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ENGUIDANOS: ¿Quién se ha llevado mi queso?...

¿Quién se ha llevado mi queso?
http://www. villadiego. com/Biblioteca/Quien_se_ha_lle vado_QUESO. htm
http://www. monografias. com/trabajos11/quienseha/quien seha. shtml

Este es un buen cuento para afrontar la fatalidad de un mundo en el que las cosas cambian. El problema radica en que cuando las cosas cambian nosotros no queremos cambiar. Nos resistimos al cambio porque cambiar nos da miedo. Sólo cuando afrontamos el cambio, nos movemos y nos adaptamos al cambio. Éste es un cuento para luchar contra la fatalidad de un mundo en constante cambio en el que el sedentarismo vital ha de quedar desterrado, en el que la estabilidad y seguridad no están garantizadas y en el que cada mañana ha de ser vista como el inicio de una jornada en búsqueda del éxito razonable.

Y éste es mi cuento:

Érase una vez un pueblo donde sus más de 2.000 habitantes vivían en armonía con la naturaleza. Tenían lo que muchos habitantes de la ciudad habrían deseado y ni siquiera ellos mismos sabían: un gran tesoro. Respiraban aire puro, bebían y se bañaban en cristalinas aguas, tenían una vegetación fascinante y todo lo necesario para subsistir. Poseían un gran patrimonio en olivos que les hizo famosos por sus almazaras (sí, molinos de aceite); unos campos de viña y de trigo en el secano con los que producían su propio vino y su propio pan: el pan nuestro de cada día.
Poseían también una huerta impresionante enclavada en arroyos y ríos para envidia de muchos y regocijo propio. Tomates, patatas, nabos, cáñamo, pumas… un clima mediterráneo continental que la naturaleza de sus valles y su proximidad al mar eran una bendición de Dios o de un ser superior para quien en él no crean.
Fueron capaces de tener 25.000 melocotoneros con una producción media anual de 100 toneladas de melocotones; 4.000 manzanos con una producción anual media de 100 toneladas de manzanas y 4.000 perales con una producción de 11 toneladas. El 90% de los melocotoneros de la comarca de Cañete se centraban en este pueblo.
Una Central hidroeléctrica les daba trabajo a otros y la producción de esencia de espliego y los negocios, bares, tiendas… pululaban alrededor de estos más de 2.000 habitantes. Muchos otro pueblos habrían codiciado lo que sus habitantes tenían, pero sobre todo lo más básico: NO PASAR HAMBRE, tras una guerra civil donde la miseria planeaba su sombra sobre campos y ciudades.
En el año 1947 se inauguró la línea de ferrocarril Madrid-Valencia. Las comunicaciones que prácticamente no tuvo con las grandes ciudades de repente se abrieron. Ése dulce deambular entre los pueblos que se coronaban a más de 10 kilómetros se fue perdiendo. Allí estaba esperanzadora la ciudad y el censo de la población fue menguando. Todos conocemos esta historia y cómo los recientes ciudadanos hijos del pueblo visitaban a sus padres con sus propios hijos en vacaciones y puentes, con sus “lujosos” coches, sus “mejores” trajes y sus verdades a medias. Del duro trabajo en la ciudad nadie hablaba porque en vacaciones la felicidad pone un velo al esfuerzo de todo un año.
Pero esto no fue lo peor, para los que quedaban las opciones también menguando: El Embalse de Contreras los dejó sin los frutales de la Vega y la automatización de la Central fue otro duro golpe. Fueron quedando cuatro pastores, cuatro negocios y cuatro campesinos, y por supuesto, el Ayuntamiento, el cura y la escuela. El pueblo se moría atraído y necesitado de la ciudad.
Con el tiempo los hijos del pueblo volvieron, tarde, muy tarde. Cuando la ciudad decidió que ya no le eran válidos y sólo aquellos que quisieron o pudieron volver al pueblo que les vio nacer. Una tercera edad respirando el silencio como si quisiera concluir su último respiro con el propio pueblo y unos jóvenes, desorientados, cobijados al amparo de lo que el pueblo les podía dar.
Miraban a su alrededor para encontrar respuestas y la respuesta era tan grande que no la podían ver. La respuesta estaba en lo que les envolvía: su PAISAJE. Tenían algo que muchos deseaban pero no lo sabían aprovechar. Los que visualizaron esto lucharon por que la supervivencia del pueblo basado en este desarrollo sostenible, fomentando un turismo de servicios y la posibilidad de recuperar esas huertas que un día le dieron tanto esplendor, y a personas que desean vivir en este ambiente natural. Otros pensaron en vender sus tierras y casas y sólo pensaban en la revalorización de las mismas con el único afán de enriquecerse o buscar cobijo en la ciudad: o no eran conscientes o poco les importaba las generaciones futuras.

Aquí acaba el cuento… o es el principio de un cuento que empezamos todos a escribir.
Éste es un homenaje a mi padre, Elías Saíz Luján y a mi madre Angelina Valero Martínez y a todos nuestros seres queridos que volverían a morir de pena si viesen su pueblo morir.

Esta mañana leía como Alberto de Frutos, redactor jefe de “Historia de Iberia Vieja” decía:
“El futuro no nace por generación espontánea, es el resultado de un movimiento al que podemos llamar Historia. Hay que analizar un hecho desde la perspectiva de las causas y las consecuencias. Escribir sobre lo que puede suceder mañana es como un juego de azar en el que el crupier nos reparte unas cartas – las causas- y luego nos deja cierta libertad para que desarrollemos la partida – las consecuencias-.”
Leer el cuento “Quién se ha llevado mi queso” y que no os entre el miedo. El ratón que no busca un nuevo queso, abandona su guarida o muere hambriento esperando que alguien le traiga su queso.