Saludos a todos. Aqui os dejo esta información que he podido recopilar sobre el molino viejo de Buciegas, gracias a Rosa, Acracio y Valeriano por facilitarme muchos datos.
Siguiendo el camino que nace en la Calle Molinos llegamos a las ruinas del antiguo molino harinero de Buciegas. Hoy día es una ruina perdida en mitad del campo pero todavía puede verse la presa del mismo y las piedras de moler abandonadas en la hierba. Entre los escombros se adivinan lo que eran el molino y casa del molinero y las dependencias de los animales. El caz o pequeño canal que llevaba el agua hasta la presa desapareció con la concentración parcelaria. Era de 1 Km aproximado e iba desde el camino viejo de Cañaveras hasta el molino surcando toda la vega.
En un marco de autoconsumo, los molinos eran fundamentales para convertir el trigo en harina y asi poder cocer el pan. La escasez de agua en la Alcarria conquense hizo que los molinos de la zona fueran sobre todo rodeznos, movían piedras puestas horizontalmente gracias al agua acumulada en una presa. Los molinos suponían una inversión importante y solo podía ser asumida por las comunidades campesinas en su conjunto o por los pudientes de la localidad. A partir de los datos del Catastro del Marques de la Ensenada vemos que lo molinos estaban bastante extendidos en Buciegas y sus pueblos limítrofes, solo la Olmeda carecía de dicho equipamiento y Cañaveras contaba con cinco, Gascueña con tres y Canalejas con dos.
Es muy difícil datar en el tiempo la creación del molino de Buciegas pero es muy probable que, dada la necesidad del mismo para los labradores del pueblo, naciera con su consolidación en el siglo XVI.
La primera referencia cierta que tenemos del mismo está en el Catastro del Marques de la Ensenada donde a la pregunta diecisiete sobre si hay algun molino en el lugar
Responde el concejo que
“ en este lugar y su jurisdicción no se halla otra cosa más que un molino harinero de una piedra, que esta junto al valladar, dista un cuarto de legua y muele con el agua que baja desde este lugar y la Olmeda que tiene arrendado Domingo de Bera y es propio de este lugar “
El molino era propiedad del Ayuntamiento y corría a cuenta del municipio su mantenimiento, el coste de la piedra y las reparaciones. Como casi todos los molinos de la zona se hallaba muy limitado por la falta de agua y esto hacía que no pudiera moler todo el año, solo cuando tenía agua en su presa. Domingo Vera lo tenía entonces arrendado y pagaba 830 reales de vellón al concejo. Los molineros de aquel entonces no eran industriales como los que vendrían luego. No compraban una materia prima y la trasformaban para llevarla al mercado sino que más bien ofrecían un servicio de molienda a los campesinos de la zona. Los labradores llevaban allí su cereal y a cambio del trabajo se quedaba el molinero con parte de la harina, lo que venía a llamarse la maquila. Es por eso por lo que muchas veces estos molinos son llamados molinos maquileros. La ganancia de Domingo Vera no era mucha. Calculan los informantes del catastro que se podía moler al año unas 2.500 fanegas de trigo siendo el pago del molinero medio celemín por cada fanega molida, precio que era el común de la zona ya que nos lo encontramos en otros pueblos cercanos. Esto suponía una maquila de 104 fanegas con la venta de la cuales el molinero pagaba la renta y alimentaba a su familia. Esto suponía una ganancia al año que estaba en torno a los 850 reales, lo cual no era mucho en absoluto. Pensemos que un jornalero que solo viviera de los productos de sus manos ganaba 400 reales al año en aquella época. Un refrendo del escaso capital acumulado por los propios molineros era el sucinto patrimonio que declara Domingo Vera: dos cerdos y una cabra.
Como tantos otros bienes municipales, el molino de Buciegas fue desamortizado, vendido por el estado, en 1859 pasando a manos particulares. Durante los 100 años siguientes siguió prestando su servicio y moliendo el grano que se le llevaba. La familia propietaria lo arrendaba a un molinero que era el encargado de realizar el trabajo y vivía allí de continuo.
La molinería era una actividad importante y nos ha dejado gran cantidad de refranes y piezas folclóricas donde aparecen como protagonistas los molineros y que nos describen las características de la actividad que realizaban.
