En honor Nuestra Señora la
Virgen de Trascastillo.
Se celebran el fin de semana mas cercano al día 7 de septiembre.
El primer día se baja a la Virgen desde su
ermita en
procesión.
El segundo día es la misa y deapues la procesión de la Virgen
El Tercer día misa de despedida y despues la subida de la Virgen en procesión hasta su ermita en lo alto del cerro.
¿SERÁN ASÍ LAS
FIESTAS? IMPRESIONES.
Como en algún momento podré contar, muchas fueron las vicisitudes por las que, a lo largo del tiempo, pasaron la Imagen de la Virgen de Trascastillo y su singular ermita. Sólo una cosa permaneció siempre inalterable: La devoción, el cariño y la añoranza que las gentes de
El Cañavate sintieron y sienten tanto por una como por otra.
Todas las tardes del año, pero sobre todo a partir de mayo, el
camino de la ermita se llena de pasos, de conversaciones y de recuerdos en
flor. La Peana,
balcón desde el que, con placidez, se contempla la blanca quietud del
pueblo, es lugar propicio para despeñar sonsabores y para aventar alegrías.
El entrañable tañido de la
campana de la ermita, rasgado unas veces enlas
ruinas del antiguo
castillo o acunado otras en la
rambla de la Mora, anuncia a todos los
campos y a todas las gentes que, en ese momento, venido desde quién sabe dónde, alguien reza a la Virgen de Trascastillo y, aunque sólo sea un segundo, camposy gentes corean una oración que, en sus alas, elevan al
cielo las palomas de la
espadaña.
La imagen del cerro del castillejo, de la ermita y del camino que sube, está impresa con rasgos indelebles en la retina y en el corazón de los Cañavatenses y, por todos los
caminos y desde todos los puntos de la geografía acuden anhelantes a contemplar la imagen de su Virgen, a cumplir pasadas promesas o a implorar necesarias protecciones.
Pero es en la mágica tarde del primer día de Fiestas de septiembre cuando un misterioso, indefinible y ancestral embrujo sube y baja incesante el cerro del castillejo, vuela a lomos del viento hasta donde quiera que haya un nacido en El Cañavate e, irremediablemente, invade y embarga su corazón y su sentimiento.
No antes ni después; a las nueve en punto, cuando la tarde empieza a ponerse su
manto de estrellas, sobre los privilegiados y fornidos hombros de un grupo de jóvenes, entre músicas, vicas del corazón hecho garganta, aplausos, y alguna que otra lágrima, sale de Su ermita la Virgen de Trascastillo. También en Su ostro se intuyen alegrías y deseos de estar entre los suyos.
El descenso es lento y precavido para la comitiva y para la imagen. Mumullo de efusivos saludos y muchos suspiros de cohetes. Infinidad de ojos expectantes que abajo esperan su llegada porque sus pies no tenían pasos suficientes para subir y exclamaciones al ver aparecer Su aureolo por el balcón de la Peana. Al llegar a la
calle del
Pozo, ojos implorantes, lágrimas por aquellos que quisieron y no pudieron venir y de quiene hicieron el último esfuerzo por estar aquí. Más vivas, más piropos y, aplausos, muchos aplusos.
La
banda de
música, que ha bajado en silencio, entona un enérgica y rítmoca melodía y la Virgen, exultante, baila casi irreverente hasta llegar a la
carretera. Silencio. Extruendosas bombas lloran lágrimas multicolores.
Castillos de pólvora, tracas y, la Virgen, al compás de marchas procesionales se desplaza majestuosa y rítmicamente por la carretera hasta llegar a la plazoleta del
barrio del Chorrillo. Nuevos saludos de pólvora y la lenta procesión que sigue susurrando recuerdos y calurosos apretones de manos a lo largo de la calle "alante". La iluminación de la
plaza permite contemplar oleadas de miradas complacientes y de relajasdas sonrrisas tras el estruendo de la última traca.
A la once, a los compases de la Marcha Real, majestuosa, complacida y se diría que sonriente, entra la Virgen en la
Iglesia. Sí, aqui estamos todos. Desde su pedestal otea infinidad de brillantes ojos que le hacen rememorar ancestrales miradas y, todas la gargantas, incluso aquellas que saben más de llantos, cantan: Dios Te salve Reina y Madre.... Hasta mañana? Hasta el año que viene? Hasta siempre?
El día segundo la luz, el sol y el aire que envuelven al pueblo rebosan alegría. Saben que un año más, como las golondrinas, la Virgen paseará su mirada por todas la
calles, por todas las
fachadas y por todas las
esquinas y
rincones. Se enseñoreará del pueblo y, durante toda la tarde esperará nuestra visita.
Sespereza la mañana del día tercero con el tañido de las
campanas de la Iglesia y con la rezagada explosión de algún que otro cohete. Con pasos de sueño y de silencio, con músicas y
bailes y, prácticamente sobre los mismos hombros que la bajaron, sale la Virgen de la iglesia hacia la ermita. Muy poco después, grupos de personas apoyándose en la barandilla y cargadas con toda clase de obsequios, motean el soleado camino que sube. Nadie tiene prisas.
Junto a la
puerta norte de la ermita, colocadas la andas sobre unos caballetes, la Virgenespera el inicio de la subasta. La subasta es una pública confesión de fe mediante la cual, nuestros mayores erigierron la ermita, la remodelaron y la han mantenido dignamente durante más de quinientos años. La subasta es una porfía de agradecidos desprendimientos y una reconfortante e irrenunciable herencia. La subasta corona el fin de incontables promesas o es inicio de incipientes esperanzas. La subasta, en fin, es una sincera y sonora oración que casi ruboriza el rostro de la Virgen de Trascastillo y que El Cañavate, desde la cima del cerro del castillejo, lanza al cielo de cada nueve de septiembre. Si la
noche del siete y la mañana del nueve de septiembre desaparecieran, se borrarían todos los camino y todos los recuerdos que nos hacen volver a nuestro pueblo.