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BELMONTE: COMENTARIO...

COMENTARIO

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Al atardecer de aquel día que era sábado, José de Arimatea que era sanedrita fue a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús, Pilato se maravillaba que hubiera muerto, y llamando al Centurión le pregunto y había ya muerto y cerciorado por el Centurión, concedió el cadáver a José de Arimatea, este había comprado una sabana. Bajo de la cruz el cadáver lo envolvió en la sabana y lo coloco en un sepulcro excavado en la roca hizo rodar una piedra hasta la boca del sepulcro. Mientras, María Magdalena y María la madre de José estaban observando donde lo estaban colocando.
Transcurrido el sábado, Maria Magdalena y María madre de Santiago compraron perfumes para ir a embalsamarlo, Muy de mañana el día primero de la semana, se dirigieron al sepulcro al despuntar el sol. Se decían entre si ¿Quien nos removerá la piedra de la boca del sepulcro?. al levantar los ojos, advirtieron que la piedra había sido removida. Piedra, que por cierto enormemente grande. Y entrando al sepulcro vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con túnica blanca. Ellas quedaron aterrorizadas. Más el le dijo. Cese vuestro espanto. Buscáis a Jesús el, Nazareno, crucificado. Ha resucitado. No esta aquí. Ved el lugar donde le habían colocado.. Pero id a anunciar a sus discípulos y a Pedro que va delante de vosotros a Galilea. En Galilea lo veréis según os dijo. Salieron y huyeron del sepulcro, presas de temor y estupor, Y nada dijeron a nadie, porque tenían miedo.
Después de su resurrección, al amanecer del primer día de la semana se apareció primeramente a María Magdalena, de la cual había expulsado siete demonios. Ella partió a anuncialo a los que habían convivido con él, sumidos en tristeza y llanto. Ellos al oír que vivía y que ella lo había visto, no la creyeron. Tras esto se apareció, con aspecto disimulado a dos de ellos mientras iban de camino, y se dirigían a una graja, También estos se volvieron para dar la nueva a los demás. Pero tampoco a estos los creyeron. Por fin se apareció a los once, mientras estaban a la mesa. Y les reprendió su falta de fe y su dureza de corazón.