Discursos en el Congreso de los Diputados
En los cinco años que estuvo como diputado en el Congreso, pronunció diversos discursos. Fue en la legislatura que va de 1869 a 1871 cuando pronunció sus dos discursos más valorados por la prensa de la época.
Su primer discurso se escuchó en el debate de la "Ley de empleados públicos" el 7 de enero de 1870. La comisión, elegida al respecto, tenía por objetivo terminar con las cesantías y que el acceso a la función pública se realizara mediante oposición, pero dejaba en sus puestos a los empleados con cinco o más años de servicio, la mayoría de los cuales pertenecía al Partido Conservador. En un amplio y documentado discurso, que ocupa siete páginas a doble columna del Diario de sesiones,[9]Torres Mena se opuso al proyecto de la comisión, ya que lo consideraba un premio para los conservadores que habían mantenido y participado en reinado de Isabel II, al tiempo que constituía un obstáculo para los liberales, que apenas estuvieron en el gobierno más de año y medio. Este discurso prosiguió con otro de cinco páginas pronunciado el 7 de febrero.[10] Los periódicos de la época se hacen eco de estos discursos a causa del interés que el proyecto había despertado en los partidos políticos y en los medios de comunicación, así como en la población que aspiraba a un puesto público.[11][12]
Como miembro de la comisión para el "Proyecto de Ley sobre el matrimonio civil", intervino en reiteradas ocasiones (abril a mayo de 1870),[13] para responder a las impetuosas intervenciones contrarias de los señores Toro y Moya, González Marrón, Ochoa y otros que no querían que existiera más matrimonio ni registro que el eclesiástico. Torres Mena explicó a la Cámara que como consecuencia de la libertad de cultos establecida por la Revolución de 1868, aparece necesariamente el matrimonio civil para garantizar la libertad e igualdad de los ciudadanos.[14]Finalmente el proyecto fue aprobado y en 1871 se establece en los Ayuntamientos el Registro Civil de nacimientos, matrimonios y defunciones.[15]
En el debate sobre la Ley municipal y provincial propuso varias enmiendas. En una de ellas, que se tomó en consideración (20-5-1870), propuso que los secretarios de Ayuntamiento fueran considerados funcionarios públicos y por lo tanto con estabilidad en el empleo. Así dejarían de estar sujetos a los avatares del cambio de rumbo en la política: Los secretarios... son el vínculo de enlace entre la periódica renovación de los ayuntamientos, sin cuyo vínculo la administración municipal ha de caer precisamente en un caos inextricable en la mayor parte de los pueblos rurales, sobre todo agitándose estérilmente bajo la acción de alcaldes ignorantes o interesados.[16]
En la tercera legislatura de 1872, en la discusión de la Ley de presupuestos, ante la enmienda del señor Nogués, avalada por 6.000 firmas de la revista Magisterio Español, que pedía que a causa de su penuria económica se excluyera de impuestos a los maestros, le replicó[17] que está en el sentido de la democracia que todo el mundo pague al Estado con lo que le corresponda. Esta discriminación indirectamente perjudicaría a los maestros, pues despierta la animadversión de Ayuntamientos y contribuyentes contra ellos. Alienta a que se pida una subida del sueldo de los maestros, pero bajo el punto de vista de la justicia y de la equidad éstos no pueden dejar de contribuir al Estado con lo que les corresponda.
En los cinco años que estuvo como diputado en el Congreso, pronunció diversos discursos. Fue en la legislatura que va de 1869 a 1871 cuando pronunció sus dos discursos más valorados por la prensa de la época.
Su primer discurso se escuchó en el debate de la "Ley de empleados públicos" el 7 de enero de 1870. La comisión, elegida al respecto, tenía por objetivo terminar con las cesantías y que el acceso a la función pública se realizara mediante oposición, pero dejaba en sus puestos a los empleados con cinco o más años de servicio, la mayoría de los cuales pertenecía al Partido Conservador. En un amplio y documentado discurso, que ocupa siete páginas a doble columna del Diario de sesiones,[9]Torres Mena se opuso al proyecto de la comisión, ya que lo consideraba un premio para los conservadores que habían mantenido y participado en reinado de Isabel II, al tiempo que constituía un obstáculo para los liberales, que apenas estuvieron en el gobierno más de año y medio. Este discurso prosiguió con otro de cinco páginas pronunciado el 7 de febrero.[10] Los periódicos de la época se hacen eco de estos discursos a causa del interés que el proyecto había despertado en los partidos políticos y en los medios de comunicación, así como en la población que aspiraba a un puesto público.[11][12]
Como miembro de la comisión para el "Proyecto de Ley sobre el matrimonio civil", intervino en reiteradas ocasiones (abril a mayo de 1870),[13] para responder a las impetuosas intervenciones contrarias de los señores Toro y Moya, González Marrón, Ochoa y otros que no querían que existiera más matrimonio ni registro que el eclesiástico. Torres Mena explicó a la Cámara que como consecuencia de la libertad de cultos establecida por la Revolución de 1868, aparece necesariamente el matrimonio civil para garantizar la libertad e igualdad de los ciudadanos.[14]Finalmente el proyecto fue aprobado y en 1871 se establece en los Ayuntamientos el Registro Civil de nacimientos, matrimonios y defunciones.[15]
En el debate sobre la Ley municipal y provincial propuso varias enmiendas. En una de ellas, que se tomó en consideración (20-5-1870), propuso que los secretarios de Ayuntamiento fueran considerados funcionarios públicos y por lo tanto con estabilidad en el empleo. Así dejarían de estar sujetos a los avatares del cambio de rumbo en la política: Los secretarios... son el vínculo de enlace entre la periódica renovación de los ayuntamientos, sin cuyo vínculo la administración municipal ha de caer precisamente en un caos inextricable en la mayor parte de los pueblos rurales, sobre todo agitándose estérilmente bajo la acción de alcaldes ignorantes o interesados.[16]
En la tercera legislatura de 1872, en la discusión de la Ley de presupuestos, ante la enmienda del señor Nogués, avalada por 6.000 firmas de la revista Magisterio Español, que pedía que a causa de su penuria económica se excluyera de impuestos a los maestros, le replicó[17] que está en el sentido de la democracia que todo el mundo pague al Estado con lo que le corresponda. Esta discriminación indirectamente perjudicaría a los maestros, pues despierta la animadversión de Ayuntamientos y contribuyentes contra ellos. Alienta a que se pida una subida del sueldo de los maestros, pero bajo el punto de vista de la justicia y de la equidad éstos no pueden dejar de contribuir al Estado con lo que les corresponda.