Luz ahora: 0,10405 €/kWh

BELMONTE: LA SOLEDAD...

LA SOLEDAD
La soledad podemos entenderla en un sentido muy amplio, bien otorgándole un carácter de ayuda personal, y también como una gran enemiga que nos conduce a estados muy desagradables.
En el mejor de los sentidos, en el positivo, yo particularmente la entiendo como una necesidad básica que tenemos las personas para reencontrarnos a nosotros mismos, en determinados momentos en los que reconocemos que estamos un poco perdidos. De esta forma, volvemos a saber dónde estamos y que es lo qué estamos haciendo. Si la entendemos bien de esta forma tan positiva, podemos disfrutar de esta experiencia. Esta es una soledad que voluntariamente nos hemos auto impuesto porque la consideramos necesaria y porque sabemos de antemano que va a ser muy beneficiosa para nuestros interese particulares.
Podemos también darle la parte positiva y entenderla como algo que nos permite estar solos, y por otro lado, la forma negativa y preocupante de sentirnos solos. Pero ocurre que estar solo, a veces no es estar carente de compañía, pues en determinado momentos, podemos estar con un gran grupo, y sentirnos francamente solos, porque entendemos que no pertenecemos a ese entorno, por el lugar, las personas o las circunstancias que nos han llevado hasta allí.
Sin embargo cuando la soledad nos viene impuesta por los motivos y circunstancias que sean, ese es un tipo de soledad que nos puede hacer mucho daño. Nos producirá unas sensaciones muy desagradables de angustia, que nos puede llevar a una pequeña o gran depresión. La soledad, suele ser también muy acusada en personas con una gran timidez y personas que sean introvertidas. A este tipo de personas les cuesta mucho relacionarse con su entorno, y ello les lleva a ser personas tan sumamente retraídas, que terminan la mayoría de las veces, sintiendo un gran vacío o una amarga sensación de Soledad.
Otro tipo de soledad, puede ser aquella que sentimos cuando se nos va un ser querido. Suele dejar un espacio que nos cuesta mucho llenar y un periodo grande de sensación de estar solos, aunque en realidad no lo estemos.
Hay otro tipo de personas que no pueden, no quieren o no saben estar solas. Son personas muy dependientes de los demás, y cuando pierden a alguien con quien tienen una mayor o menor unión, pueden entrar en un periodo de depresión fruto de ese aislamiento por la pérdida irreparable y el costo de no querer buscar otros agentes sociales que le permitan salir de ese peligroso estado de depresión.
Esto les suele ocurrir mucho a personas tímidas y con una baja autoestima, tienen una gran preocupación por el rechazo que puedan sufrir. Tiene también miedo a ser criticados por su poca adaptación al grupo y les cuesta mucho intervenir en cualquier tema que se esté desarrollando, pues aunque en el fondo entienden que están bien preparados en eso sobre lo que versa la conversación, por su carácter poco sociable terminan no interviniendo.
Existen otro tipo de personas, que no tienen confianza en los círculos en los que suelen moverse, ya sean familiares o sean personas conocidas, tal vez por falta de confianza, o porque en algún momento se les ha tratado de una forma incorrecta.
Según algunos estudios, las personas que sufren algún tipo de aislamiento, voluntario o forzoso, tienden a sufrir ciertos tipos de enfermedades, pues suelen de padecer unos tipos de depresión que su sistema inmunológico debilitado, no puede superar.
Normalmente la preocupación por la soledad puede aparecer en la infancia, que es una edad en la que ya sentimos esas ganas de estar en compañía, ya sea materna o fraternal.
Cuando pasamos a la etapa de la juventud, se acrecientan aún más esas ansías de compañía que suele ser calmadas con la intervención en grupos de compañeros en el colegio, o de amigos fuera del ámbito colegial.
En esta etapa, es muy señalado el deseo de esa compañía, pero a veces el deseo es tan grande, que si tarda en llegar, podemos caer en un estado de ansiedad.
Para comenzar a conectarse con el entorno más cercano, es necesario que tengamos cuidado en elegir la compañía adecuada, evitando sobre todo las personas cargadas con una enorme negatividad que terminarán traspasándonos, y evitar también ese grupo de personas que se pasan todo el tiempo criticando a los demás.
La soledad, si no queremos que nos abrume y nos castigue severamente, tenemos que tender a convertirla en algo pasajero.
Todos sabemos muy bien que las personas somos seres sociables por naturaleza.
Recordemos que ya hemos visto antes, que a veces elegimos estar solos porque lo necesitamos en momentos y circunstancias oportunos.
Cuando la soledad la admitimos como una actitud frente al rechazo de los demás, es cuando comienza a ser peligrosa.
Es indudable que a la mayoría de las personas la soledad nos puede hacer más o menos daño. Cuando esto ocurra, tengamos la sana voluntad de escudarnos en ella lo menos posible, y sólo lo hagamos en momentos muy oportunos, pero siempre sabiendo que lo estamos haciendo y que cuando queramos vamos a salir de ese terreno antes de que llegue a ser un poco tarde.
Y como final decir, que tenemos que tener mucho cuidado, y saber que cuando entremos en ella, es porque nos va a hacer mucho bien, y porque tenemos muy claro que no nos va a atrapar en sus garras.
Paco.