El Cristo (continuación)
Después de tomar el vermut, durante el cual hemos saludado a paisanos y paisanas que viven lejos del pueblo, y hemos recordado juntos a familiares, y anécdotas de cuando éramos pequeños y no tan pequeños, nos hemos ido a comer a nuestras casas en familia ese cocido del Día del Cristo, que desde muy temprano estuvo cociendo, para que las mujeres pudieran ir a Misa con el deber hecho.
Una exquisita sopa de fideos, a la que sigue los garbanzos cocidos en su punto justo para que se deshagan al entrar en la boca, con alguna patata y albóndigas hechas con miga de pan mojado en leche, trocitos de jamón, perejil y huevo, y fritas antes de ser echadas al cocido. Después aparece en el centro de la mesa una fuente con la carne que dio sabor a tan clásico y exquisito manjar: Jamón, gallina, morcillo, chorizo, morcilla, y el tocinillo entreverado o no, para meter dentro del pan y degustar con las carnes citadas. Siempre sobra carne para convertirla en exquisitas croquetas, y garbanzos para hacer “ropa vieja”, pero lo mejor de esta comida, es comerla con las personas que quieres y que te quieren.
Y de postre melón de los que venden los vendedores ambulantes que diariamente recorren las calles de nuestro pueblo con su cantinela grabada, “el melonero señoras, ha llegado el melonero…” o de la tienda del pueblo que dicho sea de paso, siempre tiene una fruta extraordinaria, amén de bollería y otras cosas.
Una siesta reparadora después, es casi obligada para reponerse y prepararse para la tarde. El que haya podido, porque un servidor y otros siete paisanos, y dos guapas y dispuestas paisanas, nos dedicamos con cariño y altruista interés, a preparar carne en el Silo (al lado de la piscina), donde cuchillos en ristre, cortamos en porciones piernas y costillares de jabalí y de corzo para la cena de todo el pueblo.
Esta carne es donada gratuitamente por los hermanos Manuel y Julián Barrios, que han donado la carne de jabalí, y Jesús, (el de Pascual), que llevó la de corzo. (Pido perdón si me dejo sin nombrar a algún donante) En la preparación están presentes además de Arsenio, Concejal de Cultura, los mencionados antes, y Martín, el de Rufino, Jesús, el de Ciriaco y tres más que no se deciros como se llaman, pero que seguramente son cazadores como todos los anteriores.
También están las dos jóvenes señoras, Almudena y Angustias, que con su buen hacer y sobre todo saber, organizan algunas compras necesarias, como aceite, sal etc…y las carnes en cuatro sartenes para el jabalí, y una para el corzo, pues por lo que observo, no se debe mezclar.
En un ambiente festivo y cordial terminamos de distribuir la carne en las sartenes, y llega el momento de guisar.
Arsenio y un servidor (como ayudante y observador) nos hacemos cargo de dos sartenes encima de dos grandes parrillas con fuegos de butano, otra sartén es guisada por las dos dispuestas señoras, la de corzo es atendida por Jesús, el de Pascual, y la última por Jesús el “Fonta”, al que así llamaremos en adelante.
Es digno de resaltar el celo y secreto con el que actúan nuestros queridos paisanos al condimentar sus guisos, o calderetas, y tal es así, que el Fonta se apartó ostensiblemente del resto de los “cocineros” justificando tal acción por el secreto de sus condimentos.
Lo mismo pasaba con Jesús y Arsenio que echaron sus “secretos” elixires, con total discreción. A un servidor si se los confiaron pero seguramente porque saben que son bien guardados, como debe ser.
