Hola paisanos,? Como han ido las fiestas ¿. Por las crónicas parece que han estado divertidas y que incluso sean recuperado algunas tradiciones, como la cabalgata de los Reyes Magos en La Ventosa que estuvo muy animada llevando la ilusión a chicos y mayores. Y unos días antes en Las Cuevas se celebro en plan popular la tradicional " matanza " Y a esta ultima me quiero referir. La tradición de la matanza casera del cerdo, una costumbre tan arraigada y popular en nuestra cultura gastronómica campestre como perdida y añorada, era hasta hace nada todo un acontecimiento festivo-sociológico y familiar de primera magnitud. La gran fiesta entorno al cochino, un animal que en cada casa del pueblo se había criado con tiento, cuidado con mimo y engordado con esmero, inundaba la vida en los, aldeas, pueblos, villas y, en definitiva, en todo un mundo agrario que celebraba un ritual que además suponía, entre otras cosas, el sustento y la garantía de tener una alacena surtida durance doce largos meses, «leña y matanza, según la que hay se gasta», que sentecia el refranero.
Sucedía año tras año, sin saltarse uno, en cuanto irrumpían los gélidos rigores del invierno. Los que tenemos hincadas nuestras raíces en la España rural recordamos con nostalgia tanto los días previos a la matanza como el desarrollo de la misma. Las vísperas estaban marcadas por un auténtico ir y venir para tener todo listo, desde la gran caldera de bronce donde se cocía el denominado «mondongo» hasta el picado de las cebollas, para elaborar la típica morcilla, acarear unas cargas de agua, preparar leña seca, poner en orden de revista herramientas y utensilios de cocina, hacer acopio de " rodillas " (paños de cocina) etc. sin olvidar el anís mañanero con los mantecados o roscos de vino. Era tal el acontecimiento que hasta se eximía a los escolares de asistir ala Escuela durante esa señalada y típica jornada.
En la provincia, sobre todo en algunos pueblos amantes de las tradiciones (como en Las Cuevas), quedan aún actos sobre el ritual de la tradicional matanza del cerdo, pero en plan muy testimonial y casi como atractivo para el vecindario y visitantes.
Por otro lado, los que desde hace unos años hemos tenido la suerte de asistir a una matanza, la que organizaban Julián y Concha mi hermana, como las de antes, las que se hacían en casa, pudimos revivir algunos momentos que nos recordaron nuestra infancia. Eran unos maravillosos días en familia y con numerosos amigos donde se imponía el costumbrismo y por la gastronomía más típica en la que no faltaba la degustación de unas exquisitas « gachas matanceras» en las que los torreznos destacan en tan contundente plato. Ya se sabe que del marrano salen desde la sobrasada hasta el apreciado jamón, pasando por el lomo o los chorizos y morcillas. «Cuarenta sabores tiene el cerdo y todos son buenos», reza otro refrán superado por este otro...«del puerco hasta el rabo es bueno»; y que remata un coqueto dicho...«del cerdo, hasta los andares». Por algo será tanto «piropo».
Y puestos a soñar,? no seria bonito e instructivo ¿que no se hubiesen dejado hundir el edificio de las Escuelas y que además de darle otras funciones, albergara en plan de museo las herramientas y utensilios utilizados en la matanza, los aperos de los trabajos del campo, la elaboración del vino en las cuevas, el aceite, como las mujeres elaboraban cada una su pan en las tahonas, las herramientas rusticas y primitivas de la fragua y de las carpinterías de la época tan necesarias etc Todo documentado con algunas fotografías antiguas y el relato de la experiencia de los mas mayores, Algunos para recordar y para las nuevas generaciones dar testimonio de como se vivía no hace tanto tiempo y en definitiva conservar lo nuestro NUESTRA CULTURA
Vaya, para terminar, la reseña del episodio «de la cerdosa aventura que le aconteció a Don Quijote, que narra Cervantes en su mundialmente conocida obra sobre el ingenioso hidalgo de La Mancha: «En esto estaban, cuando sintieron un sordo estruendo y un áspero ruido, que por todos aquellos valles se extendía. Levantóse en pie don Quijote y puso mano a la espada, y Sancho se agazapó debajo del rucio, poniéndose a los lados el lío de las armas, y la albarda de su jumento, tan temblando de miedo como alborotado don Quijote. De punto en punto iba creciendo el ruido, y, llegándose cerca a los dos temerosos; a lo menos, al uno, que al otro, ya se sabe su valentía. Es, pues, el caso que llevaban unos hombres a vender a una feria más de seiscientos puercos, con los cuales caminaban a aquellas horas, y era tanto el ruido que llevaban y el gruñir y el bufar, que ensordecieron los oídos de don Quijote y de Sancho, que no advirtieron lo que ser podía. Llegó de tropel la extendida y gruñidora piara, y, sin tener respeto a la autoridad de don Quijote, ni a la de Sancho, pasaron por cima de los dos, deshaciendo las trincheras de Sancho, y derribando no sólo a don Quijote, sino llevando por añadidura a Rocinante. El tropel, el gruñir, la presteza con que llegaron los animales inmundos, puso en confusión y por el suelo a la albarda, a las armas, al rucio, a Rocinante, a Sancho y a don Quijote. Levantóse Sancho como mejor pudo, y pidió a su amo la espada, diciéndole que quería matar media docena de aquellos señores y descomedidos puercos, que ya había conocido que lo eran. Don Quijote le dijo: Déjalos estar, amigo, que esta afrenta es pena de mi pecado, y justo castigo del cielo es que a un caballero andante vencido le coman adivas, y le piquen avispas y le hollen puercos».
