EL CORRO, era en Buciegas algo interrelacional, socializante; donde se fraguaban los temas que saldrían en otros espacios. tenían el sentido de escape, de apoyo, de refugio. Se cercioraban si estaban dubitativos de algo, se usmeaba y eran en definitiva terapeúticos y racionales.
Existían corros en espacios diferentes según la época del año, edad, sexo (éstos muy cerrados), conversaciones... Las diferentes estaciones marcaban el devenir de cada uno de éllos en todos los aspectos.
En el deambular curioso de aquellos años, observaba los corrillos. Recuerdo los de otoño-invierno apoyados en algunas esquinas (manos en los bolsillos, alguna gorrilla de bisera, alguna bilbaina y vara en mano) de aquellas tardes/noches, comentando los temas de actualidad, jornada, del tema último... de Dios sabe... qué... mientras se esperaba a los rebaños (ganados) con esas sinfonías de fondo entre balidos de corderos y ovejas. Todo en escenarios de luz tenue de bombillas protegidas por un plato que cuando hacía viento podíamos comtemplar figuras extravagantes en esos juegos de luces y sombras. Según fuése el tema de conversación, la entonación y las formas expresivas, podían variar las actitudes acentuándose los aspavientos de manos, los escorzos en sus cuerpos, en sus cabezas... reagrupadas ahora en actitud de musitar algo reservado al oído...ó en voces jocosas ante algún dicho...
En invierno había corros (de éstos, yo no me acuerdo) que surgían al calor natural de las "cuadras" donde el tiempo discurría entre conversaciones relajadas, haciendo soga o pleita de esparto, juegos de todo tipo, calceta, hilando... De esas trasnochás de cuadra y de otros espacios en cualquier momento podían surgir las rondas y las danzas espontáneamente con el aporte calórico de exquisitos mantecados, rosquillas, galletas y variedad de licores caseros.
En los momentos últimos de primavera y verano, los corros tomaban las gradas de nuestros árboles centenarios y algunas aceras.Éstos contaban con más gente que solía venir de fuera. Algún/s miembro/s cansados de las duras faenas del momento y acariciados por el frescor de nuestras noches caían rendidos durmiendo plácidamente. Cariñósamente alguien manifestaba: "me vais a gastar la acera con las tumbainas que cogéis".
Los corros de niños y adolescentes, podían pulular por doquier y se les dejaba balduendos durantes muchas horas (los padres). Tenían en el fondo un organigrama natural (El/los ideólogos, los que ponían trabas, los encantados con las ideas, los ejecutores que por regla general eran los más hábiles y los que se iban de la boca o incluso eran convocados por la autoridad y no sabían decir nones...). En fin....
Debido a mi demora (después de muchas advertencias) en la llegada a mi casa por estar en uno de estos corros, tuve que dormir cobijado por sus ramas en la grada del olmo centenario de abajo. Fué agradable al principio pero frío en el amanecer de un nuevo día en Buciegas. Un abrazo.
Existían corros en espacios diferentes según la época del año, edad, sexo (éstos muy cerrados), conversaciones... Las diferentes estaciones marcaban el devenir de cada uno de éllos en todos los aspectos.
En el deambular curioso de aquellos años, observaba los corrillos. Recuerdo los de otoño-invierno apoyados en algunas esquinas (manos en los bolsillos, alguna gorrilla de bisera, alguna bilbaina y vara en mano) de aquellas tardes/noches, comentando los temas de actualidad, jornada, del tema último... de Dios sabe... qué... mientras se esperaba a los rebaños (ganados) con esas sinfonías de fondo entre balidos de corderos y ovejas. Todo en escenarios de luz tenue de bombillas protegidas por un plato que cuando hacía viento podíamos comtemplar figuras extravagantes en esos juegos de luces y sombras. Según fuése el tema de conversación, la entonación y las formas expresivas, podían variar las actitudes acentuándose los aspavientos de manos, los escorzos en sus cuerpos, en sus cabezas... reagrupadas ahora en actitud de musitar algo reservado al oído...ó en voces jocosas ante algún dicho...
En invierno había corros (de éstos, yo no me acuerdo) que surgían al calor natural de las "cuadras" donde el tiempo discurría entre conversaciones relajadas, haciendo soga o pleita de esparto, juegos de todo tipo, calceta, hilando... De esas trasnochás de cuadra y de otros espacios en cualquier momento podían surgir las rondas y las danzas espontáneamente con el aporte calórico de exquisitos mantecados, rosquillas, galletas y variedad de licores caseros.
En los momentos últimos de primavera y verano, los corros tomaban las gradas de nuestros árboles centenarios y algunas aceras.Éstos contaban con más gente que solía venir de fuera. Algún/s miembro/s cansados de las duras faenas del momento y acariciados por el frescor de nuestras noches caían rendidos durmiendo plácidamente. Cariñósamente alguien manifestaba: "me vais a gastar la acera con las tumbainas que cogéis".
Los corros de niños y adolescentes, podían pulular por doquier y se les dejaba balduendos durantes muchas horas (los padres). Tenían en el fondo un organigrama natural (El/los ideólogos, los que ponían trabas, los encantados con las ideas, los ejecutores que por regla general eran los más hábiles y los que se iban de la boca o incluso eran convocados por la autoridad y no sabían decir nones...). En fin....
Debido a mi demora (después de muchas advertencias) en la llegada a mi casa por estar en uno de estos corros, tuve que dormir cobijado por sus ramas en la grada del olmo centenario de abajo. Fué agradable al principio pero frío en el amanecer de un nuevo día en Buciegas. Un abrazo.