Era una tarea dura ya que a las largas jornadas en tiempos de molienda se le unían el picado periódico de la piedra y la limpieza de la presa y el caz que la alimentaba. Si estos se abandonaban se llenaban de barro y quedaba el agua obstruida. Se trabajaba todo el día entre polvo, ruidos y humedad. A estas incomodidades se referían los refranes Ni horno ni molino tengas por vecino y Quien al molino va, se empolvorizara.
Siendo tan estrecho el margen que les quedaba a los molineros no es de extrañar que en ocasiones su comportamiento no fuera todo lo honrado que se debía. Se les avisaba a los labradores con los refranes Ni fíes en maquila de molinero ni en ración de despensero o
Hállate a ver tu trigo, aunque el molinero sea tu amigo.
El molinero necesitaba ser hombre de cierto vigor físico ya que se decía Manos de herrero y espaldas de molinero. Recordemos que tenía que picar la piedra y limpiar presa y canal del agua. La dependencia del agua era total: Molino sin agua, piedra parada. Aunque creció mucho el terreno cultivado durante el siglo XIX y XX el número de molinos no aumento proporcionalmente precisamente por la escasez del agua.
Aproximadamente podemos considerar que del cereal molido se obtenía:
1. Harina: un 66%
2. Salvado: un 18 %. Este era la cascara del grano de los cereales que quedaba desmenuzada por la molienda. En Buciegas se utilizaba para las mulas y los cerdos como pienso.
3. Moyuelo: 10 % Salvado muy fino, el último que se separa al apurar la harina
4. Harinilla: 6 % Cascarilla muy fina del trigo después de repasada la harina.
Durante el siglo XX los molinos maquileros siguieron desempeñando su función y se les añadió alguna otra como la generación de electricidad. Ese fue el caso del Molino de Cavero en Cañaveras en 1917, al que se le añadió un turbo generador y empezó a surtir de fluido electrónico al pueblo y al molino. Fue en ese siglo cuando la competencia de las fábricas harineras empezó a ensombrecer el futuro de la molinería tradicional. Los fabricantes de harina compraban grandes cantidades de cereal para destinarlos al mercado y no al autoconsumo, que era a lo que servían los molinos maquileros. Cada vez más labradores preferían vender mayores cantidades de trigo a conservarlo en casa.
Con todo, los años 40 vivieron un renacer de la molinería tradicional provocada por las circunstancia de la postguerra. Muchos campesinos se negaban a entregar su grano al Servicio Nacional del Trigo y preferían venderlo en la clandestinidad. Eran los tiempos del estreperlo y del contrabando de alimentos y materia prima. Los molinos maquileros debían estar cerrados hasta que los pueblos hubieran entregado sus cupos de cereal pero lo cierto es que la tentación de beneficiarse de los precios del mercado negro era demasiado grande para que las piedras se quedaran quietas. El molino de Buciegas estaba situado además en un paraje ideal para moler de forma clandestina gracias a estar alejado relativamente del pueblo. El molinero fue hombre muy inteligente que supo engrasar las mochilas de la Guardia Civil para que estos le dejaran hacer y miraran para otro lado. Según cuentan los mayores del pueblo venían de muchos sitios a moler por la noche en el molino, gentes de Villalba, Tinajas…. Y más lejos incluso. Llegaban con los costales en las mulas evitando a la guardia civil y haciéndose auténticas colas en ocasiones. Con el fin de evitar requisas se escondían los costales en las veredas y caminos. Más de uno recordaría el refrán de Quien va al molino y no madruga, los demás muelen y el se espulga. Al ser una actividad clandestina las ganancias del molinero su multiplicaron y ya no eran en absoluto el medio celemín por fanega de otros tiempos. No nos ha sido posible averiguar cuál era la maquila en aquellos tiempos pero por otros molinos sabemos que podía llegar al 50 % de lo molido. El molinero corría un riesgo y cobraba por ello. La familia propietaria intento recuperar el local o subir el arriendo pero su arrendatario se negó. Tuvieron pleito y lo perdieron. En 1952, enriquecido y con ahorros, se marchó del pueblo y compro un molino en propiedad en la sierra.
Los cambios en la política triguera, la expansión de la industria harinera y el progresivo fin del autoconsumo dieron lugar a que los molinos harineros fueran perdiendo su razón de ser y cada vez tuvieran menos trabajo. Poco a poco fueron cerrando todos. El de Buciegas movió su piedra por última vez en 1958, año que cerro. En Gascueña hubo uno que perduro en su actividad hasta 1968. Algunos de estos vestigios del pasado han sido recuperados por su valor etnográfico y turístico. El de Buciegas, solo y aislado en mitad del campo, es una ruina que poco a poco se va perdiendo.