Lo dicho, que el guarro, con perdón, ha marcado, marca y seguirá marcando para muchos nuestras costumbres, nuestros hábitos y nuestra cultura gastronómica más ancestral.
Un abrazo
Juan
Sucedía año tras año, sin saltarse uno, en cuanto irrumpían los gélidos rigores del invierno. Los que tenemos hincadas nuestras raíces en la España rural recordamos con nostalgia tanto los días previos a la matanza como el desarrollo de la misma. Las vísperas estaban marcadas por un auténtico ir y venir para tener todo listo, desde la gran caldera de bronce donde se cocía el denominado «mondongo» hasta el picado de las cebollas, para elaborar la típica morcilla, acarear unas cargas de agua, preparar leña seca, poner en orden de revista herramientas y utensilios de cocina, hacer acopio de " rodillas " (paños de cocina) etc. sin olvidar el anís mañanero con los mantecados o roscos de vino. Era tal el acontecimiento que hasta se eximía a los escolares de asistir ala Escuela durante esa señalada y típica jornada.
En la provincia, sobre todo en algunos pueblos amantes de las tradiciones (como en Las Cuevas), quedan aún actos sobre el ritual de la tradicional matanza del cerdo, pero en plan muy testimonial y casi como atractivo para el vecindario y visitantes.
Por otro lado, los que desde hace unos años hemos tenido la suerte de asistir a una matanza, la que organizaban Julián y Concha mi hermana, como las de antes, las que se hacían en casa, pudimos revivir algunos momentos que nos recordaron nuestra infancia. Eran unos maravillosos días en familia y con numerosos amigos donde se imponía el costumbrismo y por la gastronomía más típica en la que no faltaba la degustación de unas exquisitas « gachas matanceras» en las que los torreznos destacan en tan contundente plato. Ya se sabe que del marrano salen desde la sobrasada hasta el apreciado jamón, pasando por el lomo o los chorizos y morcillas. «Cuarenta sabores tiene el cerdo y todos son buenos», reza otro refrán superado por este otro...«del puerco hasta el rabo es bueno»; y que remata un coqueto dicho...«del cerdo, hasta los andares». Por algo será tanto «piropo».
Y puestos a soñar,? no seria bonito e instructivo ¿que no se hubiesen dejado hundir el edificio de las Escuelas y que además de darle otras funciones, albergara en plan de museo las herramientas y utensilios utilizados en la matanza, los aperos de los trabajos del campo, la elaboración del vino en las cuevas, el aceite, como las mujeres elaboraban cada una su pan en las tahonas, las herramientas rusticas y primitivas de la fragua y de las carpinterías de la época tan necesarias etc Todo documentado con algunas fotografías antiguas y el relato de la experiencia de los mas mayores, Algunos para recordar y para las nuevas generaciones dar testimonio de como se vivía no hace tanto tiempo y en definitiva conservar lo nuestro NUESTRA CULTURA
Vaya, para terminar, la reseña del episodio «de la cerdosa aventura que le aconteció a Don Quijote, que narra Cervantes en su mundialmente conocida obra sobre el ingenioso hidalgo de La Mancha: «En esto estaban, cuando sintieron un sordo estruendo y un áspero ruido, que por todos aquellos valles se extendía. Levantóse en pie don Quijote y puso mano a la espada, y Sancho se agazapó debajo del rucio, poniéndose a los lados el lío de las armas, y la albarda de su jumento, tan temblando de miedo como alborotado don Quijote. De punto en punto iba creciendo el ruido, y, llegándose cerca a los dos temerosos; a lo menos, al uno, que al otro, ya se sabe su valentía. Es, pues, el caso que llevaban unos hombres a vender a una feria más de seiscientos puercos, con los cuales caminaban a aquellas horas, y era tanto el ruido que llevaban y el gruñir y el bufar, que ensordecieron los oídos de don Quijote y de Sancho, que no advirtieron lo que ser podía. Llegó de tropel la extendida y gruñidora piara, y, sin tener respeto a la autoridad de don Quijote, ni a la de Sancho, pasaron por cima de los dos, deshaciendo las trincheras de Sancho, y derribando no sólo a don Quijote, sino llevando por añadidura a Rocinante. El tropel, el gruñir, la presteza con que llegaron los animales inmundos, puso en confusión y por el suelo a la albarda, a las armas, al rucio, a Rocinante, a Sancho y a don Quijote. Levantóse Sancho como mejor pudo, y pidió a su amo la espada, diciéndole que quería matar media docena de aquellos señores y descomedidos puercos, que ya había conocido que lo eran. Don Quijote le dijo: Déjalos estar, amigo, que esta afrenta es pena de mi pecado, y justo castigo del cielo es que a un caballero andante vencido le coman adivas, y le piquen avispas y le hollen puercos».
Lo dicho, que el guarro, con perdón, ha marcado, marca y seguirá marcando para muchos nuestras costumbres, nuestros hábitos y nuestra cultura gastronómica más ancestral.
Un abrazo
Juan