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Reflexión

Hoy día 15 de Octubre de 2024 se celebra la fiesta de Santa Teresa de Jesús

Biografía de santa Teresa de Jesús

Nacimiento, infancia y educación

Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada nació en Gotarrendura, provincia de Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. Sus padres fueron Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila de Ahumada, ambos nobles católicos judeoconversos.

Desde su infancia se aficionó a las lecturas de la biblioteca familiar, en la que encontró libros de caballerías, romanceros y otras poesías populares, así como vidas de santos.

Según relató la misma Teresa en Vida de santa Teresa de Jesús, estas lecturas dejaron huella en su imaginación y la llevaron a fugarse junto a su hermano Rodrigo hacia la “tierra de los moros”, con el fin de convertirse en mártires cristianos, intento que frustró un tío, quien los llevó de vuelta a la casa familiar.

Muerte de su madre

En 1528, a los 13 años, falleció su madre. A partir de entonces se consideró a sí misma hija adoptiva de la Virgen María. Tres años más tarde, en 1531, su padre la envió al colegio de Santa María de Gracia, dirigido por las hermanas agustinas de Ávila.

En dicho colegio estuvo un año y medio como interna, pero tuvo que regresar aquejada de una enfermedad de la cual no se conocen muchos detalles.
A su regreso pasó una temporada en la residencia de su tío Pedro Sánchez de Cepeda, personaje de mucha devoción religiosa, quien fue muy cercano a Teresa en su juventud.

Posteriormente, residió durante algún tiempo más con su hermana María de Cepeda, ya casada, tras lo cual regresó a la casa de su padre en Ávila.
Durante estos años de juventud tomó la decisión de ingresar al convento de la Encarnación, aún en contra de la voluntad paterna.

Vida de religiosa, enfermedad y visiones

En 1535 huyó de su hogar para ingresar al convento. Dos años más tarde, profesó sus votos. Durante estos dos años en el convento padeció problemas de salud.

Se cree que sufrió continuamente de una cardiopatía y algún desequilibrio psíquico. Pocos meses después de profesar, su padre la llevó de regreso a la casa familiar para recibir cuidados médicos.

Algunos meses tras su regreso sufrió convulsiones y cayó en un coma profundo que duró cuatro días. Varios de sus familiares y hermanas religiosas la dieron por muerta.

Tras estos sucesos quedó muy debilitada y con movilidad reducida por los siguientes dos años. Esta experiencia le dejó secuelas físicas de por vida y fue el inicio de sus visiones y trances místicos.

Recuperación milagrosa y retorno al convento

En 1539 recobró la movilidad de sus piernas casi de manera milagrosa. Habiendo encomendado su salud a san José, agradeció a este santo con devoción de por vida, muestra de ello fue la dedicatoria de los diversos monasterios que fundaría años después.

Ese mismo año regresó al convento de la Encarnación, donde recibió frecuentes visitas y también pudo salir a ver a sus familiares cuando así lo deseó, tal y como era la costumbre de las religiosas en ese entonces.

Durante su enfermedad empezó a practicar la oración en recogimiento y de manera personal, a manera de meditación. Disfrutaba el escuchar sermones y leer, y llevó una vida social activa.

En 1541 falleció su padre, y el dominico Vicente Barón, cercano a la familia, lo asistió durante sus últimos momentos. Este sacerdote se convirtió, luego, en el mentor de Teresa y fue quien le hizo retomar la vida contemplativa y la oración, para no abandonarlas nunca más.
Nuevas lecturas y visiones

Por esos años se apoyó en las Confesiones de San Agustín y Tercer alfabeto espiritual, de Francisco de Osuna.

Además de estas lecturas, recibió mensajes divinos en repentinos trances o en sueños. Según sus propios relatos, Jesucristo le aconsejó que hiciese a un lado sus pláticas mundanas en el recibidor del convento y pusiese más empeño en comunicarse con Dios y el Espíritu Santo.

Estas visiones continuaron a lo largo de su vida y se hicieron más intensas. En otro de sus trances se sintió atravesada por una espada de oro sostenida por un ángel, y desde entonces abandonó el miedo a la muerte que le perseguía desde los días en coma durante su juventud.

Todas estas experiencias afianzaron su fe y la hicieron dedicarse a Dios con más fervor. Además, todo lo vivido le indujo a escribir numerosos poemas lírico-religiosos y obras didácticas.

En dichos textos dejó plasmadas sus visiones sobrenaturales y también sus ideas sobre la necesidad de una vuelta a la meditación en los conventos.
Reflexiones y deseos de reforma