lo cual, según Culpepper, p. 49
puede ser interpretado de tres formas:
1. como señal de su desaparición física (sin embargo, cabría preguntarse por qué los Hechos de los Apóstoles mencionarían el martirio de Santiago el Mayor, y no la muerte o el presunto martirio de Juan el Apóstol, si este hubiera ocurrido en el plazo de tiempo abarcado por ese libro);
2. como presunción de que ya no se encontraba en la lista de los principales líderes de la Iglesia; o
3. como evidencia de que ya se había trasladado a otra comunidad cristiana.
La interpretación de que Juan el Apóstol murió mártir en Palestina un poco más adelante, entre los años 60 y 70 d. C., tendría como principal supuesto testigo a Papías de Hierápolis. Se dice que Papías narró en el segundo libro de su obra que los dos hijos de Zebedeo fueron muertos por los judíos. Eusebio de Cesarea, que utilizó el libro de Papías, no dice nada al respecto. Pero en un manuscrito de los siglos VI-VIII hay un extracto de la Historia Cristiana, compuesta en Panfilia hacia el año 430 por Filipo de Side. En él se lee: «Papías afirma, en el segundo libro, que Juan el Teólogo y Santiago, su hermano, fueron muertos por los judíos». Idéntica noticia procedente, sin duda, de la misma fuente aparece en un manuscrito de las Crónicas de Georgio Hamartolo (siglo IX): «Papías, obispo de Hierápolis, que había visto a aquel (Juan el Apóstol), cuenta en el segundo libro de las palabras del Señor, que fue muerto por los judíos, cumpliéndose así, en él y en su hermano, la profecía de Jesús (Marcos 10, 38-39).» Este último cronista, a diferencia de Papías, sitúa la escena del martirio en Éfeso, y en tiempo posterior al regreso de Patmos (en el año 96).
Pero, según el teólogo alemán Wikenhauser, la información atribuida a Papías es más que dudosa. pp. 20-23
El solo título de «Teólogo» que se adjudica a Juan el Apóstol es un título que solo se usó mucho más tarde en la Iglesia griega. Ya esto demuestra que no estamos en condiciones de saber qué fue realmente lo que escribió Papías. Y no es casualidad que Ireneo de Lyon y Eusebio de Cesarea, habiendo leído detenidamente su obra, no hicieran mención de este pasaje. Si realmente hubieran encontrado en Papías lo que dice Filipo de Side, seguramente lo habrían aprovechado como argumento excelente a favor de su tesis de la residencia de Juan el Apóstol en Éfeso. Hoy, ningún historiador serio se atreve a desacreditar a Ireneo de Lyon y a Eusebio para favorecer una hipótesis de Filipo de Side, cuya obra se reduce a la de un compilador carente de discernimiento crítico. Esta posición es compartida por otros autores que, aun teniendo en cuenta la antigüedad de ciertas tradiciones litúrgicas que aluden al martirio temprano de Juan el Apóstol, las consideran erróneas.
Sobre la hipótesis a favor de la muerte temprana de Juan por martirio, se destaca la obra de Marie-Émile Boismard (1916-2004). Este libro presenta una cantidad de elementos de interés: algunos de ellos se mencionan más adelante.
Existe la opinión generalizada entre los exégetas acerca de la participación de Juan en las deliberaciones del Concilio de Jerusalén (hacia el año 48 a 50) a las cuales hace referencia la epístola a los Gálatas.pp. 48-49
En esta última, Pablo de Tarso refiere literalmente:
[...] y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos.
Epístola de Pablo de Tarso a los Gálatas 2:9
Los Hechos de los Apóstoles no proporcionan información posterior alguna acerca de Juan el Apóstol lo cual, según Culpepper, p. 49
puede ser interpretado de tres formas:
1. como señal de su desaparición física (sin embargo, cabría preguntarse por qué los Hechos de los Apóstoles mencionarían el martirio de Santiago el Mayor, y no la muerte o el presunto martirio de Juan el Apóstol, si este hubiera ocurrido en el plazo de tiempo abarcado por ese libro);
2. como presunción de que ya no se encontraba en la lista de los principales líderes de la Iglesia; o
3. como evidencia de que ya se había trasladado a otra comunidad cristiana.
La interpretación de que Juan el Apóstol murió mártir en Palestina un poco más adelante, entre los años 60 y 70 d. C., tendría como principal supuesto testigo a Papías de Hierápolis. Se dice que Papías narró en el segundo libro de su obra que los dos hijos de Zebedeo fueron muertos por los judíos. Eusebio de Cesarea, que utilizó el libro de Papías, no dice nada al respecto. Pero en un manuscrito de los siglos VI-VIII hay un extracto de la Historia Cristiana, compuesta en Panfilia hacia el año 430 por Filipo de Side. En él se lee: «Papías afirma, en el segundo libro, que Juan el Teólogo y Santiago, su hermano, fueron muertos por los judíos». Idéntica noticia procedente, sin duda, de la misma fuente aparece en un manuscrito de las Crónicas de Georgio Hamartolo (siglo IX): «Papías, obispo de Hierápolis, que había visto a aquel (Juan el Apóstol), cuenta en el segundo libro de las palabras del Señor, que fue muerto por los judíos, cumpliéndose así, en él y en su hermano, la profecía de Jesús (Marcos 10, 38-39).» Este último cronista, a diferencia de Papías, sitúa la escena del martirio en Éfeso, y en tiempo posterior al regreso de Patmos (en el año 96).
Pero, según el teólogo alemán Wikenhauser, la información atribuida a Papías es más que dudosa. pp. 20-23
El solo título de «Teólogo» que se adjudica a Juan el Apóstol es un título que solo se usó mucho más tarde en la Iglesia griega. Ya esto demuestra que no estamos en condiciones de saber qué fue realmente lo que escribió Papías. Y no es casualidad que Ireneo de Lyon y Eusebio de Cesarea, habiendo leído detenidamente su obra, no hicieran mención de este pasaje. Si realmente hubieran encontrado en Papías lo que dice Filipo de Side, seguramente lo habrían aprovechado como argumento excelente a favor de su tesis de la residencia de Juan el Apóstol en Éfeso. Hoy, ningún historiador serio se atreve a desacreditar a Ireneo de Lyon y a Eusebio para favorecer una hipótesis de Filipo de Side, cuya obra se reduce a la de un compilador carente de discernimiento crítico. Esta posición es compartida por otros autores que, aun teniendo en cuenta la antigüedad de ciertas tradiciones litúrgicas que aluden al martirio temprano de Juan el Apóstol, las consideran erróneas.
Sobre la hipótesis a favor de la muerte temprana de Juan por martirio, se destaca la obra de Marie-Émile Boismard (1916-2004). Este libro presenta una cantidad de elementos de interés: algunos de ellos se mencionan más adelante.