Hola paisanos; después de que nuestro amigo Manuel, nos haya puesto los dientes largos, con su relato, de lo bonito que esta el campo y entrando en materia del problema del arreglo del tejado del Calvario. Si hay goteras pienso que es prioritario el eliminarlas ya que cuanto mas tiempo pase, mayores serán los desperfectos ocasionados por el agua. De la conveniencia de cambiar las andas a Jesús, por problema de peso, lo que origina que en algunas ocasiones la falta de personal, para llevarlo de procesión, la idea que apunta Manuel, si están en condiciones, de usar las antiguas andas me parece bien. Aunque de cualquier manera, con lo que se acuerde en la Agrupación Hermanos de Cristo estaré de acuerdo ya que, tenéis toda la información y estoy seguro que aréis en cada momento lo que mas convenga en beneficio de todos.
Cuando se cumple el 95 aniversario del nacimiento de Gila, le dedicamos este pequeño homenaje que evoca aquellas llamadas de teléfono que él realizó con su hilarante y riguroso estilo.
HOMBRE.- ¿Es ahí la oficina de empleo?... Que se ponga. La oficina no, el encargado. El jefe de la oficina. Vale… (Al público.) Como no tengo trabajo, estoy buscando uno pero no lo encuentro por ninguna parte. Miro por todos los cajones y no veo ninguno. A ver si aquí tienen uno…
¿Es usted el dueño de esto? Muy bien. Dígame una cosa. ¿No tendrá, por casualidad, algún empleo que no utilicen ahí? Uno, sí. No, dos no. Eso ya sería mucho. Con uno me conformo. A no ser que trabaje un ratito en uno y otro rato en otro…
¡Ya! Un trabajo de ladrón. ¡Y pagan mucho? ¡Ah! Depende de lo que se robe. Claro. Y digo yo. ¿Es un empleo de ladrón raso, o de guante blanco? Hombre, yo preferiría el segundo, que suele ganar más y tiene chalé, cuentas en Suiza… ¿Raso? De acuerdo.
Ni contabilidad B ni C. Ni delito fiscal, ni enriquecimiento ilícito, ni malversación da caudales públicos, ni blanqueo de dinero… Así que nada de detergentes para blanquear ni esas otras cosas. Está bien. ¿Cuánto gana, aproximadamente, un ladrón de poca monta?... No sé si eso me va llegar a fin de mes. Con una familia numerosa, la suegra y un canario, ya me contará…
¿Y hay que trabajar muchas horas?... ¿Tantas? El contrato será indefinido… ¿Tres meses de prueba? ¿Y dónde hay que trabajar?... ¡Ya! Robando bolsos, carteras, gallinas, algún banco… Esto último me parece estupendo. Lo de robar un banco. A no ser que entré yo y me atraquen a mí antes, porque con esta gente…
¿Mañana empiezo? Vale, vale. ¿La pistola la compró yo, o me la dejan ustedes? Hombre, yo tengo una de agua que puede servir. ¡Y el antifaz de caco? No sé si valdrán unas gafas de sol. Oscuras, sí… Conforme. Bueno, pues mañana me pasó por la oficina y empiezo. ¡Ah! ¿Y el saco? Para guardar la pasta o la mercancía… Tengo una bolsa del supermercado… Perfecto.
Una ultima observación. ¿Es posible subir de categoría? Lo digo por si alguna vez puedo alcanzar el puesto de ladrón de guante blanco. O de guantes negros. Da igual… Bien. Empiezo siendo ratero, subo de nivel y finalmente solicito un puesto en la política…
Yo prefiero estafar dentro de la ley y no fuera de ella. Mucho más cómodo, sí. ¡Hasta mañana! (Al público.) Ya tengo un empleo. Es que no se puede vivir sin trabajar. A veces ni trabajando tampoco. En fin. La bolsa o la vida. Esto es un atraco
Un poco de humor, nunca bien mal
Un abrazo y en especial a nuestro amigo ABACO Y al foro del vecino, Cuevas de Velasco
Cuando se cumple el 95 aniversario del nacimiento de Gila, le dedicamos este pequeño homenaje que evoca aquellas llamadas de teléfono que él realizó con su hilarante y riguroso estilo.
