Una de las instituciones más importantes que hubo para la existencia diaria de los habitantes de Buciegas fue el Pósito o “ Positillo”, que dejo de funcionar en el primer tercio del siglo XX y del que se recuerda su tamaño y funciones. Era una especie de almacén, más bien pequeño, donde familias necesitadas podían coger el grano que les hiciera falta. En el Archivo Municipal se conservan numerosos libros de cuentas del Pósito, terminando el último de ellos sus anotaciones en 1929. Visto que no existe memoria en los que fueron niños en los años 30 de su funcionamiento, todo hace pensar que dejo de funcionar en ese año.
En el siglo XVI se desarrollaron enormemente gracias al impulso inicial que les dieron los Reyes Católicos y empezaron a fundarse en muchos municipios. El impulso originario podía venir del mismo Ayuntamiento, interesado en asegurarse grano para los tiempos de la escasez, pero también podía venir de los particulares. En una sociedad que daba gran valor a la limosna como forma de ganar virtudes para ir al cielo se favoreció la fundación de los pósitos como una forma de ayudar a quien realmente lo necesitara. Es así como muchos testamentos contienen mandas piadosas donde se deja un patrimonio en trigo o dinero para la creación del pósito. Los labradores acudían a esta institución para tomar el grano que precisaran y lo devolvían “ con creces”, es decir, con una cantidad adicional en concepto de interés. Este último no podía ser muy elevado, y se buscaba con el mismo hacer frente a los gastos de mantenimiento y administración del Pósito así como a renovar las existencias de grano
El Pósito y Monte de Piedad de Buciegas nos ha dejado numerosa documentación sobre su funcionamiento. El libro más antiguo que hemos encontrado es un cuaderno forrado en piel que nos dice:
Libro para hacer las cuentas del Pósito de Pobres Obra Pía que fundo Juan de Arcas en este lugar de Buciegas que es como sigue. Cuenta del año 1680.
En Archivo Diocesano de Cuenca se conservan varios pleitos relacionados con la administración de este almacén de grano. Es muy posible incluso que hubiera dos pósitos en origen ya que uno de los litigios, fechado en 1668, nos habla del Pósito que fundo el licenciado Domingo Triguero, presbítero que fue de Buciegas.
Aunque los Pósitos funcionaban a unos tipos de interés claramente mejores que los que podían encontrase en los prestamistas privados, los campesinos que acudían a dicha institución adquirían una deuda y estaban obligados a pagarla. Así, en 1680, Francisco Vindel, como mayordomo del Pósito, entablo pleito contra Sebastián Soriano, vecino de Buciegas, reclamándole el pago de siete fanegas, ocho celemines y cuartillo medio de trigo que adeudaba al pósito. Nada se omitía como puede verse, y ni un cuartillo se perdonaba. Bien lo sabían los fiadores de Mateo luengo, que debía la respetable cantidad para la época de veinticinco fanegas de trigo y se vieron demandados por ello.
Los Pósitos sobrevivieron a los cambios de siglo y siguieron ejerciendo su función de bancos de grano para las familias más humildes, como todavía recuerdan hoy los ancianos en Buciegas. A partir del siglo XIX cada vez se vieron más cuestionados y empezaron a perder utilidad. Quien necesitaba simiente para su cosecha prefería entonces tomar un préstamo en dinero y elegir el mismo el grano que compraba, y no tomar el que forzosamente le deban en el Pósito.
Finalmente fueron liquidados y no quedo de ellos más que la memoria de su ubicación en el callejero, como es el caso de Canalejas del Arroyo, que tiene una Calle del Posito, y un conjunto de libros de cuentas que yacen olvidados en los archivos pese a estar llenos de mucha información interesante sobre el devenir económico de estas comunidades rurales.
En el siglo XVI se desarrollaron enormemente gracias al impulso inicial que les dieron los Reyes Católicos y empezaron a fundarse en muchos municipios. El impulso originario podía venir del mismo Ayuntamiento, interesado en asegurarse grano para los tiempos de la escasez, pero también podía venir de los particulares. En una sociedad que daba gran valor a la limosna como forma de ganar virtudes para ir al cielo se favoreció la fundación de los pósitos como una forma de ayudar a quien realmente lo necesitara. Es así como muchos testamentos contienen mandas piadosas donde se deja un patrimonio en trigo o dinero para la creación del pósito. Los labradores acudían a esta institución para tomar el grano que precisaran y lo devolvían “ con creces”, es decir, con una cantidad adicional en concepto de interés. Este último no podía ser muy elevado, y se buscaba con el mismo hacer frente a los gastos de mantenimiento y administración del Pósito así como a renovar las existencias de grano
El Pósito y Monte de Piedad de Buciegas nos ha dejado numerosa documentación sobre su funcionamiento. El libro más antiguo que hemos encontrado es un cuaderno forrado en piel que nos dice:
Libro para hacer las cuentas del Pósito de Pobres Obra Pía que fundo Juan de Arcas en este lugar de Buciegas que es como sigue. Cuenta del año 1680.
En Archivo Diocesano de Cuenca se conservan varios pleitos relacionados con la administración de este almacén de grano. Es muy posible incluso que hubiera dos pósitos en origen ya que uno de los litigios, fechado en 1668, nos habla del Pósito que fundo el licenciado Domingo Triguero, presbítero que fue de Buciegas.
Aunque los Pósitos funcionaban a unos tipos de interés claramente mejores que los que podían encontrase en los prestamistas privados, los campesinos que acudían a dicha institución adquirían una deuda y estaban obligados a pagarla. Así, en 1680, Francisco Vindel, como mayordomo del Pósito, entablo pleito contra Sebastián Soriano, vecino de Buciegas, reclamándole el pago de siete fanegas, ocho celemines y cuartillo medio de trigo que adeudaba al pósito. Nada se omitía como puede verse, y ni un cuartillo se perdonaba. Bien lo sabían los fiadores de Mateo luengo, que debía la respetable cantidad para la época de veinticinco fanegas de trigo y se vieron demandados por ello.
Los Pósitos sobrevivieron a los cambios de siglo y siguieron ejerciendo su función de bancos de grano para las familias más humildes, como todavía recuerdan hoy los ancianos en Buciegas. A partir del siglo XIX cada vez se vieron más cuestionados y empezaron a perder utilidad. Quien necesitaba simiente para su cosecha prefería entonces tomar un préstamo en dinero y elegir el mismo el grano que compraba, y no tomar el que forzosamente le deban en el Pósito.
Finalmente fueron liquidados y no quedo de ellos más que la memoria de su ubicación en el callejero, como es el caso de Canalejas del Arroyo, que tiene una Calle del Posito, y un conjunto de libros de cuentas que yacen olvidados en los archivos pese a estar llenos de mucha información interesante sobre el devenir económico de estas comunidades rurales.