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BOLLIGA: Continuación ...

Continuación
Cuando se levantó a la mañana siguiente, y se miró en el espejo comprobó preocupado, además de su pelo blanco, unas grandes ojeras.
Pensó en contarle al cura del pueblo lo ocurrido, pero al momento desechó la idea, pues sabía de buena tinta que los consejos de este cura, ya muy mayor, se basaban en rezar y eso ya lo hacía El.
Vivía en el pueblo una vieja mujer tan respetada como temida, que nadie sabía la edad que tenía, y que era requerida para curar mediante plantas lo mismo a las personas que a los animales, pues decían que tenía un Don.
Se llamaba Julia, aunque era más conocida como la tía Bruja, mote o apodo que a ella no le molestaba, al oírse así nombrada.
.- Allá que fue Camilo, a ver a la tía Bruja.
.- Esta, salió a la puerta al ser requerida, y al verle las ojeras y el pelo blanco le dijo – algo has visto hijo mío y te está atormentando, entra, siéntate, y dime qué puedo hacer por Ti.
.- Camilo entró y empezó a contarle a la Tía Bruja lo sucedido en las dos noches.
.- Mientras lo hacía comprobó que la vieja no dejaba de rezar con palabras que El no entendía, y cuando nombraba a los dos seres, esta se llevaba a los labios una pequeña cruz de madera muy sobada por el uso y toscamente tallada a navaja.
.- Cuando terminó su relato, Camilo le preguntó- ¿Qué cree usted que me está pasando tía Julia?
.- Antes de responder, la vieja se levantó, y tomando un cuenco con agua, introdujo en el mismo un manojo o atadillo de hierbas, y usándolo como si de un hisopo se tratara, esparció por la habitación el agua que también mojó a Camilo. Hecho esto dijo:
.- Hijo mío, escucha con atención porque te vas a enterar de algo muy triste, y muy terrible, que ocurrió en este pueblo hace casi ochenta años, y que por los designios de Dios, eres Tu el que tienes que marcar el final de aquello que pasó.
.- Camilo, al oír esto pensó si aquella mujer estaba en sus cabales, y a punto estaba de levantarse para irse de aquella casa cuando la vieja le dijo:
.- Entiendo tus dudas sobre mi estado mental, y puedes marcharte si lo deseas, pero es mejor que me escuches para solucionar lo que te pasa y poder vivir tranquilo…
.- Camilo balbuceó una disculpa, pero la vieja sin hacerle caso, continuó hablando:
.- Hijo mío, se cumplen en este mes setenta y ocho años de la muerte por fusilamiento de dos jóvenes de este pueblo que no
habían cometido mas delito que ser unos inconscientes.
.- En este mes de diciembre de 1936 llegaron al pueblo un teniente acompañado de diez soldados Nacionales. Era normal, desde que empezó la guerra que vinieran camiones con soldados, ahora Nacionales, ahora Republicanos para captar por la fuerza a los hombres más jóvenes y llevarlos para engrosar sus filas, de manera que los que podían se escondían en cuevas, montes e incluso en los sótanos de alguna casa, hasta que se marchaban, siempre con algún hombre…
.- Los dos bandos –continuó la vieja- a pesar de no pensar igual, tenían algo que los identificaba como iguales. Eran gente sin sentimientos. Se hacían los amos del pueblo, y cometían toda suerte de barbaridades con la gente, con las iglesias, conventos y con la cultura.
.- El teniente, lo que hizo al llegar es pedir el censo en el Ayuntamiento para comprobar la población, y después casa por casa ir reclutando a los hombres que le parecían aptos.
.- Los dos jóvenes, que tenían entre diecisiete y dieciocho años, enterados de la llegada de los militares, cogieron un talego con algo de pan, y un trozo de queso y se fueron a esconder en las cuevas de la Fuente de la Peña. Solo sus padres lo sabían.
.- Cuando llegó el teniente a sus casas para reclamarlos, los padres le dijeron que sus hijos estaban en Valencia buscando trabajo, pero hubo una persona que le dijo al teniente que los había visto el día anterior, de manera que sin más, mandaron al calabozo a sus padres, y a las madres las dejaron libres pero les cortaron el pelo al cero.
.-Los padres- continuó la vieja, ante la cara de espanto de Camilo- salían a paliza diaria los tres días que estuvieron encerrados, pero aguantaron por sus hijos, pero a los tres días, a los chicos se les terminó la comida y salieron de su escondite al anochecer para coger bellotas de las encinas que hay en la finca, y fueron vistos casualmente por la persona que dijo que les vio el día anterior a su fuga… Y les delató.
.- El teniente no perdió el tiempo. Al mando de seis soldados llegó a la Fuente de la Peña y en diez minutos los dos chavales eran presos. De vuelta al pueblo, les dieron tantos palos que cuando llegaron al calabozo sus padres casi ni les reconocieron de lo desfigurados que iban. Les dio el tiempo justo de darse un abrazo a los cuatro, antes de que, a culatazos de fusil, echaran a los padres del calabozo.
.- Pero tía Julia, la persona que les delató ¿porqué…
.- Ssssssshhhh, silencio, todo a su tiempo.- dijo tajante la vieja – y continuó: heridos y entumecidos, los dejaron en el calabozo sin una mísera manta para combatir el frío de diciembre, y al día siguiente como desayuno les dieron a comer bacalao salado. Hambrientos como estaban comieron el bacalao sin pensar en la cruel trampa que les tendían, pues no les dieron agua después, ni en los tres días que estuvieron detenidos.
.- Sus madres pedían por piedad verles y hablarles, y les llevaban comida y agua, pero los soldados de guardia les decían que estaban alimentados, y que ellos les darían la comida y bebida. Dejaban la comida, y se marchaban desesperadas, confiando en que les llegara a sus hijos, pero los soldados comían y bebían la comida, mofándose de los detenidos.
.- Llegaron a beber sus propios orines, y entre paliza y paliza no hacían caso del dolor sino que lastimeramente pedían ¡agua!, ¡agua!, y los que vivían cerca de los calabozos contaron que en las noches se oían constantemente terribles lamentos, ¡ahhhhhhhh!, agua por favor ¡ahhhhhhh ¡...
.- ¡! Basta tía Julia! Dígame donde quiere ir a parar de una vez, ¿por qué me cuenta todo esto? ¿Qué tiene que ver conmigo?.-exclamó Camilo que sentía escalofríos al oír los gritos de la vieja.
.- Cálmate hijo, que ya termino, y sí tienes que ver, y mucho, en el asunto como vas a comprobar.
.- Al amanecer del cuarto día llevaron a los dos jóvenes, que casi no se daban cuenta de lo que hacían con ellos, a la tapia del cementerio, y allí sin más, fueron fusilados, y dejados sus pobres cuerpos semidesnudos, a la intemperie de la fría mañana. El teniente y los soldados volvieron al pueblo, y recogiendo a los hombres que habían reclutado, se marcharon.
.- Esa misma mañana, en el Barranco de los Lobos un pastor que llevaba las ovejas por esa zona descubrió colgado de un árbol el cuerpo de un hombre. ¡! Era el que los había delatado!.
Al oír esto, a Camilo le entró un sudor frío, y la vieja que estaba preparada le acercó un vaso de agua.
Manuel
Continuará...