HOMBRE.- ¿Es ahí la oficina de empleo?... Que se ponga. La oficina no, el encargado. El jefe de la oficina. Vale… (Al público.) Como no tengo trabajo, estoy buscando uno pero no lo encuentro por ninguna parte. Miro por todos los cajones y no veo ninguno. A ver si aquí tienen uno…
¿Es usted el dueño de esto? Muy bien. Dígame una cosa. ¿No tendrá, por casualidad, algún empleo que no utilicen ahí? Uno, sí. No, dos no. Eso ya sería mucho. Con uno me conformo. A no ser que trabaje un ratito en uno y otro rato en otro…
¡Ya! Un trabajo de ladrón. ¡Y pagan mucho? ¡Ah! Depende de lo que se robe. Claro. Y digo yo. ¿Es un empleo de ladrón raso, o de guante blanco? Hombre, yo preferiría el segundo, que suele ganar más y tiene chalé, cuentas en Suiza… ¿Raso? De acuerdo.
Ni contabilidad B ni C. Ni delito fiscal, ni enriquecimiento ilícito, ni malversación da caudales públicos, ni blanqueo de dinero… Así que nada de detergentes para blanquear ni esas otras cosas. Está bien. ¿Cuánto gana, aproximadamente, un ladrón de poca monta?... No sé si eso me va llegar a fin de mes. Con una familia numerosa, la suegra y un canario, ya me contará…
¿Y hay que trabajar muchas horas?... ¿Tantas? El contrato será indefinido… ¿Tres meses de prueba? ¿Y dónde hay que trabajar?... ¡Ya! Robando bolsos, carteras, gallinas, algún banco… Esto último me parece estupendo. Lo de robar un banco. A no ser que entré yo y me atraquen a mí antes, porque con esta gente…
¿Mañana empiezo? Vale, vale. ¿La pistola la compró yo, o me la dejan ustedes? Hombre, yo tengo una de agua que puede servir. ¡Y el antifaz de caco? No sé si valdrán unas gafas de sol. Oscuras, sí… Conforme. Bueno, pues mañana me pasó por la oficina y empiezo. ¡Ah! ¿Y el saco? Para guardar la pasta o la mercancía… Tengo una bolsa del supermercado… Perfecto.
Una ultima observación. ¿Es posible subir de categoría? Lo digo por si alguna vez puedo alcanzar el puesto de ladrón de guante blanco. O de guantes negros. Da igual… Bien. Empiezo siendo ratero, subo de nivel y finalmente solicito un puesto en la política…
Yo prefiero estafar dentro de la ley y no fuera de ella. Mucho más cómodo, sí. ¡Hasta mañana! (Al público.) Ya tengo un empleo. Es que no se puede vivir sin trabajar. A veces ni trabajando tampoco. En fin. La bolsa o la vida. Esto es un atraco
Un poco de humor, nunca bien mal
Un abrazo y en especial a nuestro amigo ABACO Y al foro del vecino, Cuevas de Velasco
Aquellos maravillosos años del Pleistoceno.... (Humor)
¡Qué bien vivíamos entonces! No había que hacer la Declaración de la Renta,
ni pagar el IVA, ni la hipoteca. Cada cual se hacía su cabaña sin planos ni
proyectos, ni arquitectos ni nada.
¡Qué bien vivíamos entonces! No había que hacer la Declaración de la Renta,
ni pagar el IVA, ni la hipoteca. Cada cual se hacía su cabaña sin planos ni
proyectos, ni arquitectos ni nada.
Hola ABACO, entre bromas y veras te remontas al tiempo del””Preistoceno”” ja, ja, ja, (baya palabreja) donde se vivia mas felices, sin tantas obligaciones, de hacer la declaración de Renta, sin tener que pagar el IVA, ni la hipoteca,, etc Yo creo que haciendo un poco de memoria, no hay que retroceder tanto en el tiempo, a tiro de piedra, como aquel que dice, por los años cincuenta, por nuestros pueblos, se vivia muy tranquilamente, ni mejor, ni peor, simplemente diferente
Hoy en dia estamos rodeados de robots. No es que yo este en contra de ellos, por que reconozco que en muchos casos nos hacen la vida mas agradable. Cuando yo era un niño tebeo-adicto las historietas nos contaban la inminente invasión robótica del mundo por unas enormes máquinas de hojalata con poderosas manos atornilladas, pies de buzo y una bombilla encendida en la cabeza. Pero, ay, eran vulnerables porque estaban llenas de marañas de cables, y con cortar uno se paraban enseguida.
