El Asesino esa noche no fue a cenar y se quedó en su celda que permanecía abierta en la media hora que duraba la cena jugando una partida con la Play Station con las imágenes aumentadas en su pantalla de plasma. Al ruido del juego digital se añadía el de la celda de al lado, el Sevillita, un chalado amigo del Cejas, que era un incondicional de los Chichos, y en la hora de la cena, cuando la Galería quedaba desierta acostumbraba a poner a todo volumen su casete. Con frecuencia se daba esa media hora de placer, pues después de la cena, las celdas eran cerradas por los guardias, y se tenía que guardar silencio. Pero hoy se estaba pasando con el volumen pues el Asesino no oía ni el sonido del juego…
El Asesino estaba de espaldas a la puerta cuando oyó un.-Hola, ¿no vas a cenar esta noche?.
Se volvió, y lo que vio no le gustó nada, pues el que le había saludado preguntándole era el Cejas, y teniendo en cuenta que no había visitado nunca su celda, le dio mala espina.
.-No tengo hambre, ¿y usted tampoco tiene? Contestó el asesino. Porque al Cejas si no te daba permiso, se le llamaba de usted.
.- Yo no he podido ir. -dijo el Cejas, porque creo que has recibido una carta, y vengo a por la respuesta. ¿La tienes?.
.-Yo no voy a decir nad…
El primer puñetazo que le dio el Cejas con sus enguantadas manos le partió los labios, los dientes delanteros, y le dejó sin conocimiento.
A partir de ese momento, apremiado por el poco tiempo que duraba la cena, el Cejas actuó con rapidez.
Ató de pies y manos a la cama al asesino empleando bridas corredizas, y le despertó haciéndole respirar una dosis de amoniaco. El asesino despertó y sintiéndose aterrorizado intentó gritar, pero al abrir la boca, el Cejas le vació en ella una bolsa con algo que empezó a moverse por dentro de la misma, y se la cerró apretando con fuerza sus mandíbulas.
Al asesino se le salían los ojos de las órbitas al comprobar que su boca estaba llena de cucarachas, y se retorcía mientras se esforzaba por no tragar, pero el Cejas mientras le sujetaba con una mano la mandíbula, le apretó la nariz con la otra, haciéndole tragar una bocanada de bichos. Se atragantaba, y no quería tragar y se ahogaba en su propia bilis, pero el Cejas cedió en su fuerza y le dejó abrir un poco su boca de la que salió disparada una bocanada de bilis con un montón de cucarachas que se escondieron rápidamente por la celda. No pudo gritar aunque lo intentó, porque el Cejas estaba preparado y le dio un golpe en la tráquea con el canto de la mano que le permitía respirar entre-cortadamente lo justo para no ahogarse.
.-Esto te lo has buscado Tu solito,.-le dijo el Cejas y si dentro de una semana no dices donde está el cuerpo de tu crimen, no puedes ni imaginar lo que te espera.
Lo que vio a continuación le aterrorizó más aun y a punto estuvo de desmayarse sin ayuda.
El Cejas sacó de un bolsillo una tijera de hojalatero, y sin mediar palabra le cortó una falange del dedo meñique de la mano derecha, lo que provocó que el Asesino se desmayara, no sin antes hacerse encima sus necesidades.
Aunque el Asesino estaba inconsciente el Cejas cumplió a rajata-bla lo que le ordenaba la carta del desconocido, y levantando una pernera de su pantalón despegó de su pierna un cable de cobre revestido de goma de 2 cm. de grueso y 50 cm. de largo, y con el mismo, descargó un fuerte golpe sobre las tibias de ambas piernas del Asesino partiéndoselas, y acto seguido se marchó de allí a su celda. Le habían sobrado 10 minutos del tiempo de la cena para cumplir con su cometido.
Cuando pasó por la celda del Sevillita este apagó su casette, y se echó sobre la cama.
Al volver de la cena, el vecino de celda del Asesino vio la puerta de este abierta, y lo que vio a través del hueco le hizo dar la voz de alarma avisando al guardia de planta.
El guardia avisó por megafonía a los servicios sanitarios de la cárcel, que cuando llegaron se quedaron espantados del estado físico del Asesino. Estaba atado por los dedos a la cama y presentaba la cara ensangrentada, los labios y dientes rotos, las piernas torcidas como si fuera un muñeco roto, y estaba envuelto entre vómitos y heces. De su mano derecha colgaba un hilillo de sangre, como consecuencia del corte de un dedo.
Respiraba con dificultad y cuando le subían a la camilla daba unos gritos desgarradores, pero nadie se compadecía de semejante monstruo Asesino. Las heridas eran de tal importancia que no podían ser atendidas en la enfermería de la cárcel, por lo que le llevaron al hospital más próximo donde le atendieron, quedando hospitalizado con vigilancia en la puerta de su habitación.
