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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Adultez...

Adultez

Sus padres siempre le mandaban exquisitas ropas para su hija, pero ella se negaba a usarlas y las entregaba al convento para que con lo recaudado de su venta pudiesen ayudar a la gente pobre. Margarita siempre escogía los hábitos más viejos y desgarrados del convento y solía usar un largo tiempo cinturones expiatorios con los cuales se generaba dolor físico para sufrir como penitencia igual que Cristo. Igualmente utilizó por largas horas desde pequeña un cilicio, que escondía en su ropa para causarse lesiones y dolor. Por otra parte, según cuenta la leyenda, cuando las otras monjas dormían, Margarita solía quitarse el cinturón donde llevaba el cilicio y lo sustituía por un cinturón hecho con piel de puercoespín que sus débiles brazos apretaban mediante fuertes cordones hechos de crin de caballo hasta tal punto que se producía lesiones físicas. Igualmente llevaba en sus sandalias pequeños clavos de hierro que si bien no eran notorios a la vista, estando bajo la planta de sus pies le causaban dolor constante. No se lavaba el cabello para que las picaduras de los piojos que tenía allí la martirizaran.

Cuenta la leyenda que en una ocasión Margarita envió en una oscura noche a una sirvienta suya a buscar una ropa de un edificio a otro en el convento. Pero como no se podía ver nada, la joven criada Inés luego de atravesar el patio trasero cayó en un pozo junto a la cocina. Corriendo en busca de ayuda la monja superiora Olimpia y Santa Margarita llamaron a los monjes, pues ellas no tenían fuerza suficiente para sacar del pozo a Inés antes de que muriese ahogada. Perdiendo la esperanza, dieron por muerta a la criada culpando a Santa Margarita, quien de inmediato se puso a rezar. A los pocos momentos, el cuerpo de la criada comenzó a flotar, aunque parecía estar sin vida y con todos los miembros rotos y torcidos por los golpes de la caída. Sacándola del pozo Santa Margarita volvió a rezar y como si no hubiese sucedido nada, Inés de inmediato volvió a la vida y con todos sus miembros sanados (I. 48. Compilación medieval de los milagros de Santa Margarita).

En otra oportunidad Santa Margarita salió de su habitación a mitad de la noche y se paró frente al dormitorio de las monjas en el patio interno del convento. Mientras rezaba intensamente un milagro sucedió: el sol salió a mitad de la noche y junto a la luna decoraron el cielo (I. 16. Compilación medieval de los milagros de Santa Margarita).​ Igualmente en otra oportunidad cuando ella y la monja Inés Berki trabajaban en la cocina del convento y deseaban cocinar queso para las otras religiosas. Santa Margarita tomó la sartén y la sacó del fuego, estando esta al rojo vivo y sin lastimarse sus manos. Para sorpresa de la monja Inés, la mano de Santa Margarita no sufrió nada, siendo considerado un milagro (I. 41. Compilación medieval de los milagros de Santa Margarita).

En 1254 pudo haber renunciado a sus votos pues su familia deseaba desposarla con Otakar II de Bohemia, pero Margarita no aceptó, prefiriendo continuar con su vida espiritual y de oración intensa. Vivió muy pobremente, distribuyendo a los pobres todo lo que le daba su hermano, el rey Esteban V de Hungría. En el monasterio escogía las tareas más humildes y penosas. Ascética, se propinaba mortificaciones corporales (como la flagelación) hasta donde la disciplina de la regla le permitía, para unirse más perfectamente a la Pasión de Cristo.

El 18 de enero de 1271, entregó su alma al Creador y desde ese momento, se le ha rendido culto de manera ininterrumpida.