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BELMONTE: El recuerdo en la memoria que bien que se grabo

Hola Agustín,

Le agradezco a las musas que te olviden de vez en cuando (¡ojalá! sea muy seguido). Me has traído a la mente tantos recuerdos que dedicaré varios días a digerirlos.

Ahora quiero comentarte que recuerdo las cartillas de racionamiento (como en Cuba), a uno de mis hermanos, como era mayor de edad, le daban cartilla para el paquete de tabaco. Como él no fumaba se lo vendía a otros. Un día lo acompañé al Estanco, lo recuerdo como si lo estuviera viendo. La envoltura era de color verde.

Te daré la dirección tal y como se hace aquí: El Estanco estaba (supongo que ya no) de la esquina del antiguo Banco Popular, en la Plaza Mayor, veinticinco varas al Norte, subiendo la cuesta hacia las Monjas Bajas, en la acera de la derecha, frente a la casa del telégrafo. El Norte está en esa dirección porque el sol sale por el castillo. Otra dirección que se usa aquí es: De donde está el perro echado (la esquina de la plaza, suponiendo que había un perro), veinticinco varas más para hallasito.

Todos los nombres que has mencionado los tengo grabados, te faltó mencionar a Modesto, su tienda estaba en la casa que hay entre el Ayuntamiento (salvando la calle) y la casa (creo) de doña Concha Huertas. Modesto vendía plátanos y sardinas arenques en unas cajas redondas de madera.

Hasta la próxima

Vicente

Hola Agustín,

Tus palabras son como un buen vaso de agua fría en un caluroso día de verano. Sobre tus relatos, no te preocupes, que los canes o zaguates entonen su canción a gusto, tú sigue cabalgando.
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Me has traído al magín a los Lequericas, cierto. El negocio de Modesto no lo sitúo en esa acera, sino en la Plaza, frente al Ayuntamiento, recuerdo que era un espacio muy reducido.
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En esa acera vivía Vicente Romera; me suena como que era veterinario y primo de mis padres, los cuales eran primos hermanos, de ahí que yo salí medio zorompo.
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Recuerdo a las Mochuelas y a don Joaquín. Lo que no logro situar es la carnicería de los Patasecas, ni a los hijos de Modesto. En esa misma calle, pero de la Plaza hacia abajo, a mano izquierda, estaba la carnicería de Dionisio Huertas.
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El callejón de la Iglesia es “mi callejón” porque no he olvidado que mi madre usaba una toquilla o mantón con flecos, de lana y color negro. En pleno invierno me llevaba al manifiesto como a las seis de la tarde; yo me metía debajo del mantón, como los pollos se meten debajo de la gallina. Era el sitio más agradable y calentito que he tenido en mi vida.
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Mi madre me contaba que en 1913, ella tenía precisamente 13 años, apareció el Cometa Halley. Me contaba que por la noche aparecía por el lado del castillo y ella lo veía cuando se asomaba por la tapia de la derecha del callejón. Era enorme.

Te estoy muy agradecido

Una abrazo
Vicente

El recuerdo en la memoria que bien que se grabo