Al registrar su celda, encontraron numerosas cartas de sus fans, y entre las mismas, encontraron una que inmediatamente fue mandada telemáticamente a las Dependencias Policiales de Madrid encargadas del caso del ex banquero y del ex tesorero del Partido en el Gobierno, que convalecían de heridas similares a las del Asesino, aunque con estos no se habían ensañado tanto. Ellos también habían recibido una carta con Cartulina azul, con las siglas G. R. D.
Continuará...
El Asesino estaba de espaldas a la puerta cuando oyó un.-Hola, ¿no vas a cenar esta noche?.
Se volvió, y lo que vio no le gustó nada, pues el que le había saludado preguntándole era el Cejas, y teniendo en cuenta que no había visitado nunca su celda, le dio mala espina.
.-No tengo hambre, ¿y usted tampoco tiene? Contestó el asesino. Porque al Cejas si no te daba permiso, se le llamaba de usted.
.- Yo no he podido ir. -dijo el Cejas, porque creo que has recibido una carta, y vengo a por la respuesta. ¿La tienes?.
.-Yo no voy a decir nad…
El primer puñetazo que le dio el Cejas con sus enguantadas manos le partió los labios, los dientes delanteros, y le dejó sin conocimiento.
A partir de ese momento, apremiado por el poco tiempo que duraba la cena, el Cejas actuó con rapidez.
Ató de pies y manos a la cama al asesino empleando bridas corredizas, y le despertó haciéndole respirar una dosis de amoniaco. El asesino despertó y sintiéndose aterrorizado intentó gritar, pero al abrir la boca, el Cejas le vació en ella una bolsa con algo que empezó a moverse por dentro de la misma, y se la cerró apretando con fuerza sus mandíbulas.
Al asesino se le salían los ojos de las órbitas al comprobar que su boca estaba llena de cucarachas, y se retorcía mientras se esforzaba por no tragar, pero el Cejas mientras le sujetaba con una mano la mandíbula, le apretó la nariz con la otra, haciéndole tragar una bocanada de bichos. Se atragantaba, y no quería tragar y se ahogaba en su propia bilis, pero el Cejas cedió en su fuerza y le dejó abrir un poco su boca de la que salió disparada una bocanada de bilis con un montón de cucarachas que se escondieron rápidamente por la celda. No pudo gritar aunque lo intentó, porque el Cejas estaba preparado y le dio un golpe en la tráquea con el canto de la mano que le permitía respirar entre-cortadamente lo justo para no ahogarse.
.-Esto te lo has buscado Tu solito,.-le dijo el Cejas y si dentro de una semana no dices donde está el cuerpo de tu crimen, no puedes ni imaginar lo que te espera.
Lo que vio a continuación le aterrorizó más aun y a punto estuvo de desmayarse sin ayuda.
El Cejas sacó de un bolsillo una tijera de hojalatero, y sin mediar palabra le cortó una falange del dedo meñique de la mano derecha, lo que provocó que el Asesino se desmayara, no sin antes hacerse encima sus necesidades.
Aunque el Asesino estaba inconsciente el Cejas cumplió a rajata-bla lo que le ordenaba la carta del desconocido, y levantando una pernera de su pantalón despegó de su pierna un cable de cobre revestido de goma de 2 cm. de grueso y 50 cm. de largo, y con el mismo, descargó un fuerte golpe sobre las tibias de ambas piernas del Asesino partiéndoselas, y acto seguido se marchó de allí a su celda. Le habían sobrado 10 minutos del tiempo de la cena para cumplir con su cometido.
Cuando pasó por la celda del Sevillita este apagó su casette, y se echó sobre la cama.
Al volver de la cena, el vecino de celda del Asesino vio la puerta de este abierta, y lo que vio a través del hueco le hizo dar la voz de alarma avisando al guardia de planta.
El guardia avisó por megafonía a los servicios sanitarios de la cárcel, que cuando llegaron se quedaron espantados del estado físico del Asesino. Estaba atado por los dedos a la cama y presentaba la cara ensangrentada, los labios y dientes rotos, las piernas torcidas como si fuera un muñeco roto, y estaba envuelto entre vómitos y heces. De su mano derecha colgaba un hilillo de sangre, como consecuencia del corte de un dedo.
Respiraba con dificultad y cuando le subían a la camilla daba unos gritos desgarradores, pero nadie se compadecía de semejante monstruo Asesino. Las heridas eran de tal importancia que no podían ser atendidas en la enfermería de la cárcel, por lo que le llevaron al hospital más próximo donde le atendieron, quedando hospitalizado con vigilancia en la puerta de su habitación.
Al registrar su celda, encontraron numerosas cartas de sus fans, y entre las mismas, encontraron una que inmediatamente fue mandada telemáticamente a las Dependencias Policiales de Madrid encargadas del caso del ex banquero y del ex tesorero del Partido en el Gobierno, que convalecían de heridas similares a las del Asesino, aunque con estos no se habían ensañado tanto. Ellos también habían recibido una carta con Cartulina azul, con las siglas G. R. D.
Continuará...