Ajena al mundo, la abeja liba suavemente el jugo de una
flor de
almendro y, al igual que ella es atraída por su aroma a néctar, el ruidoso
insecto nos embelesa y deleita con su trajín polinizador. ¿Quién será el afortunado en saborear su dulce miel alcarreña? Saludos, Tiberios!