viernes, 1 de junio de 2012
LA CELEBRACIÓN DE PENTECOSTÉS EN EL RINCÓN DE ADEMUZ (I).
Crónica y testimonio de la celebración
en la ermita de Santerón (Algarra) y en Mas del Olmo (Ademuz).
Veni, Sancte Spiritus,/ Veni, nostri cordium,/
Et emitte caelitus/ Lucis tuae radium.
Secuencia de Pentecostés,
con la que la Iglesia católica pide su asistencia al Espíritu Santo.
Palabras previas.
El mes de mayo, emblema y paradigma del esplendor primaveral en nuestra latitud, es también un tiempo de celebraciones religiosopopulares en el Rincón de Ademuz, todas ellas vinculadas al calendario estacional del ecumene comarcano, extensivo a las lindantes tierras aragonesas y castellanas; no en vano el Rincón de Ademuz se halla situado –no enclavado- entre Cuenca y Teruel, compartiendo devociones y tradiciones con los territorios limítrofes.
Entre las fiestas más conocidas del santoral encontramos el “Día de la Cruz”, que se celebra en Ademuz y otros pueblos de la comarca, la romería de Santa Quiteria -que toca a Puebla de San Miguel (Valencia) y Arcos de las Salinas (Teruel)-, la romería Virgen de Santerón -que toca a Algarra (Cuenca) y Vallanca (Valencia) y la “Pascua Granada” -que toca a Mas del Olmo y Sesga, aldeas de Ademuz (Valencia)- y que también tiene algo de peregrinaje. El Día de la Cruz en Ademuz es una fiesta de larga tradición, referida a la “bendición” de los términos, que ha tratado de recuperarse, aunque con escaso éxito hasta ahora. La marcha de Puebla de San Miguel a Hoya de la Carrasca se mantiene, aunque con altibajos; la de Santerón es cada día más conocida, y la de Pascua Granada, que también se conserva, aunque no sin dificultad.
En el origen de las dificultades por salvaguardar estas antiguas tradiciones locales se halla la mengua de los empadronamientos y el envejecimiento poblacional, factores que inciden negativamente en su sostenimiento, casi tanto como la pérdida de la fe religiosa católica y la irreligiosidad en general, signos manifiestos de nuestro tiempo en la Europa occidental, un territorio que hasta mediados del siglo XV fue propiamente conocido como Cristiandad. Hay una cita atribuida al célebre escritor y político francés André Malraux (1901-1976) que señala: El siglo XXI será religioso o no será... –donde dice “religioso” podría escribirse “espiritual” o “místico” y la frase tendría el mismo sentido-. En lo personal, desearía que fuese así –que nuestro siglo pudiera ser y fuera espiritual-: porque pienso que esta dimensión de lo anímico resulta consustancial a la naturaleza humana. Al menos en el sentido que yo entiendo al prójimo y a mí mismo, como una unidad indisoluble de alma/espíritu y cuerpo, esto es, de trascendencia y materialidad. Sin embargo, tiendo a pensar que nos encontramos en un interregno, como dicen les sucedía a los ciudadanos del Imperio Romano en los comienzos del siglo I, cuando muchos ya no creían en el panteón de los antiguos dioses y Cristo no se había manifestado todavía...
Por razones complejas, a muchos coetáneos les resulta poco razonable creer, porque han perdido la fe en lo Sagrado o en lo Santo, esto es, en el mysterium tremendum et fascinans de que habla el teólogo alemán Rudolf Otto (1869-1937),[1] y nada les preocupa menos que la salvación de su alma. Piensan que la religión es un cúmulo de sabiduría – misteriosa, obsoleta y anclada en el pasado- que nada les aporta en su cotidianeidad, y que la propia praxis moral es referente, circunstancial y relativa. Y aunque tienen hambre de espiritualidad, y necesidad de esperanza –prueba de ello es su búsqueda entre las religiones o filosofías esotéricas alejadas de nuestra cultura-, todavía no han encontrado nada ni nadie que pueda ofrecérsela. Más allá de la definición ilustrada de religión, entendida como “el conjunto de creencias, normas morales y prácticas rituales que un individuo o grupo mantiene hacia lo que considera divino o sagrado”, me inclino a entender la religión en el sentido tomista que el profesor de la Universidad Pontificia Salesiana -Adriano Alessi (Omegna, 1941)- nos propone: Religio est recta ordinatio hominis ad Deum, esto es, la recta ordenación del hombre a Dios, entendiendo a Dios como un ser absoluto y personal.
