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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Concilio de Nicea...

Concilio de Nicea

En 319, a partir de una doctrina cristológica enseñada por el presbítero alejandrino Arrio, se desató una crisis que afectó profundamente a las Iglesias orientales. Esta doctrina, la cual afirma Jesucristo, el Hijo "no es de la misma naturaleza" que el Padre, se denominó arrianismo y su principal oponente fue el obispo Alejandro de Alejandría quien ya en 320 convocó un sínodo local hacia el 320, el cual excomulgó a Arrio, sentencia de la cual se informó a Silvestre, como era usual.​ Constantino intentó mediar en el conflicto, pero no pudo lograr el acercamiento de las parte, por lo que confió al obispo Osio de Córdoba la tarea de resolver la crisis. Este organizó y presidió un concilio general de todo el episcopado del Imperio. Los obispos, unos 1800, fueron convocados por cursus publicus y se reunieron, pero solamente una pequeña parte de los invitados, en Nicea, en mayo de 325. Eusebio de Cesarea explica que Silvestre declinó su asistencia, esta vez debido su avanzada edad,​ y envió como legados a los presbíteros Vincencio (más tarde obispo de Capua) y Vito, quienes participaron en los debates de manera discreta y sin ningún derecho particular de precedencia. Sin embargo, sus firmas se encuentran en las actas del concilio directamente después de la de Osio y antes de la de los demás obispos presentes.​

El Concilio de Nicea condenó a Arrio, estableció las bases conceptuales de lo que siglos más adelante fue reconocido como el Credo Niceno, y un cierto número de cánones litúrgicos y disciplinarios, uno de los cuales trata sobre el establecimiento de la fecha de la Pascua, que se fijará por acuerdo entre las sedes episcopales de Alejandría y Roma. Se ignora cómo fueron recibidas estas disposiciones por Silvestre pero, en 326, Roma estableció una fecha pascual diferente a la de Alejandría.

La nula participación de Silvestre en estos concilios, quizás debida a su lejanía del escenario del conflicto o por su respeto por la autonomía de las Iglesias orientales, fue en su día objeto de críticas.​ Los relatos posteriores de estos acontecimientos, compuestos en el siglo V, siguiendo a Gelasio de Cízico intentan rehabilitar la figura papal, haciendo de Osio un legado de Silvestre, o incluso atribuyen a este último la convocatoria del concilio junto al emperador, lo cual carece de base histórica. Esta ausencia del papa en ambos concilios creó un precedente en la creencia católica que seguirá siendo válido durante los siglos IV y V, la negativa de los obispos romanos a asistir en persona a los sínodos convocados por el emperador cristiano.​​