Cuando se estaban haciendo, ya a medias de hacer, Julián Barrios iba de sartén en sartén diciendo: “echarle más agua, este guiso necesita más agua “, y yo le hice caso, pero cuando llegó al del Fonta, e iba El a echarle agua, este que lo vio llegar le dio el alto diciendo: “eh tú, quieto parao que te veo, ese guiso no se toca”, -pero muchacho no ves que está falto…-Ni falto, ni falta, ni na de na, ¡tú sí que estás falto! - ese guiso va a ser el mejor…
Mientras esto tenía lugar, las dos mujeres sin algarabía alguna, daban vueltas y vueltas a su guiso, y otros se dedicaban a hacer un barril de limonada, que provisto de un grifo, serviría para acompañar a las calderetas.
En cierto momento, Manuel Barrios llenó algunos envases y los llevó personalmente a algunas personas que por su edad no pueden participar de estos hermosos momentos de hermandad.
Y así entre bromas llegamos a culminar las calderetas a las 21’30 horas, y menos mal que no tuvimos que votar por la mejor, pues hubiera sido un tremendo compromiso hacerlo por lo buenas que estaban todas. Después se subieron en la furgoneta propiedad de Ayuntamiento hasta el Eruelo, donde ya esperaba gran cantidad de personas que tenedor en ristre y pan llevado de sus casas, esperaban para dar buena cuenta de ellas en un inmejorable ambiente de concordia y amistad. Se distribuyeron las sartenes a cierta distancia unas de otras, y el bidón de sangría se puso encima del poyete de la farola central, para que cada uno se sirviera libremente, y a las 22’00 horas en punto, tal y como estaba programado empezamos a degustar entre bromas y alegría las calderetas del Día del Cristo. Algunos iban de sartén en sartén, llevando la consigna de que ““aquella, probar aquella, que se deshace en la boca…vaya mano que tiene el que la haya hecho”, mientras los autores y autoras sacaban pecho, (perdón a las señoras) diciendo: “hombre tengo mi truquillo…”pero yo os aseguro que estaban todas buenísimas, y que todos son unos excelentes “caldereteros”. Ni que decir tiene, que sobró un montón tanto de carne como de sangría y que fue un éxito de participantes, así como ejemplo de armonía y convivencia.
Terminada la opípara cena barrimos un poco el Eruelo, por si había algún huesecillo en el suelo, que no estaba nada sucio, y nos fuimos unos a casa para cambiarnos y estar guapos/as para el baile, y otros a los bares de Bernardo y Joselín para seguir bebiendo y charlando, y así llegaron las 24’00 horas, y empezó la música interpretada por dos cantantes, chico y chica, y un teclista, que con su órgano con acompañamiento “enlatado”, hizo las delicias de los mayores, (entiéndase por mayores en cuanto al tema del baile se refiere, los de 40 años hasta los 100), con sus pasodobles, tangos, cumbias y chachachás. Algunas, y algunos olvidaron sus artrosis por un par de horas y se agarraron con sus parejas como en sus mejores tiempos. Daba gloria verlos. Eran unas 18-20 parejas, las que evolucionaban con los bailes por el Eruelo, y otros tantos o más aun las personas que disfrutábamos viéndoles bailar, sentados en la terraza del bar de Bernardo.
Y así llegamos hasta el descanso de los músicos a las 02’00 horas del día del Cristillo, y sabedores de que después del mismo, la música es para gente más joven, la mayoría se fue a descansar, porque a las 12’00 horas hay que estar en Misa, y además hay que hacer la comida etc, etc…
El que esto escribe, disfrutó con la compañía que tenía, sentado, observando a cada cual, y disfrutando a su manera, y a las 3’30 horas, también se fue a su casa.
Al día siguiente se repitió la Procesión, y llevamos al Santo hasta su morada en el Calvario, seguramente en previsión de que no haya gente suficiente para llevarlo este domingo que viene, y allí quedó hasta la Semana Santa que se volverá a bajar.
Hasta aquí mi relato de lo que yo he vivido en estas fiestas tan añoradas por todos nosotros que queremos a nuestro pueblo y a sus gentes.
LA FIESTA DE LA EXALTACION DE LA CRUZ. LA FIESTA DEL CRISTO.
Con sincero afecto por todos:
Manuel.