Autor
Alfredo Sánchez Garzón
LA CELEBRACIÓN DE PENTECOSTÉS EN EL RINCÓN DE ADEMUZ (I).
Crónica y testimonio de la celebración
en la ermita de Santerón (Algarra) y en Mas del Olmo (Ademuz).
Veni, Sancte Spiritus,/ Veni, nostri cordium,/
Et emitte caelitus/ Lucis tuae radium.
Secuencia de Pentecostés,
con la que la Iglesia católica pide su asistencia al Espíritu Santo.
Palabras previas.
El mes de mayo, emblema y paradigma del esplendor primaveral en nuestra latitud, es también un tiempo de celebraciones religiosopopulares en el Rincón de Ademuz, todas ellas vinculadas al calendario estacional del ecumene comarcano, extensivo a las lindantes tierras aragonesas y castellanas; no en vano el Rincón de Ademuz se halla situado –no enclavado- entre Cuenca y Teruel, compartiendo devociones y tradiciones con los territorios limítrofes.
Entre las fiestas más conocidas del santoral encontramos el “Día de la Cruz”, que se celebra en Ademuz y otros pueblos de la comarca, la romería de Santa Quiteria -que toca a Puebla de San Miguel (Valencia) y Arcos de las Salinas (Teruel)-, la romería Virgen de Santerón -que toca a Algarra (Cuenca) y Vallanca (Valencia) y la “Pascua Granada” -que toca a Mas del Olmo y Sesga, aldeas de Ademuz (Valencia)- y que también tiene algo de peregrinaje. El Día de la Cruz en Ademuz es una fiesta de larga tradición, referida a la “bendición” de los términos, que ha tratado de recuperarse, aunque con escaso éxito hasta ahora. La marcha de Puebla de San Miguel a Hoya de la Carrasca se mantiene, aunque con altibajos; la de Santerón es cada día más conocida, y la de Pascua Granada, que también se conserva, aunque no sin dificultad.
En el origen de las dificultades por salvaguardar estas antiguas tradiciones locales se halla la mengua de los empadronamientos y el envejecimiento poblacional, factores que inciden negativamente en su sostenimiento, casi tanto como la pérdida de la fe religiosa católica y la irreligiosidad en general, signos manifiestos de nuestro tiempo en la Europa occidental, un territorio que hasta mediados del siglo XV fue propiamente conocido como Cristiandad. Hay una cita atribuida al célebre escritor y político francés André Malraux (1901-1976) que señala: El siglo XXI será religioso o no será... –donde dice “religioso” podría escribirse “espiritual” o “místico” y la frase tendría el mismo sentido-. En lo personal, desearía que fuese así –que nuestro siglo pudiera ser y fuera espiritual-: porque pienso que esta dimensión de lo anímico resulta consustancial a la naturaleza humana. Al menos en el sentido que yo entiendo al prójimo y a mí mismo, como una unidad indisoluble de alma/espíritu y cuerpo, esto es, de trascendencia y materialidad. Sin embargo, tiendo a pensar que nos encontramos en un interregno, como dicen les sucedía a los ciudadanos del Imperio Romano en los comienzos del siglo I, cuando muchos ya no creían en el panteón de los antiguos dioses y Cristo no se había manifestado todavía...
Por razones complejas, a muchos coetáneos les resulta poco razonable creer, porque han perdido la fe en lo Sagrado o en lo Santo, esto es, en el mysterium tremendum et fascinans de que habla el teólogo alemán Rudolf Otto (1869-1937),[1] y nada les preocupa menos que la salvación de su alma. Piensan que la religión es un cúmulo de sabiduría – misteriosa, obsoleta y anclada en el pasado- que nada les aporta en su cotidianeidad, y que la propia praxis moral es referente, circunstancial y relativa. Y aunque tienen hambre de espiritualidad, y necesidad de esperanza –prueba de ello es su búsqueda entre las religiones o filosofías esotéricas alejadas de nuestra cultura-, todavía no han encontrado nada ni nadie que pueda ofrecérsela. Más allá de la definición ilustrada de religión, entendida como “el conjunto de creencias, normas morales y prácticas rituales que un individuo o grupo mantiene hacia lo que considera divino o sagrado”, me inclino a entender la religión en el sentido tomista que el profesor de la Universidad Pontificia Salesiana -Adriano Alessi (Omegna, 1941)- nos propone: Religio est recta ordinatio hominis ad Deum, esto es, la recta ordenación del hombre a Dios, entendiendo a Dios como un ser absoluto y personal.
Autor
Alfredo Sánchez Garzón