Comentario
Aquella mañana del mes de Octubre del año del Señor se levanto don Alonso muy de mañana y se enfrasco con la lectura que había dejado sin leer la noche anterior en el abecedario del libro titulado el caballero andante llamado Amadis de Gaula y encendiendo una vela hasta que vino la aurora del día estuvo leyendo y cada momento que pasaba se le iba alegrando más y más el corazón con las hazañas que este caballero llevo a término.
Pues el ama de llaves que tenía en casa viendo que don Alonso no salía del cuartucho donde estaba embebido en la lectura pico a la puerta por ver si le apetecía tomarse un caldo de gallina que el ama de llaves había preparado el día anterior y don Alonso dijo que le vendría bien ya que llevaba unas horas levantado y también le dijo que le trajese un pedazo de rosca que aunque estaba más dura que la pata perico mojado en el caldo se ablandaría.
Don Alonso entre sorbo y sorbo mordía la rosca que se dejaba acariciar por tan dulce paladar porque don Alonso con ser de mediana edad todavía tenía buena dentadura ya que él nunca había fumado, pero volvía a la lectura y cada vez le entraba más ganas de bajar a la cuadra y ensillar a Rocinante y salir lo antes posible al más cercano castillo para velar las armas como era costumbre de aquellos recios varones que se iban a enfrentar a todos los avatares que fuesen saliendo en su ir y venir por los adustos caminos de la caballería.
Pero don Alonso leía en el libro que había que esperar a que fuese de noche y hubiera luna llena y por lo que venía observando en aquellos días es que había luna llena, pues todo el día estuvo con el libro y pensando cuando seria la hora propicia para salir con el Rocinante nombre del caballo que tenia don Alonso y que ya frisaba en las quince hierbas, pues de joven había sido un caballo brioso y metido en carnes pero ahora cuando don Alonso quería llevar su hazaña el trote de Rocinante era cansino y se le iba un pedo tras otro que don Alonso creyó que era fruto de la mucha cebada que le ponía en el pesebre
Aquella mañana del mes de Octubre del año del Señor se levanto don Alonso muy de mañana y se enfrasco con la lectura que había dejado sin leer la noche anterior en el abecedario del libro titulado el caballero andante llamado Amadis de Gaula y encendiendo una vela hasta que vino la aurora del día estuvo leyendo y cada momento que pasaba se le iba alegrando más y más el corazón con las hazañas que este caballero llevo a término.
Pues el ama de llaves que tenía en casa viendo que don Alonso no salía del cuartucho donde estaba embebido en la lectura pico a la puerta por ver si le apetecía tomarse un caldo de gallina que el ama de llaves había preparado el día anterior y don Alonso dijo que le vendría bien ya que llevaba unas horas levantado y también le dijo que le trajese un pedazo de rosca que aunque estaba más dura que la pata perico mojado en el caldo se ablandaría.
Don Alonso entre sorbo y sorbo mordía la rosca que se dejaba acariciar por tan dulce paladar porque don Alonso con ser de mediana edad todavía tenía buena dentadura ya que él nunca había fumado, pero volvía a la lectura y cada vez le entraba más ganas de bajar a la cuadra y ensillar a Rocinante y salir lo antes posible al más cercano castillo para velar las armas como era costumbre de aquellos recios varones que se iban a enfrentar a todos los avatares que fuesen saliendo en su ir y venir por los adustos caminos de la caballería.
Pero don Alonso leía en el libro que había que esperar a que fuese de noche y hubiera luna llena y por lo que venía observando en aquellos días es que había luna llena, pues todo el día estuvo con el libro y pensando cuando seria la hora propicia para salir con el Rocinante nombre del caballo que tenia don Alonso y que ya frisaba en las quince hierbas, pues de joven había sido un caballo brioso y metido en carnes pero ahora cuando don Alonso quería llevar su hazaña el trote de Rocinante era cansino y se le iba un pedo tras otro que don Alonso creyó que era fruto de la mucha cebada que le ponía en el pesebre