Siguiendo el camino que nace en la Calle Molinos llegamos a las ruinas del antiguo molino harinero de Buciegas. Hoy día es una ruina perdida en mitad del campo pero todavía puede verse la presa del mismo y las piedras de moler abandonadas en la hierba. Entre los escombros se adivinan lo que eran el molino y casa del molinero y las dependencias de los animales. El caz o pequeño canal que llevaba el agua hasta la presa desapareció con la concentración parcelaria. Era de 1 Km aproximado e iba desde el camino viejo de Cañaveras hasta el molino surcando toda la vega.
En un marco de autoconsumo, los molinos eran fundamentales para convertir el trigo en harina y asi poder cocer el pan. La escasez de agua en la Alcarria conquense hizo que los molinos de la zona fueran sobre todo rodeznos, movían piedras puestas horizontalmente gracias al agua acumulada en una presa. Los molinos suponían una inversión importante y solo podía ser asumida por las comunidades campesinas en su conjunto o por los pudientes de la localidad. A partir de los datos del Catastro del Marques de la Ensenada vemos que lo molinos estaban bastante extendidos en Buciegas y sus pueblos limítrofes, solo la Olmeda carecía de dicho equipamiento y Cañaveras contaba con cinco, Gascueña con tres y Canalejas con dos.
Es muy difícil datar en el tiempo la creación del molino de Buciegas pero es muy probable que, dada la necesidad del mismo para los labradores del pueblo, naciera con su consolidación en el siglo XVI.
La primera referencia cierta que tenemos del mismo está en el Catastro del Marques de la Ensenada donde a la pregunta diecisiete sobre si hay algun molino en el lugar
Responde el concejo que
“ en este lugar y su jurisdicción no se halla otra cosa más que un molino harinero de una piedra, que esta junto al valladar, dista un cuarto de legua y muele con el agua que baja desde este lugar y la Olmeda que tiene arrendado Domingo de Bera y es propio de este lugar “
El molino era propiedad del Ayuntamiento y corría a cuenta del municipio su mantenimiento, el coste de la piedra y las reparaciones. Como casi todos los molinos de la zona se hallaba muy limitado por la falta de agua y esto hacía que no pudiera moler todo el año, solo cuando tenía agua en su presa. Domingo Vera lo tenía entonces arrendado y pagaba 830 reales de vellón al concejo. Los molineros de aquel entonces no eran industriales como los que vendrían luego. No compraban una materia prima y la trasformaban para llevarla al mercado sino que más bien ofrecían un servicio de molienda a los campesinos de la zona. Los labradores llevaban allí su cereal y a cambio del trabajo se quedaba el molinero con parte de la harina, lo que venía a llamarse la maquila. Es por eso por lo que muchas veces estos molinos son llamados molinos maquileros. La ganancia de Domingo Vera no era mucha. Calculan los informantes del catastro que se podía moler al año unas 2.500 fanegas de trigo siendo el pago del molinero medio celemín por cada fanega molida, precio que era el común de la zona ya que nos lo encontramos en otros pueblos cercanos. Esto suponía una maquila de 104 fanegas con la venta de la cuales el molinero pagaba la renta y alimentaba a su familia. Esto suponía una ganancia al año que estaba en torno a los 850 reales, lo cual no era mucho en absoluto. Pensemos que un jornalero que solo viviera de los productos de sus manos ganaba 400 reales al año en aquella época. Un refrendo del escaso capital acumulado por los propios molineros era el sucinto patrimonio que declara Domingo Vera: dos cerdos y una cabra.
Como tantos otros bienes municipales, el molino de Buciegas fue desamortizado, vendido por el estado, en 1859 pasando a manos particulares. Durante los 100 años siguientes siguió prestando su servicio y moliendo el grano que se le llevaba. La familia propietaria lo arrendaba a un molinero que era el encargado de realizar el trabajo y vivía allí de continuo.
La molinería era una actividad importante y nos ha dejado gran cantidad de refranes y piezas folclóricas donde aparecen como protagonistas los molineros y que nos describen las características de la actividad que realizaban.
Era una tarea dura ya que a las largas jornadas en tiempos de molienda se le unían el picado periódico de la piedra y la limpieza de la presa y el caz que la alimentaba. Si estos se abandonaban se llenaban de barro y quedaba el agua obstruida. Se trabajaba todo el día entre polvo, ruidos y humedad. A estas incomodidades se referían los refranes Ni horno ni molino tengas por vecino y Quien al molino va, se empolvorizara.
