De pequeño me gustaba fantasear a veces con tener la posibilidad de asomarme por una ventana y ver qué sería de mí pasados diez, veinte o cuarenta años. Confieso que lo que más miedo me daba era elegir un año en el que precisamente ya la hubiera palmado, pero superado ese momento, me ponía a elucubrar sobre qué estaría haciendo, en qué trabajaría, cómo sería mi vida, si habría triunfado o fracasado, si sería un personaje importante o no... En fin, todas aquellas incógnitas que se le pueden presentar a un niño de diez o doce años sobre lo que le deparará la vida. Ahora me alegro de que nadie haya sido capaz de materializar las teorías de Einstein en una máquina del tiempo que me hubiera abierto la puerta para ver mi futuro. Imagínense que yo, desde mi tierna infancia, voy y pongo viajar al año 2013, esperando ver platillos volantes y gente aprovechándose de los avances tecnológicos para hacer su vida más placentera, un pueblo (nuestro pueblo) mas grande y moderno con árboles en las calles, con barias tiendas y un súper-mercado, un hotel algunos restaurantes, una residencia para la tercera edad, escuelas nuevas, el Eruelo convertido en parque con espacio para la celebración de las fiestas, industrias que manufacturaran los productos del campo a trabes de una cooperativa y me encuentro en un pueblo La Ventosa que es mucho mas pequeño que cuando yo tenia diez años solo hay una tienda y un bar, que funcionan a medio gas, carece de antenas de telefonía y de muchos servicios, desde hace tiempo hay una falta de autoridad de sus gobernantes lo que algunos han aprovechado para cometer desmanes, como ponerse a su nombre tierras, con el fin de arrebatárselas a sus legítimos dueños, labrar los caminos que son patrimonio de todos etc.. Y una falta de interés a lo lago de los años por los dirigentes de nuestro Ayuntamiento, por los temas culturales, la conservación de costumbres y tradiciones, celebración de las fiestas. A nivel nacional con un país con más de cinco millones de parados, que despide profesores, que cierra plantas de hospitales, que recorta sueldos, que quita becas, que reduce las ayudas para comprar medicamentos cuando no los quita de un plumazo de la lista de subvencionados, que le mete la tijera a la investigación y que le presta miles de millones a la banca para solventar sus problemas de liquidez. Desde mi ingenuidad de niño hubiera dicho ¡esto no puede ser el siglo XXI, debe haber un error porque en lugar de avanzar retrocedemos! Superado el shock inicial, intentaría buscarme entre los millones de personas de este país para –perdonen el egoísmo ver si a mí por lo menos me pudiera ir mejor. No pinta mal lo que veo en un primer vistazo: estoy jubilado, con una pensión, que sin ser de las altas, me llega para llevar una vida tranquila. Pero en la prensa y demás medios de comunicación un dia si y otro tanbien nos amenazan con noticias sobre las pensiones de que las “congelan “ las recortan, las ajustan. ¿Pero qué pasa en este mundo? Que en unos años ha echado por tierra las convicciones más firmes que teníamos a finales del siglo pasado sobre los pasos a dar para, si no triunfar, sí tener una posición acomodada en la sociedad. Y miro más de cerca y me percato de que lo de crear una empresa, contratar empleados y ponerse a fabricar productos ya casi no se estila porque el que lo intenta se da de bruces con un sistema bancario que ha perdido su razón de ser inicial –dar préstamos para fomentar el desarrollo- y que lo que ahora se lleva es que gente que, ni conocemos ni sabemos donde está, mueva ingentes cantidades de dinero de un sitio a otro con el único fin de especular y sacar la mayor rentabilidad. Que saltan de un país a otro en busca del puro y duro beneficio y que ni los gobiernos elegidos democráticamente tienen capacidad para diseñar políticas económicas, pues dependen de que esos desconocidos les presten para acometer proyectos de desarrollo. Me entero de que los llaman mercados financieros y de que actúan así porque dicen que en algunos países, entre ellos España, somos poco productivos, porque vivimos dentro de un Estado donde aún quedan restos del sistema de Bienestar Social con prestaciones sociales que encarecen la mano de obra. Y entonces compruebo que en lo que están ahora interesados esos mercados es en los países emergentes, como India o Brasil –mano de obra barata, nada de protección social, nada de seguro médico, niños de corta edad explotados en fábricas sin las mínimas condiciones de seguridad– y que se llevan allí su dinero porque obtienen altas rentabilidades por las condiciones laborales existentes. Desde mi ventana por la que me asomo al futuro oigo unas declaraciones de una tal Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional, que dice que los españoles tienen que bajarse un diez por ciento el sueldo y seguir recortando prestaciones sociales para crear empleo. O sea, que nos hagamos indios, chinos o brasileños si queremos aspirar a tener trabajo, mal pagado, sin límites razonables de horario, pero empleo, si es que se le puede llamar así.
