Tres pares de mulas, unas detrás de otras, -en formación-, labran los
campos conquenses. La labor se hace sobre el rastrojo que unos meses antes fue cereal. Y lo hacen en forma y línea contraria a los surcos de la siembra. Al fondo, y en lontananza, el cerro, y en medio, un
campo de viña. Eran años de la mitad del siglo XX.