Siendo tan estrecho el margen que les quedaba a los molineros no es de extrañar que en ocasiones su comportamiento no fuera todo lo honrado que se debía. Se les avisaba a los labradores con los refranes Ni fíes en maquila de molinero ni en ración de despensero o
Hállate a ver tu trigo, aunque el molinero sea tu amigo.
El molinero necesitaba ser hombre de cierto vigor físico ya que se decía Manos de herrero y espaldas de molinero. Recordemos que tenía que picar la piedra y limpiar presa y canal del agua. La dependencia del agua era total: Molino sin agua, piedra parada. Aunque creció mucho el terreno cultivado durante el siglo XIX y XX el número de molinos no aumento proporcionalmente precisamente por la escasez del agua.
Aproximadamente podemos considerar que del cereal molido se obtenía:
1. Harina: un 66%
2. Salvado: un 18 %. Este era la cascara del grano de los cereales que quedaba desmenuzada por la molienda. En Buciegas se utilizaba para las mulas y los cerdos como pienso.
3. Moyuelo: 10 % Salvado muy fino, el último que se separa al apurar la harina
4. Harinilla: 6 % Cascarilla muy fina del trigo después de repasada la harina.
Durante el siglo XX los molinos maquileros siguieron desempeñando su función y se les añadió alguna otra como la generación de electricidad. Ese fue el caso del Molino de Cavero en Cañaveras en 1917, al que se le añadió un turbo generador y empezó a surtir de fluido electrónico al pueblo y al molino. Fue en ese siglo cuando la competencia de las fábricas harineras empezó a ensombrecer el futuro de la molinería tradicional. Los fabricantes de harina compraban grandes cantidades de cereal para destinarlos al mercado y no al autoconsumo, que era a lo que servían los molinos maquileros. Cada vez más labradores preferían vender mayores cantidades de trigo a conservarlo en casa.
Con todo, los años 40 vivieron un renacer de la molinería tradicional provocada por las circunstancia de la postguerra. Muchos campesinos se negaban a entregar su grano al Servicio Nacional del Trigo y preferían venderlo en la clandestinidad. Eran los tiempos del estreperlo y del contrabando de alimentos y materia prima. Los molinos maquileros debían estar cerrados hasta que los pueblos hubieran entregado sus cupos de cereal pero lo cierto es que la tentación de beneficiarse de los precios del mercado negro era demasiado grande para que las piedras se quedaran quietas. El molino de Buciegas estaba situado además en un paraje ideal para moler de forma clandestina gracias a estar alejado relativamente del pueblo. El molinero fue hombre muy inteligente que supo engrasar las mochilas de la Guardia Civil para que estos le dejaran hacer y miraran para otro lado. Según cuentan los mayores del pueblo venían de muchos sitios a moler por la noche en el molino, gentes de Villalba, Tinajas…. Y más lejos incluso. Llegaban con los costales en las mulas evitando a la guardia civil y haciéndose auténticas colas en ocasiones. Con el fin de evitar requisas se escondían los costales en las veredas y caminos. Más de uno recordaría el refrán de Quien va al molino y no madruga, los demás muelen y el se espulga. Al ser una actividad clandestina las ganancias del molinero su multiplicaron y ya no eran en absoluto el medio celemín por fanega de otros tiempos. No nos ha sido posible averiguar cuál era la maquila en aquellos tiempos pero por otros molinos sabemos que podía llegar al 50 % de lo molido. El molinero corría un riesgo y cobraba por ello. La familia propietaria intento recuperar el local o subir el arriendo pero su arrendatario se negó. Tuvieron pleito y lo perdieron. En 1952, enriquecido y con ahorros, se marchó del pueblo y compro un molino en propiedad en la sierra.
Los cambios en la política triguera, la expansión de la industria harinera y el progresivo fin del autoconsumo dieron lugar a que los molinos harineros fueran perdiendo su razón de ser y cada vez tuvieran menos trabajo. Poco a poco fueron cerrando todos. El de Buciegas movió su piedra por última vez en 1958, año que cerro. En Gascueña hubo uno que perduro en su actividad hasta 1968. Algunos de estos vestigios del pasado han sido recuperados por su valor etnográfico y turístico. El de Buciegas, solo y aislado en mitad del campo, es una ruina que poco a poco se va perdiendo.