A la vida de
labranza pertenece, no sólo el labrador que con un par de bueyes labra su pegujar22, sino también los que con muchas yuntas y con copiosa y gruesa
familia, rompen los
campos y apacientan grandes
ganados.
La otra vida, que dijimos, de contratación, abraza al tratante pobre, y al mercader grueso, y al oficial mecánico, y al artífice y al soldado, y finalmente, a cualquiera que vende o su trabajo, o su
arte o su ingenio.