Cecilia observaba el ritual cotidiano que ejecutaba su papá; él hablaba con los pájaros, soplaba y recargaba el recipiente del alpiste, lavaba el piso de la jaula y reponía el agua.
A los 6 años, los pajaritos que criaba su padre le resultaban sumamente cariñosos y ella siempre metía su manito en la jaula para acariciarlos, hasta que en una oportunidad dejó una pequeña jaula abierta y el cabecita negra se escapó. A pesar de las explicaciones que su padre le dio, en Cecilia la pregunta no se contestaba: “ ¿por qué el pajarito se escapó?, si nosotros le dábamos todo, casa y comida, sin embargo...”
Faltaban unos días para el 22 de febrero. Cecilia cumpliría 7 años. Su tío Quicho llamó para decirle que le llevaría un pajarito de regalo, ya que en sus vacaciones había capturado varios y entre ellos figuraba un jilguero con cara de pichón. La niña se puso contenta por el regalo de su tío, quien cumplió su promesa trayendo al pajarito dentro de una pequeña jaula.
- Allí no podrá moverse mucho, tu papá le dará una jaula más grande para que pueda volar y no sentirse tan encerrado. ¿Cómo lo llamarás?
- Ehmmm... ¡Chiribín!, ese será su nombre, ¡Chiribín!
Colocaron a Chiribín en una nueva jaula, un poco más grande que la anterior y a los pocos minutos Cecilia notó que la pequeña ave se había lastimado en la base del pico, notándose la sangre fluir. Apenada por esto la niña preguntó a su papá por qué le ocurría aquello a pajarito.
- Ocurre que quiere volar y escapar de aquí, quiere ser libre y choca contra los barrotes tratando de vencerlos.
- ¿Y para qué quiere salir? ¿Es para ir a jugar con los otros pajaritos, o para estar con su mamá, su papá y los hermanos?
- Creo que si - contestó el padre – debemos hacer algo por él
- Tenemos que dejarlo que se vaya papito. Nosotros no somos sus dueños.
Así es que tomaron la jaula de Chiribín y fueron al jardín, Cecilia le abrió la puertita y rápidamente el pequeño pájaro tomó vuelo rumbo a unos altos eucaliptos cercanos. Cecilia tomó esto como un acto de amor y hoy transmite a su hijo ese respeto a la libertad
A los 6 años, los pajaritos que criaba su padre le resultaban sumamente cariñosos y ella siempre metía su manito en la jaula para acariciarlos, hasta que en una oportunidad dejó una pequeña jaula abierta y el cabecita negra se escapó. A pesar de las explicaciones que su padre le dio, en Cecilia la pregunta no se contestaba: “ ¿por qué el pajarito se escapó?, si nosotros le dábamos todo, casa y comida, sin embargo...”
Faltaban unos días para el 22 de febrero. Cecilia cumpliría 7 años. Su tío Quicho llamó para decirle que le llevaría un pajarito de regalo, ya que en sus vacaciones había capturado varios y entre ellos figuraba un jilguero con cara de pichón. La niña se puso contenta por el regalo de su tío, quien cumplió su promesa trayendo al pajarito dentro de una pequeña jaula.
- Allí no podrá moverse mucho, tu papá le dará una jaula más grande para que pueda volar y no sentirse tan encerrado. ¿Cómo lo llamarás?
- Ehmmm... ¡Chiribín!, ese será su nombre, ¡Chiribín!
Colocaron a Chiribín en una nueva jaula, un poco más grande que la anterior y a los pocos minutos Cecilia notó que la pequeña ave se había lastimado en la base del pico, notándose la sangre fluir. Apenada por esto la niña preguntó a su papá por qué le ocurría aquello a pajarito.
- Ocurre que quiere volar y escapar de aquí, quiere ser libre y choca contra los barrotes tratando de vencerlos.
- ¿Y para qué quiere salir? ¿Es para ir a jugar con los otros pajaritos, o para estar con su mamá, su papá y los hermanos?
- Creo que si - contestó el padre – debemos hacer algo por él
- Tenemos que dejarlo que se vaya papito. Nosotros no somos sus dueños.
Así es que tomaron la jaula de Chiribín y fueron al jardín, Cecilia le abrió la puertita y rápidamente el pequeño pájaro tomó vuelo rumbo a unos altos eucaliptos cercanos. Cecilia tomó esto como un acto de amor y hoy transmite a su hijo ese respeto a la libertad