En Kuntzing, donde el Danubio hacía tremendos destrozos con sus riadas y, su iglesia, edificada extramuros de la ciudad, sufría aún mayores daños, Severino ordenó que se hiciese la señal de la cruz sobre el pavimento del templo y habló así al río: No te deja mi Señor Jesucristo traspasar este signo. Y el Danubio dejó de desbordarse.