¡Como avanza la ciencia! Por estos dias se cumplen 10 años de que los U. S. A lanzaran al Cosmos vía Marte al robot "Opportunity", para que investigara tomando fotos y muestras rocosas de ese planeta hostil. El 4 de enero de 2004 "amartizó" después de ¡456 millones de kilómetros de viaje!, y una vez allá arriba (?) ha recorrido 39 kilómetros marcianos (jamás Renfe soñó con nada parecido).
Los robots tienen también grandes aplicaciones domésticas. Para subir a nuestra casa nos valemos de un popular robot con memoria llamado ascensor (uno de los más antiguos) a veces poseedor de una voz humana triste y resignada, que recita los pisos que recorre con gerundios patéticos: "abriendo puertas", "cerrando puertas", etc.
Aparcamos nuestro coche asistidos por otro robot que traga billetes y monedas, lo mismo que nos atiende otra máquina robótica para subir al bus urbano, a la que hay que embuchar cantidades exactas, resistiéndose a los cambios de moneda.
Si por desgracia tenemos que ir al hospital a restaurar alifafes de nuestra atribulada salud, comprobaremos que allí abundan unos robots que nos escanean de arriba abajo y analizan con alarmante y malsana curiosidad nuestras oscilantes tensiones y nuestros jugos corporales mas íntimos y asquerositos, dictando veredictos implacables como hacían los emperadores romanos condenando o indultando a los gladiadores con sus pulgares, arriba o abajo, en el circo de los leones: "debe vivir: no es cancerígeno", o "debe morir: no tiene arreglo" (no nos olvidemos de los médicos y su ciencia, que interpretan y manejan al rebaño robótico).
A diario llevamos en el bolsillo pequeños robots a los que llamamos teléfonos móviles, que hasta nos sacan fotos, inventan idiomas extraños enviando mensajes encapsulados y actúan cuando se les solicita como relojes despertadores, avisadores de fechas, etc.
Aparte de su gran utilidad, el robot llamado Móvil ha conseguido idiotizar a media humanidad (y me quedo corto), que no soporta estar mas de cinco minutos sin llamarse los unos a los otros u otras, aunque cada vez haya mas incomunicación, abundando los solitarios raros que un buen día agarran la metralleta y practican escabechinas civiles y limpiezas étnicas.
¿Y qué diremos del celebérrimo Whatsapp, un robot de rabiosa actualidad? Antes al que estaba de guasa se le llamaba guasón, ahora la guasa se aplica a la oreja a diario. Los jóvenes pasean por la calle pegados a un robot llamado iPod, suministrador de kilos y kilos de música pop y rock sin parar, para que sea introducida por orejas adolescentes hasta el cerebro, de tal modo que cuando no están conectados con el iPod están hablando por el celular o con el Whatsapp, no enterándose de cómo suena el rumor de la calle, la música de la brisa mañanera o el concierto de los pajaritos de las acacias de la Plaza Mayor.
Nuestro hogar está invadido por robots: el último modelo de aspirador deambula solo dándose coscorrones por las esquinas sin necesidad de brazos humanos que lo guíen, y se pasa la mañana sorbe que te sorbe. En una España arruinada como la actual es el único individuo que aspira a algo. Un tipo simpático y optimista, este aspirador.
Lo contrario es el ordenador, un robot atravesado que reina en la casa como ser todopoderoso. A mi el ordenador me tiene ojeriza, y no nos caemos. En cuanto me ve penetrar en la habitación donde reina, se estropea adrede para jeringarme provocando auténticos dramas familiares.
En cambio yo simpatizo con el microondas. ¿Cómo se las habrá apañado ese jodio cacharrete para estar presente en todas las cocinas sin aportar nada nuevo? Porque dicen que calienta los alimentos, pero los calienta por un lado sí y por el otro menos, y además antes de inventarse este robot ya nos calentábamos la comida y los desayunos con los fuegos de la cocina, sin necesitarle para nada.
¿Por qué yo adoro al microondas? Pues precisamente porque no sirve para nada, y a mí las cosas que no sirven para nada -una pintura de Matisse, un poema de Juan Ramón Jiménez, una cantata de Bach, o los discos de los Beatles- me chiflan.
Un abrazo
Juan
Hoy en dia estamos rodeados de robots. No es que yo este en contra de ellos, por que reconozco que en muchos casos nos hacen la vida mas agradable. Cuando yo era un niño tebeo-adicto las historietas nos contaban la inminente invasión robótica del mundo por unas enormes máquinas de hojalata con poderosas manos atornilladas, pies de buzo y una bombilla encendida en la cabeza. Pero, ay, eran vulnerables porque estaban llenas de marañas de cables, y con cortar uno se paraban enseguida.