Gracias a que nadie fue capaz de lograr fabricar un artilugio de estas características para ver el futuro tuve la suerte de poder disfrutar de una infancia más o menos feliz, en la ignorancia de lo que se nos venía encima. Pero, ¿y ahora? Ya no nos hace falta viajar en el tiempo para ver lo que nos espera, lo vivimos día a día. Es totalmente predecible. Y lo que es peor, mis hijos tampoco necesitan fantasear con la posibilidad de lo que va a ser de ellos dentro de diez o veinte años. ¿Acaso alguien duda de por dónde van a ir los tiros? ¿Acaso alguien cree que los gobiernos de este mundo van a ser capaces de llegar a acuerdos para cambiar el sistema y poner límites a la especulación, a la búsqueda de dinero fácil y rápido? Una vez caído el referente del sistema comunista como contraposición al capitalista, se han volatilizado las condiciones para un reparto justo de cargas y beneficios. Y se ha establecido la ley de la selva. ¿Esto tiene solución? ¿Podemos crear un sistema económico más justo? Algunos prestigiosos economistas dicen que sí, que como poder, se puede, pero hace falta aunar la voluntad de muchos países, que generalmente tienden a ser egoístas sobre todo si a ellos en estos momentos les va bien. Sólo los ciudadanos, que tienen en su mano el poder del voto, y el acceso a las redes sociales que traspasan fronteras y llegan a cualquier rincón del mundo podrían impulsar un cambio en las reglas del juego económico, pero este es un trabajo lento y que necesita de una gran concienciación y de una implicación a nivel internacional de las organizaciones que representan a los trabajadores. ¡Indignaos! gritaba en su libro el ya fallecido Stéphane Hessel. ¿Podremos o seguiremos por el camino del conformismo? Ahora sí que me gustaría volver a ser otra vez niño y tener la posibilidad de ver qué será de nosotros dentro de diez años..
Un bebe muy chiquitin puede hacer cumplir los sueños mas grandes a toda la familia. Felicidades Manuel por el nacimiento de tu nieto GERMAN
Un abrazo Juan
Gracias a que nadie fue capaz de lograr fabricar un artilugio de estas características para ver el futuro tuve la suerte de poder disfrutar de una infancia más o menos feliz, en la ignorancia de lo que se nos venía encima. Pero, ¿y ahora? Ya no nos hace falta viajar en el tiempo para ver lo que nos espera, lo vivimos día a día. Es totalmente predecible. Y lo que es peor, mis hijos tampoco necesitan fantasear con la posibilidad de lo que va a ser de ellos dentro de diez o veinte años. ¿Acaso alguien duda de por dónde van a ir los tiros? ¿Acaso alguien cree que los gobiernos de este mundo van a ser capaces de llegar a acuerdos para cambiar el sistema y poner límites a la especulación, a la búsqueda de dinero fácil y rápido? Una vez caído el referente del sistema comunista como contraposición al capitalista, se han volatilizado las condiciones para un reparto justo de cargas y beneficios. Y se ha establecido la ley de la selva. ¿Esto tiene solución? ¿Podemos crear un sistema económico más justo? Algunos prestigiosos economistas dicen que sí, que como poder, se puede, pero hace falta aunar la voluntad de muchos países, que generalmente tienden a ser egoístas sobre todo si a ellos en estos momentos les va bien. Sólo los ciudadanos, que tienen en su mano el poder del voto, y el acceso a las redes sociales que traspasan fronteras y llegan a cualquier rincón del mundo podrían impulsar un cambio en las reglas del juego económico, pero este es un trabajo lento y que necesita de una gran concienciación y de una implicación a nivel internacional de las organizaciones que representan a los trabajadores. ¡Indignaos! gritaba en su libro el ya fallecido Stéphane Hessel. ¿Podremos o seguiremos por el camino del conformismo? Ahora sí que me gustaría volver a ser otra vez niño y tener la posibilidad de ver qué será de nosotros dentro de diez años..
Un bebe muy chiquitin puede hacer cumplir los sueños mas grandes a toda la familia. Felicidades Manuel por el nacimiento de tu nieto GERMAN
Un abrazo Juan