Después de tomar el vermut, durante el cual hemos saludado a paisanos y paisanas que viven lejos del pueblo, y hemos recordado juntos a familiares, y anécdotas de cuando éramos pequeños y no tan pequeños, nos hemos ido a comer a nuestras casas en familia ese cocido del Día del Cristo, que desde muy temprano estuvo cociendo, para que las mujeres pudieran ir a Misa con el deber hecho.
Una exquisita sopa de fideos, a la que sigue los garbanzos cocidos en su punto justo para que se deshagan al entrar en la boca, con alguna patata y albóndigas hechas con miga de pan mojado en leche, trocitos de jamón, perejil y huevo, y fritas antes de ser echadas al cocido. Después aparece en el centro de la mesa una fuente con la carne que dio sabor a tan clásico y exquisito manjar: Jamón, gallina, morcillo, chorizo, morcilla, y el tocinillo entreverado o no, para meter dentro del pan y degustar con las carnes citadas. Siempre sobra carne para convertirla en exquisitas croquetas, y garbanzos para hacer “ropa vieja”, pero lo mejor de esta comida, es comerla con las personas que quieres y que te quieren.
Y de postre melón de los que venden los vendedores ambulantes que diariamente recorren las calles de nuestro pueblo con su cantinela grabada, “el melonero señoras, ha llegado el melonero…” o de la tienda del pueblo que dicho sea de paso, siempre tiene una fruta extraordinaria, amén de bollería y otras cosas.
Una siesta reparadora después, es casi obligada para reponerse y prepararse para la tarde. El que haya podido, porque un servidor y otros siete paisanos, y dos guapas y dispuestas paisanas, nos dedicamos con cariño y altruista interés, a preparar carne en el Silo (al lado de la piscina), donde cuchillos en ristre, cortamos en porciones piernas y costillares de jabalí y de corzo para la cena de todo el pueblo.
Esta carne es donada gratuitamente por los hermanos Manuel y Julián Barrios, que han donado la carne de jabalí, y Jesús, (el de Pascual), que llevó la de corzo. (Pido perdón si me dejo sin nombrar a algún donante) En la preparación están presentes además de Arsenio, Concejal de Cultura, los mencionados antes, y Martín, el de Rufino, Jesús, el de Ciriaco y tres más que no se deciros como se llaman, pero que seguramente son cazadores como todos los anteriores.
También están las dos jóvenes señoras, Almudena y Angustias, que con su buen hacer y sobre todo saber, organizan algunas compras necesarias, como aceite, sal etc…y las carnes en cuatro sartenes para el jabalí, y una para el corzo, pues por lo que observo, no se debe mezclar.
En un ambiente festivo y cordial terminamos de distribuir la carne en las sartenes, y llega el momento de guisar.
Arsenio y un servidor (como ayudante y observador) nos hacemos cargo de dos sartenes encima de dos grandes parrillas con fuegos de butano, otra sartén es guisada por las dos dispuestas señoras, la de corzo es atendida por Jesús, el de Pascual, y la última por Jesús el “Fonta”, al que así llamaremos en adelante.
Es digno de resaltar el celo y secreto con el que actúan nuestros queridos paisanos al condimentar sus guisos, o calderetas, y tal es así, que el Fonta se apartó ostensiblemente del resto de los “cocineros” justificando tal acción por el secreto de sus condimentos.
Lo mismo pasaba con Jesús y Arsenio que echaron sus “secretos” elixires, con total discreción. A un servidor si se los confiaron pero seguramente porque saben que son bien guardados, como debe ser.