¡Como avanza la ciencia! Por estos dias se cumplen 10 años de que los U. S. A lanzaran al Cosmos vía Marte al robot "Opportunity", para que investigara tomando fotos y muestras rocosas de ese planeta hostil. El 4 de enero de 2004 "amartizó" después de ¡456 millones de kilómetros de viaje!, y una vez allá arriba (?) ha recorrido 39 kilómetros marcianos (jamás Renfe soñó con nada parecido).
Los robots tienen también grandes aplicaciones domésticas. Para subir a nuestra casa nos valemos de un popular robot con memoria llamado ascensor (uno de los más antiguos) a veces poseedor de una voz humana triste y resignada, que recita los pisos que recorre con gerundios patéticos: "abriendo puertas", "cerrando puertas", etc.
Aparcamos nuestro coche asistidos por otro robot que traga billetes y monedas, lo mismo que nos atiende otra máquina robótica para subir al bus urbano, a la que hay que embuchar cantidades exactas, resistiéndose a los cambios de moneda.
Si por desgracia tenemos que ir al hospital a restaurar alifafes de nuestra atribulada salud, comprobaremos que allí abundan unos robots que nos escanean de arriba abajo y analizan con alarmante y malsana curiosidad nuestras oscilantes tensiones y nuestros jugos corporales mas íntimos y asquerositos, dictando veredictos implacables como hacían los emperadores romanos condenando o indultando a los gladiadores con sus pulgares, arriba o abajo, en el circo de los leones: "debe vivir: no es cancerígeno", o "debe morir: no tiene arreglo" (no nos olvidemos de los médicos y su ciencia, que interpretan y manejan al rebaño robótico).
A diario llevamos en el bolsillo pequeños robots a los que llamamos teléfonos móviles, que hasta nos sacan fotos, inventan idiomas extraños enviando mensajes encapsulados y actúan cuando se les solicita como relojes despertadores, avisadores de fechas, etc.
Aparte de su gran utilidad, el robot llamado Móvil ha conseguido idiotizar a media humanidad (y me quedo corto), que no soporta estar mas de cinco minutos sin llamarse los unos a los otros u otras, aunque cada vez haya mas incomunicación, abundando los solitarios raros que un buen día agarran la metralleta y practican escabechinas civiles y limpiezas étnicas.
¿Y qué diremos del celebérrimo Whatsapp, un robot de rabiosa actualidad? Antes al que estaba de guasa se le llamaba guasón, ahora la guasa se aplica a la oreja a diario. Los jóvenes pasean por la calle pegados a un robot llamado iPod, suministrador de kilos y kilos de música pop y rock sin parar, para que sea introducida por orejas adolescentes hasta el cerebro, de tal modo que cuando no están conectados con el iPod están hablando por el celular o con el Whatsapp, no enterándose de cómo suena el rumor de la calle, la música de la brisa mañanera o el concierto de los pajaritos de las acacias de la Plaza Mayor.
Nuestro hogar está invadido por robots: el último modelo de aspirador deambula solo dándose coscorrones por las esquinas sin necesidad de brazos humanos que lo guíen, y se pasa la mañana sorbe que te sorbe. En una España arruinada como la actual es el único individuo que aspira a algo. Un tipo simpático y optimista, este aspirador.
Lo contrario es el ordenador, un robot atravesado que reina en la casa como ser todopoderoso. A mi el ordenador me tiene ojeriza, y no nos caemos. En cuanto me ve penetrar en la habitación donde reina, se estropea adrede para jeringarme provocando auténticos dramas familiares.
En cambio yo simpatizo con el microondas. ¿Cómo se las habrá apañado ese jodio cacharrete para estar presente en todas las cocinas sin aportar nada nuevo? Porque dicen que calienta los alimentos, pero los calienta por un lado sí y por el otro menos, y además antes de inventarse este robot ya nos calentábamos la comida y los desayunos con los fuegos de la cocina, sin necesitarle para nada.
¿Por qué yo adoro al microondas? Pues precisamente porque no sirve para nada, y a mí las cosas que no sirven para nada -una pintura de Matisse, un poema de Juan Ramón Jiménez, una cantata de Bach, o los discos de los Beatles- me chiflan.
Un abrazo
Juan