GARABALLA: Historia...

Historia

Propiamente, la Virgen de Tejeda constituye una «teofanía sobre árbol», en tanto manifestación de la Divinidad sobre un tejo -género de coníferas, familia de las Taxaceae, orden Cupressales-: de ahí que el apelativo «Tejeda» pueda proceder etimológicamente del nombre del árbol sobre el que tuvo lugar la «revelación» o «aparición».
La tradición dice de una «aparición» a un pastor de nombre Juan, que apacentaba sus ovejas por la zona en 1205. La manifestación de la divinidad tuvo lugar sobre un árbol, como tradicionalmente se la representa -según un autor del siglo XVIII (1779)-:
«[...] se apareció la Virgen á Juan Pastor, que guardaba sus ovejas, y esta aparición fue por ocho noches con grande resplandor en un árbol llamando Texo: le mandó fuese al Obispo, para que la fundase Iglesia, y traxese los Religiosos que tenían aquella señal, mostrándole en una piedra que tiene en la mano derecha, la + de la Santísima Trinidad...».[2]
Historia del santuario, y celebre imagen de Nuestra Señora de Texeda, Antonio Gaspar Vermejo
Aunque la descripción popular dice de la «aparición» sobre un árbol, hay otra tendencia a representarla como aparecida o hallada en una cueva: «En texo, como quieren unos; en una cueva, como quieren otros, se manifestó la imagen de Nuestra Señora».[3]
La representación inicial de la Virgen debió realizarse «al natural, sin ropas», un autor, en el siglo XVII (1663) la describen de la siguiente forma:
«La Virgen de Tejeda es muy pequeña: toda su grandeza se cifra en un cuarto de estatura. Su mirada, de cerca, recrea la vista y da gozos al alma. El color de su rostro parece nativo, describe visos de encarnado; es algo morena; tiene un lunar en el rostro que sirve de hermosura. Su mirada es grave y majestuosa. Tiene su precioso Niño al lado izquierdo para que le abrace con la mano derecha. El rostro del Niño es muy alegre y risueño, está mirando la hermosura de su Madre... La materia no se sabe de qué es. Unos dicen que es madera, otros que piedra. La superficie del cuerpo es azul, sembrado de estrellas...».[4]
Milagros y loores... de Santa María de Texeda, Pedro Ponce de León
En el último tercio del siglo siguiente -Villafañe, 1779-, siguiendo a Ponce de León, escribe:
«La materia de que está formada la Santa Imagen no se sabe qué es. Unos aseguran que es madera, otros juzgan ser piedra, y parece que es así por lo que pesa, siendo tan pequeña. El ropaje y vestido azul, sembrado de estrellas para que parazca cielo, como lo es, siempre claro y benigno para sus devotos».[5]
Historia de las imágenes más veneradas en España, Juan de Villafañe
Completando esta descripción, otro autor del siglo XVIII (1779) escribe:
«En el brazo izquierdo tiene sentado a su precioso Hijo en figura de un hermoso Niño, que con semblante risueño está mirando el rostro de su Augusta Madre: en la mano derecha tiene (el Niño) un pequeño globo (...) en cuya parte superior se dice tenía la Cruz Trinitaria».[6]
Historia del santuario, y celebre imagen de Nuestra Señora de Texeda, Antonio Gaspar Vermejo
Todos los autores citados describen la misma imagen, aunque sin aludir directamente a la cronología, ni a su posible estilo u orden artístico, insinuando «que no es obra ejecutada por artífice humano, sino que procede de Dios», llegando a proponer si se trata de una imagen de las conocidas como «non manu factas».[7]
Basándose en los datos expuestos, resulta imposible afirmar si la imagen descrita es la hallada por «Juan el Pastor» de que dice la tradición. Sin embargo, la vestimenta con la que se describe la efigie «La superficie del cuerpo es azul, sembrado de estrellas», corresponde a la normativa establecida en Concilio de Nicea II para las representaciones de imágenes de María. Habida cuenta que el Concilio tuvo lugar en el siglo VIII (año 787), bien pudiera establecerse esta fecha terminus ante quem para establecer su cronología relativa.[7]
Respecto a su factura, resulta difícil establecerla pues «la que conocemos no es totalmente original ya que ha sido objeto de dos importantes restauraciones»: La primera, tras el incendio de la iglesia de San Bartolomé en Moya, durante el Septenario de 1927,[8] los desperfectos de la imagen fueron reparados por el escultor Luis Marco Pérez (1896-1983), quien labró además otra imagen para el culto ordinario. La segunda, mediados los años noventa del siglo XX (1994), ya que durante la revoluición «padeció los avatares de dicha contienda, pues fue arrojada desde una de las ventanas (del monasterio) que dan al prado, rompiéndose en pedazos, que fueron recogidos por una devota mujer de Garaballa».[9] -[10] Durante el tiempo de la persecución religiosa, la vecina citada guardó los pedazos de la imagen, para devolverlos al Monasterio una vez terminada la Guerra Civil Española: hasta el momento de su restauración, «Estos fragmentos se han guardado en el interior de la peana de la actual escultura».[1]
La segunda restauración fue obra del escultor valenciano Rafael Orellano Íñigo (1994), quien al estudiar la pieza estableció que se trataba de una imagen paleocristiana, de finales del siglo IV d. C.[10]
Analizada la pieza por el Departamento de Restauración de la Universidad Politécnica de Valencia, concluyó que la piedra en la que está labrada la imagen procedía de las canteras de Novelda (Alicante), estableciendo su datación entre el siglo VI y el siglo VII. Sin embargo, fuentes del Arzobispado de Valencia (Jaime Sancho, delegado diocesano de Arte Sacro), basándose en «su expresión más humanizada» afirman que «la imagen es románica», datándola entre el siglo IX y siglo X.[10]
Los estudios llevados a cabo hasta ahora establecen un segmento de datación amplio para esta imagen, entre el siglo IV (Orellano, 1994), y el siglo X (Sancho, 1995).