Cuando se estaban haciendo, ya a medias de hacer, Julián Barrios iba de sartén en sartén diciendo: “echarle más agua, este guiso necesita más agua “, y yo le hice caso, pero cuando llegó al del Fonta, e iba El a echarle agua, este que lo vio llegar le dio el alto diciendo: “eh tú, quieto parao que te veo, ese guiso no se toca”, -pero muchacho no ves que está falto…-Ni falto, ni falta, ni na de na, ¡tú sí que estás falto! - ese guiso va a ser el mejor…
Mientras esto tenía lugar, las dos mujeres sin algarabía alguna, daban vueltas y vueltas a su guiso, y otros se dedicaban a hacer un barril de limonada, que provisto de un grifo, serviría para acompañar a las calderetas.
En cierto momento, Manuel Barrios llenó algunos envases y los llevó personalmente a algunas personas que por su edad no pueden participar de estos hermosos momentos de hermandad.
Y así entre bromas llegamos a culminar las calderetas a las 21’30 horas, y menos mal que no tuvimos que votar por la mejor, pues hubiera sido un tremendo compromiso hacerlo por lo buenas que estaban todas. Después se subieron en la furgoneta propiedad de Ayuntamiento hasta el Eruelo, donde ya esperaba gran cantidad de personas que tenedor en ristre y pan llevado de sus casas, esperaban para dar buena cuenta de ellas en un inmejorable ambiente de concordia y amistad. Se distribuyeron las sartenes a cierta distancia unas de otras, y el bidón de sangría se puso encima del poyete de la farola central, para que cada uno se sirviera libremente, y a las 22’00 horas en punto, tal y como estaba programado empezamos a degustar entre bromas y alegría las calderetas del Día del Cristo. Algunos iban de sartén en sartén, llevando la consigna de que ““aquella, probar aquella, que se deshace en la boca…vaya mano que tiene el que la haya hecho”, mientras los autores y autoras sacaban pecho, (perdón a las señoras) diciendo: “hombre tengo mi truquillo…”pero yo os aseguro que estaban todas buenísimas, y que todos son unos excelentes “caldereteros”. Ni que decir tiene, que sobró un montón tanto de carne como de sangría y que fue un éxito de participantes, así como ejemplo de armonía y convivencia.
Terminada la opípara cena barrimos un poco el Eruelo, por si había algún huesecillo en el suelo, que no estaba nada sucio, y nos fuimos unos a casa para cambiarnos y estar guapos/as para el baile, y otros a los bares de Bernardo y Joselín para seguir bebiendo y charlando, y así llegaron las 24’00 horas, y empezó la música interpretada por dos cantantes, chico y chica, y un teclista, que con su órgano con acompañamiento “enlatado”, hizo las delicias de los mayores, (entiéndase por mayores en cuanto al tema del baile se refiere, los de 40 años hasta los 100), con sus pasodobles, tangos, cumbias y chachachás. Algunas, y algunos olvidaron sus artrosis por un par de horas y se agarraron con sus parejas como en sus mejores tiempos. Daba gloria verlos. Eran unas 18-20 parejas, las que evolucionaban con los bailes por el Eruelo, y otros tantos o más aun las personas que disfrutábamos viéndoles bailar, sentados en la terraza del bar de Bernardo.
Y así llegamos hasta el descanso de los músicos a las 02’00 horas del día del Cristillo, y sabedores de que después del mismo, la música es para gente más joven, la mayoría se fue a descansar, porque a las 12’00 horas hay que estar en Misa, y además hay que hacer la comida etc, etc…
El que esto escribe, disfrutó con la compañía que tenía, sentado, observando a cada cual, y disfrutando a su manera, y a las 3’30 horas, también se fue a su casa.
Al día siguiente se repitió la Procesión, y llevamos al Santo hasta su morada en el Calvario, seguramente en previsión de que no haya gente suficiente para llevarlo este domingo que viene, y allí quedó hasta la Semana Santa que se volverá a bajar.
Hasta aquí mi relato de lo que yo he vivido en estas fiestas tan añoradas por todos nosotros que queremos a nuestro pueblo y a sus gentes.
LA FIESTA DE LA EXALTACION DE LA CRUZ. LA FIESTA DEL CRISTO.
Con sincero afecto por todos:
Manuel.