Me nombrabas antes la casa del santero, ¿qué recuerdas de ella, cómo era el edificio?
<La casa antigua era mayor que la que hay ahora, todavía puede verse hasta donde llegaba el muro exterior... El tejado vertía a dos aguas y tenía dos plantas, una sala grande abajo, donde estaba la cocina, la cuadra y las habitaciones, y otra arriba, lo que llamamos aquí la “cámara” que vosotros llamáis “cambra”... La chimenea de la cocina daba hacia fuera, en el lado contrario de la ermita. Tenía sólo una puerta, por donde entraban los ermitaños y el burro que tenían... Recuerdo que arriba en la cámara ponían los gamones a secar: sí, los gamones se los comen muy bien los cerdos en invierno... La gente iba a buscarlos a Vallongo y luego los ponía aquí a desecar; el ermitaño no los tocaba... El piso alto de la casa era de yeso con bovedilla. Arriba del tejado había una miaja de torrecilla con el campano, luego lo pusieron entre los palos del soportal que te decía y ahora está en la casa de los Zafrillas que compró el Ayuntamiento. Tenía varias ventanas, arriba y abajo. Una puerta que comunicaba con la ermita, salía por debajo del coro... El último ermitaño recuerdo que era un hombre de Salvacañete, enterrado está en Algarra. Sí, estaba casado y al morir él la mujer se marcharía a su pueblo... El ermitaño, cuando la guerra, escondió la caja de la Virgen con la que iba a pedir por los pueblos –era una caja pequeña con un cristal delante-: esa la escondió y se salvó, pero la Virgen grande la quemaron. Claro, el ermitaño iba a pedir por los pueblos del contorno: Algarra, Ademuz, Vallanca, Negrón, Casas de Garcimolina, Algarra, El Cubillo, Salvacañete...: Una limosna para la Virgen de Santerón –decía mostrando la caja de la Virgen-; y la gente le daba lo que podía, patatas, huevos, pan, lo que tenía. No, perras le darían pocas, porque el dinero no corría entonces... El hombre y la mujer vivían de eso, de lo que les daban pidiendo y de lo que sacaban de un huerto que tenían ahí abajo, donde el cerrito de la Fuente: desde donde estamos hasta la Fuente es de la ermita... Todo esto estaba dentro del rento de Santerón, que era de los Zafrilla: de la Rogelia y de su marido el tío Mariano Zafrilla Garrido, al que yo ya no conocí, y luego de sus hijos: Vicente, al que llamaban “el Cojo Zafrilla” y de su hermana Isabel, la que estaba casada con el tal José... Estos no tuvieron hijos y malvendieron el rento y otras propiedades que tenían, pero desde hace unos años la ermita está escriturada a favor del Ayuntamiento de Algarra –desde el camino hasta el cerrito de la Fuente, donde se ponen los de Salvacañete a comer-; la ermita está catastrada como urbana; además, tiene derecho al prado de la Virgen que llamamos, que llega hasta la Mesa>.
<La casa antigua era mayor que la que hay ahora, todavía puede verse hasta donde llegaba el muro exterior... El tejado vertía a dos aguas y tenía dos plantas, una sala grande abajo, donde estaba la cocina, la cuadra y las habitaciones, y otra arriba, lo que llamamos aquí la “cámara” que vosotros llamáis “cambra”... La chimenea de la cocina daba hacia fuera, en el lado contrario de la ermita. Tenía sólo una puerta, por donde entraban los ermitaños y el burro que tenían... Recuerdo que arriba en la cámara ponían los gamones a secar: sí, los gamones se los comen muy bien los cerdos en invierno... La gente iba a buscarlos a Vallongo y luego los ponía aquí a desecar; el ermitaño no los tocaba... El piso alto de la casa era de yeso con bovedilla. Arriba del tejado había una miaja de torrecilla con el campano, luego lo pusieron entre los palos del soportal que te decía y ahora está en la casa de los Zafrillas que compró el Ayuntamiento. Tenía varias ventanas, arriba y abajo. Una puerta que comunicaba con la ermita, salía por debajo del coro... El último ermitaño recuerdo que era un hombre de Salvacañete, enterrado está en Algarra. Sí, estaba casado y al morir él la mujer se marcharía a su pueblo... El ermitaño, cuando la guerra, escondió la caja de la Virgen con la que iba a pedir por los pueblos –era una caja pequeña con un cristal delante-: esa la escondió y se salvó, pero la Virgen grande la quemaron. Claro, el ermitaño iba a pedir por los pueblos del contorno: Algarra, Ademuz, Vallanca, Negrón, Casas de Garcimolina, Algarra, El Cubillo, Salvacañete...: Una limosna para la Virgen de Santerón –decía mostrando la caja de la Virgen-; y la gente le daba lo que podía, patatas, huevos, pan, lo que tenía. No, perras le darían pocas, porque el dinero no corría entonces... El hombre y la mujer vivían de eso, de lo que les daban pidiendo y de lo que sacaban de un huerto que tenían ahí abajo, donde el cerrito de la Fuente: desde donde estamos hasta la Fuente es de la ermita... Todo esto estaba dentro del rento de Santerón, que era de los Zafrilla: de la Rogelia y de su marido el tío Mariano Zafrilla Garrido, al que yo ya no conocí, y luego de sus hijos: Vicente, al que llamaban “el Cojo Zafrilla” y de su hermana Isabel, la que estaba casada con el tal José... Estos no tuvieron hijos y malvendieron el rento y otras propiedades que tenían, pero desde hace unos años la ermita está escriturada a favor del Ayuntamiento de Algarra –desde el camino hasta el cerrito de la Fuente, donde se ponen los de Salvacañete a comer-; la ermita está catastrada como urbana; además, tiene derecho al prado de la Virgen que llamamos, que llega hasta la Mesa>.