Ví una hoguera anunciando el Solsticio de invierno. Cantos rituales, calor humano y regocijo. Todos ponían en común pasado, presente y el futuro, el chamán lo iba descifrando con el flamear de la hoguera.
Necesidad de ser protegidos y acogidos en esa Luz que nos quita el ancestral miedo primitivo. Los ojos enrojecidos por los brebajes mágicos y la densa cortina de humo, buscaban miradas de reencuentro.
La fiesta empezó en la cena. En el ágape, habían tomado la dosis de fuerza necesaria para la acción posterior. "Allá en el altozano tenían un cuchitril y a las vigas alcanzaban las manos y por sombra y por luz un candil".... La comparsa rondadora de `pastores iba embriagada de alegría, entonaban canciones antiguas, estrofas sin terminar, cánones variados, "Dóminos" o cantos del ciclo de la oliva.... acompañados con percusiones simples, botellas de anís de tintinear nervioso, trozos de teja acastañuelados, estridente y repetitivo almirez, zambomba de varios ecos, guitarra chuflando como corneja....
Las calorías subían debido a una estirpe de licores autóctonos y dulces venidos de manos artesanas: Aloque, arrope (mosto cocido hasta trabarlo mezclado con cortezas de naranja), aguamiel (bebida de algún Dios menor), aguardiente alcarreño, rosquilla de buen aceite, alajú y mantecadas de todas las formas geométricas.
En su caminar, la comparsa iba subiendo de tono y de tonos sobre todo si se encontraba una/s casa/s de puerta abierta donde los músicos pastores reforzaban más su alegría.
Con el paso de las horas la danza se hacía menos ruidosa y menos equilibrada; Los cantos menos afinados, los instrumentos más disarmónicos y el jolgorio volviéndo al silencio para dejar discurrir el TIEMPO. Relajados en ese mirar unos/as a bellísimas áscuas, otros/as al cielo estrellado mientras se apuraba el último jarro con los últimos destellos de "AQUELLA HOGUERA".
Necesidad de ser protegidos y acogidos en esa Luz que nos quita el ancestral miedo primitivo. Los ojos enrojecidos por los brebajes mágicos y la densa cortina de humo, buscaban miradas de reencuentro.
La fiesta empezó en la cena. En el ágape, habían tomado la dosis de fuerza necesaria para la acción posterior. "Allá en el altozano tenían un cuchitril y a las vigas alcanzaban las manos y por sombra y por luz un candil".... La comparsa rondadora de `pastores iba embriagada de alegría, entonaban canciones antiguas, estrofas sin terminar, cánones variados, "Dóminos" o cantos del ciclo de la oliva.... acompañados con percusiones simples, botellas de anís de tintinear nervioso, trozos de teja acastañuelados, estridente y repetitivo almirez, zambomba de varios ecos, guitarra chuflando como corneja....
Las calorías subían debido a una estirpe de licores autóctonos y dulces venidos de manos artesanas: Aloque, arrope (mosto cocido hasta trabarlo mezclado con cortezas de naranja), aguamiel (bebida de algún Dios menor), aguardiente alcarreño, rosquilla de buen aceite, alajú y mantecadas de todas las formas geométricas.
En su caminar, la comparsa iba subiendo de tono y de tonos sobre todo si se encontraba una/s casa/s de puerta abierta donde los músicos pastores reforzaban más su alegría.
Con el paso de las horas la danza se hacía menos ruidosa y menos equilibrada; Los cantos menos afinados, los instrumentos más disarmónicos y el jolgorio volviéndo al silencio para dejar discurrir el TIEMPO. Relajados en ese mirar unos/as a bellísimas áscuas, otros/as al cielo estrellado mientras se apuraba el último jarro con los últimos destellos de "AQUELLA HOGUERA".