Mayormente que la buena casada, de quien vamos tratando, cualquiera que ella sea, fea o hermosa, no ha de querer parecer otra de lo que es, como se dirá en su lugar. Así que, cuanto a lo necesario, la
naturaleza libró de mucha costa a las mujeres, y, cuanto al deleite y antojo, las ató con muy estrechas obligaciones, para que no fuesen costosas.